Quiénes deben participar...

Un aspecto siempre debatido es la responsabilidad en la formulación de la estrategia. Su relevancia intrínseca ha hecho que la Alta Dirección de la empresa asumiera habitualmente el protagonismo de su definición. Hoy día se aboga por una elaboración más participativa de la estrategia empresarial aunque los argumentos para hacerlo no suelen quedar bien establecidos. Esto hace que dicha idea sea evaluada por algunos como una moda y descartada por esnobismo. Lo cierto es que los puestos de liderazgo organizativo pueden sufrir ciertas limitaciones que afectarían a la calidad de su juicios estratégicos, por ejemplo: Posible aislamiento de la realidad. Desconocimiento de los efectos de sus decisiones. Escasa diversidad de pareceres. Sesgos por experiencias anteriores. Todo ello puede conducir a la selección de opciones erróneas o imposibles de ejecutar que afectarán negativamente al desempeño de la organización. Tiene todo el sentido, por tanto, en un contexto de abundante información fácilmente accesible y compartida, que diversos directivos en distintos niveles de la organización se impliquen en el debate de la formulación de la estrategia institucional. Hacerlo así permitirá la elaboración de una propuesta estratégica coherente, acorde con los principios y prioridades de la organización, asumible por todos los participantes y ejecutable con el compromiso de todos. Cada vez son más las empresas que incorporan este proceso abierto y participativo por las ventajas que proporciona: Una estrategia enriquecida por la diversidad de puntos de vista y conocimiento directo de los problemas reales a abordar. Unos planes de acción más apropiados y viables. Una mayor identificación y compromiso de los responsables de la ejecución de las iniciativas. Al actuar así se alejan de situaciones anteriores en las que nadie parecía saber cual era la estrategia de la empresa y sientan las bases para alcanzar una mayor eficacia...

La ayuda también hay que ganársela...

En muchas ocasiones he hecho referencia a la actitud de servicio hacia los demás, independientemente de si la reclaman o la reconocen. Hoy escribo para los beneficiarios de esas ayudas con la intención de que despierten  y cambien de actitud. En las últimas semanas he sido testigo de muchos casos de gente dispuesta a ayudar y de beneficiarios que no realizaban el esfuerzo mínimo necesario para recibirla o aprovecharla. Por ejemplo, una directora preocupada por la formación de sus colaboradoras, les facilita el camino para realizar los estudios que les permitirían alcanzar la titulación que desean. Y, después de varios intentos, la apatía de las propias beneficiarias les hizo incapaces de rellenar la solicitud de admisión. Parece que quienes tienen trabajo son los que han de buscarlo para quien no lo tiene; que quienes disponen de formación la han de proporcionar a quienes carecen de ella; que quienes ganan dinero lo han de entregar a quienes les falta. Todo eso está bien, pero observo con demasiada frecuencia que quienes reciben esa ayuda no hacen nada para merecerla ni agradecerla. Mi impresión es que la salida a esta situación de crisis se ve afectada por esa misma actitud apática que lleva a esperar que otros emprendan las acciones que nos devolverán a la normalidad. Los que ayudáis, a seguir haciéndolo. Y los que esperáis recibir, por favor, sacudiros la pereza y poneros en...

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