Para variar…

Para alguien que en los 70 seguía con preocupación las noticias de los atentados del IRA, conocer años después a uno de aquellos terroristas ha sido una experiencia tan singular como sorprendentemente aleccionadora. La semana pasada tuve la oportunidad de conocer a Shane Paul O’Doherty, con motivo del estreno de la película “El Mayor Regalo” de Juan Manuel Cotelo, en la que aparece como protagonista de una de las distintas historias que en ella se cuentan relacionadas con el perdón. Escribo estas líneas después de leer su libro “El chico que se hizo terrorista”. La historia de este especialista en explosivos del IRA, el más buscado por una ola de atentados en Londres, y condenado a 30 cadenas perpetuas, merece ser leída. Su arrepentimiento y petición de perdón a sus víctimas se encontró con el rechazo y la oposición tanto del IRA como del gobierno británico. La larga conversación mantenida me resultó particularmente ilustrativa y su análisis sobre la naturaleza de la violencia y el modo de contrarrestarla, es de lo más inteligente que he escuchado en mucho tiempo. Cumplo con un deber de agradecimiento dando a conocer su causa en contra de la violencia y en defensa de unas víctimas que no han encontrado reparación. Ni la película que protagoniza, ni el libro escrito, dejan indiferentes y enseñan mucho a quienes hoy, como siempre, se sienten empujados a defender sus ideas con el enfrentamiento más agresivo.   P.S.: Pido disculpas por haber abandonado las publicaciones en el Blog en las últimas semanas. La puesta en marcha de una nueva iniciativa empresarial apenas me deja tiempo para nada más. ¡Prometo...

Descansa

La inactividad no consiste en tomarse unas vacaciones y darse algún lujo. Es algo indispensable para el cerebro y, paradójicamente, necesario para alcanzar una elevada productividad. Para ser eficaz debes reservar períodos de descanso regulares y significativos. Esto es particularmente importante al final de un día de trabajo cuando hay que saber desconectar por completo de todos los temas. Son diversas las razones que justifican la conveniencia de esta desconexión: Agudiza el ingenio. Hay decisiones que es mejor dejarlas para que las resuelva el subconsciente. Éste, cuando los datos con que cuenta son tan abundantes como vagos y contradictorios, es capaz de procesar con más eficacia la información relevante y llegar a mejores conclusiones que si trabajaras de forma activa en ellos. Se recargan las energías. Una concentración intensa desgasta y el descanso ayuda a recuperar las energías perdidas. Es el momento de ocuparse en actividades relajantes, como pasear por un entorno natural, conversar con un amigo, cocinar, salir a correr, etc. Para lograr esta desconexión es importante que seas estricto en la hora de finalizar la jornada laboral. Disponer en ese momento de determinadas rutinas te ayudará a abandonar las tareas que lleves entre manos. Si no lo haces así, esas tareas inacabadas retendrán tu atención. Por ejemplo, anota los temas pendientes en una lista, ordena la mesa de trabajo, recoge herramientas, apaga el ordenador, o grita en voz alta: ¡Se acabó!...

Buenos recuerdos

Parecería que no somos capaces de sacar todo el partido a las vivencias que experimentamos cada día; en parte por no actuar de manera intencionada y en parte por no reflexionar sobre lo acontecido. Por eso, cada vez que ayudas a alguien a que actúe de esta manera, le das ocasión de desarrollar unos buenos recuerdos para el futuro. Se trata por tanto de establecer el hábito de generar buenos recuerdos a partir de los acontecimientos cotidianos. Y esto puede conseguirse considerando las siguientes reflexiones cuando te relaciones con otros: ¿De qué podríais hablar y estár todos de acuerdo? ¿De qué asuntos les gustaría debatir? ¿Qué podríais hacer que fuera diferente y divertido? ¿Qué cosas sabes tu y que a ellos les gustaría conocer? ¿Tienes un secreto inocente que podrías compartir? Todo esto contribuye a estrechar lazos y a demostrar que les aprecias sinceramente. Son pequeños detalles que deliberadamente manifestados pueden convertirse en grandes momentos para otros, dignos de ser recordados. Puedes aprovechar las vacaciones para empezar a practicar....

Los amigos

Todos sabemos por experiencia que una amistad bien establecida no requiere cultivarla continuamente. No cabe temer la pérdida de interés. La amistad es un fin en sí mismo; no se persigue el pasarlo bien, aunque sea el resultado natural. Con los amigos más cercanos, basta con estar juntos. De hecho, sin ellos, no alcanzarás lo mejor de ti mismo. La amistad se construye sobre la consistencia. Resulta difícil hacerlo cuando se ha de defender de continuos altibajos, cuando cada conversación parece poner en riesgo la relación. Los amigos se caracterizan por ser siempre confiables y consistentes, lo que puedes conseguir de la siguiente manera: Esperando siempre lo mejor de ellos. Has de verlos no como son, sino como lo que pueden llegar a ser. No ayudará a sostener la relación de amistad si no confías en ellos. No pretendas arreglarlos, para eso ya tienes bastante contigo mismo. Estarán en mejores condiciones de progresar si crees en ellos que si no lo hicieras. No permitiendo que su comportamiento te condicione. Con demasiada frecuencia permites que las acciones de los demás impacten en tus propias actitudes y emociones. Las inconsistencias de ellos te podrían volver a ti inconsistente. No lo permitas. Tienes la capacidad de controlar tus propias actitudes y emociones y has de saber ejercitarla cada día. Ten en gran estima esa relación, incluso en situaciones difíciles. A veces las circunstancias te obligarán a tomar decisiones costosas que no deberían sacrificar la relación. Deberás hacer todo lo posible por mantener la amistad y aunque se nieguen, en tu mano está el seguir manteniendo el trato....

El valor de las ideas...

No todos piensan de la misma manera y eso establece notables diferencias en el desarrollo de las personas. Aquello que pienses determinará en lo que te conviertes y lo que haces. Esas ideas definirán tu destino y tu legado. Pero se puede cambiar la manera de pensar y ejercitarse en la generación nuevas y buenas ideas, capaces de mejorar la propia vida si se ponen en práctica. Muchos parecen no dar ningún valor a lo que piensan. Tienen ideas y las dejan perder sin hacer nada con ellas. Pero si les das la importancia que les corresponde, reconocerás su utilidad y aumentará tu capacidad de pensar. Si lo haces así, te harás constantemente preguntas que te servirán para descubrir y desarrollar nuevas ideas, del tipo: ¿Dónde puedo encontrar una idea? Para pensar mejor tendrás que desarrollar la mentalidad adecuada. Habrás de estar siempre dispuesto a “picar piedra” para incrementar tu capacidad de pensar. ¿Cómo puedo usarla? Los hay que se tropiezan con una idea, reconocen sus cualidades, pero no hacen nada con ella. No la trabajan, lo que es una pena porque si no se ejercitan, se pierden. ¿Cómo puedo sacarle el máximo partido? Raramente una idea se muestra inicialmente en toda su potencialidad. Cualquier idea puede puede elevarse a un nivel superior y dar mucho más de sí. Cuando se te ocurra una idea que añada valor a los demás, anótala y decide dedicarle más tiempo a reflexionar sobre ella. Analiza con atención si es acorde al momento vital en que te encuentras, si te ayuda mejorar tus cualidades, si te ayuda a crecer y completarte....

El sentido de trabajar a conciencia...

A diferencia del artesano manual, al trabajador intelectual le puede resultar difícil distinguir en qué modo su propio trabajo se diferencia y destaca del que hacen otros. Podría parecer que todo se reduce a contestar correos, preparar hojas de Excel o presentaciones de PowerPoint. Ese es un tipo de trabajo superficial, en muchos casos, al que es difícil encontrar significado. Y lo que es peor, quienes evitan ese tipo de tareas son observados con sospecha. Pero es posible encontrar el sentido a un trabajo intelectual realizado de manera concienzuda, capaz de generar una íntima satisfacción personal, incluso en esta era de la información. Ese significado se fundamenta desde diversos puntos de vista: neurológico, psicológico y antropológico. Fundamento neurológico: Tendemos a poner mucho énfasis en nuestras propias circunstancias, asumiendo que lo que nos ocurre determina el modo en que nos sentimos. Los pequeños detalles cotidianos no resultan significativos porque lo que parece importar son los grandes resultados, como obtener una promoción, o mudarse a un apartamento mejor. Sin embargo, la ciencia contradice esa afirmación. El cerebro construye su visión del mundo a partir de aquello a lo que prestamos atención. Si te centras en la enfermedad, vivirás una vida gris e infeliz, mientras que, si te fijas en los aspectos positivos de la vida, ésta, aun en las mismas las circunstancias, se vuelve más atractiva. Cualquiera que sea tu trabajo, si te vuelcas en él con suficiente dedicación, adquirirá gran importancia y significado. Esa intensidad evitará que percibas esos detalles menos placenteros que inevitablemente acompañan nuestras vidas. La concentración no deja lugar para atender a cosas irrelevantes o preocuparse por otros problemas. Fundamento psicológico: En contra de lo que pudiera esperarse, no son la relajación ni la ociosidad las que proporcionan una verdadera satisfacción. Hay...

Duda asesina

La duda te mata, asesina tus aspiraciones. Tienes tantas dudas que no eres capaz de creer en ti mismo, que no puedes centrarte en lo que deseas conseguir. Dudar es tu verdadero problema. Es una enfermedad muy peligrosa y traicionera. Afecta a personas y organizaciones, a las relaciones interpersonales y a los ideales, y en ocasiones se convierte en el mayor de tus problemas. Deja de considerar lo que has sido o en lo que te has convertido, de culparte y de insistir en tu ineptitud, o de escuchar a quienes no confían en ti. Dales a conocer eso que tu ambicionas, convénceles de que es tu mejor opción y anímales a respaldarte o alejarse. Reconoce también la imposibilidad de esa misión en la que te embarcas, el que nadie antes que tu lo haya logrado, y pon de manifiesto tu fanatismo. Ninguna circunstancia justifica tus dudas y responde, por tanto, con determinación. Para poder avanzar, aclara a todo el mundo que no aceptarás dudas ni reproches y que esperas el apoyo total de quienes te rodean. Recuérdalo, la duda es tu enemiga. Te ha impedido llegar donde querías, te ha dejado sin una causa por la que pelear ni objetivos por alcanzar. Es esa falta de definición lo que ha permitido que tus dudas te retengan atrapado....

Acaba con la desidia

Hay dos tipos de desidia. La destructiva, que te lleva a evitar las tareas que estás obligado a acabar, y la productiva, que forma parte de todo proceso creativo. Este segundo tipo de abandono no sólo es bueno sino necesario. La creatividad requiere tiempo por lo que cuando dejas un proyecto de lado durante unos días, o semanas, tu mente se permite divagar, lo que te da la capacidad para descubrir ideas divergentes que mejoren tu proyecto. Si no logras los resultados que esperabas, deja descansar el proyecto y centra tus energías en otro asunto, para retomarlo más tarde con la mente más clara. Cuando trabajas en un proyecto creativo y no pones una fecha límite, si paras las tareas unas semanas para permitir que la mente divague, no se trata de desidia. Es parte del proceso creativo. Esa frescura mental mejorará los resultados de tu trabajo. La desidia destructiva es algo completamente distinto. Aquí evitas trabajar en lo que debes acabar, aunque sabes las consecuencias negativas que eso te ocasionará. Es un hábito que te acaba dañando. Todos tenemos montañas de cosas por hacer de las que no somos capaces de escapar. Ahí está todo aquello que necesitas acabar pero que deliberadamente evitas. No se trata de una incapacidad para gestionar el tiempo, o de falta de fuerza de voluntad, o escasa autodisciplina. Esa desidia no es pereza sino una manera de defenderse del estrés, un deseo subconsciente de sentirse mejor de inmediato. Pero lo que te estresa no es ese trabajo que retrasas sino los grandes temas que te afectan, ya sea el dinero, tus relaciones, o la vida en general. Esas concesiones que te permites te liberan del estrés que padeces. ¿Cómo se arregla esto? Aceptándolo con honestidad y reconociendo la...

Improductivos

Los esfuerzos por aumentar tu productividad pueden resumirse en una palabra: concentración. Existen dos tipos de esa concentración que has de dominar: La que te permite manejar las distracciones, de forma que puedas centrarte en cada momento en la tarea que llevas entre manos, y la capacidad para abstraerse en lo que es verdaderamente importante para ti, de modo que no pierdas el día en cosas absurdas. Ponte en serio a evitar las distracciones. Reconoces tu adicción al teléfono, mensajes, correos…, pero parar te parece imposible. Sabes que deberías desconectar las alertas, dejar de comprobar el correo cada cinco minutos, poner en silencio el móvil, pero advertirlo no te lleva a cambiar de comportamiento. No tienes que desearlo, sino obligarte a hacerlo. Asume que las distracciones matan tu productividad y decide que los objetivos que persigues son más importantes que los avisos que te llegan. Así de sencillo. Suprímelas. No es que sea fácil, pero en el momento en que desconectes y te centres en las cosas que te importan, descubrirás su enorme utilidad....

¿Y si estuvieras equivocado?...

Esta es una gran pregunta que no te la haces con la frecuencia necesaria. No puedes dejar que tus preocupaciones te impidan hacer lo que debes, dar lo mejor de ti mismo. No puedes tolerarlo. Incluso cuando lo que hagas resulte un desastre, puedes decirte ¿y qué…? Al menos lo has intentado. El cómo te haya afectado es irrelevante. Lo que importa es la capacidad para moverte a la acción. No puedes evitar el preocuparte por algo, pero sí puedes evitar que esas ansiedades bloqueen tu mente y te paralicen. Puedes pensar en positivo y mirar, de inmediato, de progresar para lograr lo que buscas. Es una tontería quedarse a la espera de que llegue la ocasión propicia....

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