Reflexión productiva...

Este es un ejercicio que consiste en ocuparse en una actividad física, como caminar, correr, conducir, o ducharse, y mantener al mismo tiempo la atención centrada en un asunto profesional concreto. Cuando la mente intente divagar o se bloquee, hay que hacer el esfuerzo de regresar al asunto en cuestión. Conviene que realices este ejercicio dos o tres veces por semana ya que tiene un efecto positivo en tu productividad sin restar tiempo al trabajo habitual. A su vez incrementa la capacidad de pensar en profundidad. Este tipo de reflexión contribuye a fortalecer la atención y resistir las distracciones, lo que permite intensificar la concentración y adentrarse con mayor profundidad en los problemas. Es necesario que tengas en cuenta que…: La mente se suele rebelar ofreciéndote considerar otros asuntos de interés, aparentemente más atractivos. Cuanto veas que tu mente marcha por otros derroteros, recuerda volver sobre ellos más tarde, y redirigir tu atención al asunto primordial. Otras veces entrarás de modo recurrente en una misma idea y sin poder avanzar en el problema en cuestión. Se trata entonces de escapar redirigiendo tu atención hacia el siguiente paso. Tienes que estructurar el modo de pensar con intensidad. Puedes empezar revisando las variables relevantes para resolver el problema y almacenándolas en la memoria. Define después la siguiente cuestión que has de responder mediante el uso de dichas variables. Ya tienes ahora un objeto específico para tu atención. Si resuelves el asunto, el paso final es consolidar todos los avances relativos a la solución del problema y volver a empezar de nuevo. La repetición de estos ciclos constituye una rutina que contribuye al desarrollo de la capacidad de concentración y ayuda a hacer muy productivas las sesiones de reflexión....

Salte del tiempo

El aprovechamiento del tiempo se ha convertido en una obsesión de nuestra época. La mayoría de la gente se apresura por encontrar ese tiempo del que creen carecer y se estresan por ello. Colegas, amigos y familiares demandan siempre una respuesta inmediata a los mensajes de texto y correos. Nunca nos acabamos de liberar de esas cadenas digitales, ni en los momentos de reposo ni en las vacaciones. Todos tratan de tomar prestadas hoy horas de mañana para encontrarse mañana con menos horas que hoy. Un negocio ruinoso, y nada parece poder paliar este creciente déficit. Sin la capacidad para separar el pasado del presente ni del futuro, nos vemos abocados a un presente tan profundo como inabarcable. Todas las energías se han de reasignar para aumentar la concentración y la atención. Absorbemos más datos por segundo y los procesamos con más rapidez, lo que parece alargar el momento presente. Con la atención centrada en el ahora, abandonamos la reflexión sobre los errores de ayer que deberíamos evitar repetir; y tampoco imaginamos un mañana que sea mejor que hoy. De ahí que, con frecuencia, los hechos que a posteriori se reconocen como inevitables, fueron imposibles de anticipar. Sin embargo, cuando pasas a ser consciente de la situación en la que te encuentras y de tus propias circunstancias, ganas en perspectiva para poder identificar potenciales peligros y oportunidades. Puedes hacer entonces las debidas correcciones en el camino a seguir. Si logras escapar del tiempo y experimentar esa atemporalidad, paradójicamente, sentirás que tienes más tiempo disponible, serás menos impaciente, estarás más dispuesto a ayudar a otros y experimentarás una vida más satisfactoria. Reducir la marcha te lleva a descubrir el verdadero valor del presente. Frente a los recuerdos del pasado, habitualmente distorsionados, y a unas previsiones...

La falacia de la multitarea...

Tu mente sólo funciona verdaderamente en modo multitarea cuando se ocupa de comportamientos muy automatizados, como caminar. Para otras tareas que requieren una atención consciente, no puede funcionar así, sino que se obliga a cambiar de modo continuado y repetido entre ellas. Aunque te parezca muy eficiente trabajar en más de una cosa a la vez, lo cierto es que sólo cambias de una a otra, perdiendo eficacia y precisión respecto a realizar sólo una tarea y de forma concentrada. Además, habrás de emplear un tiempo adicional para recuperar las ideas en el punto donde las dejaste antes de abandonar la tarea. Por pequeña que te parezca la desviación del ritmo de tu trabajo prioritario, siempre te ocupará más de lo que anticipabas. Aunque tengas una enorme fuerza de voluntad, el hecho de estar conectado a Internet mientras trabajas afecta a tu rendimiento. Resistir las distracciones consume capacidad de concentración y te agota mentalmente. No basta con que te comprometas a no distraerte, sino que las habrás de apartar de tu radio de atención o consumirás buena parte de tus energías evitando saltarte tus propias reglas....

La gran tentación

Leer correos no siempre es interesante, pero en ocasiones puede volverse muy tentador. Y es esa excitación impredecible la que lleva a consultar el correo de manera compulsiva. Además, el entorno condiciona tus decisiones por presentar unas opciones como más cercanas y asequibles que otras. El mundo que te rodea parece diseñado para empujarte a realizar todo de manera inmediata, lo que puede conducirte al desastre. ¿Qué puedes hacer? Evita ponerte en esas situaciones que contribuyen a distraerte. Si no abres la aplicación de correo, te será más fácil resistirte a consultarlo que si la tienes operativa y señalándote la llegada de nuevos correos. La capacidad de autocontrol frente a las tentaciones se construye a partir de la forma de afrontar dos elementos, los problemas de autocontrol y sus soluciones. Los primeros surgen de tener que decidir entre “ahora” o “más tarde”. Las soluciones son todo aquello que pones en marcha para lograr un mejor desempeño. Por ejemplo, pagar una alta cuota mensual en un gimnasio crees que te hará sentir mal y te obligará a acudir. Pero el sentido de culpabilidad sólo funciona en el corto plazo y tiende a desvanecerse. Además, has de contar con el desgaste que ocasiona tener que resistir las tentaciones una y otra vez. Esto te consume energías que, conforme avanza el día, se agotan, incrementando la probabilidad de caer en ellas....

Se puede mejorar

La gente creativa, ya sea artistas o inventores, gente de negocios o académicos, siempre piensa que hay mejores maneras de hacer las cosas. No debes limitar tus expectativas. Lo que aparece imposible hoy, lo es sólo en el contexto presente y según la manera actual de pensar. Tus capacidades son mayores de lo que crees, y sólo podrás completarlas si cambias de mentalidad y liberas tu imaginación. Tendrás que alcanzar un equilibrio entre lo real y lo posible. Lo real te hace ver tus limitaciones y dificultades. Lo posible te descubre que siempre puedes mejorar e innovar. Cuando reconozcas que todo y todos pueden mejorar, podrás estar seguro de ayudar a otros a hacer cosas significativas y con impacto. Te proporcionará la motivación para buscar siempre nuevas maneras de resolver los problemas y descubrir oportunidades....

Programación de la jornada...

Actuar habitualmente en modo “piloto automático” te lleva a consumir el tiempo de que dispones sin ser muy consciente del uso que haces de él. Te es difícil escapar de todo lo trivial que, cuando menos lo esperas, se introduce en tu jornada. Pasas entonces a prestar más atención a las tareas superficiales y abandonas las que te exigen más concentración. Es bueno que adoptes el hábito de preguntarte a lo largo del día… ¿qué es lo más apropiado en lo que debería trabajar ahora? Aunque te pueda parecer algo extremo, esta práctica pronto se te hará imprescindible para sacar partido a las tareas de más valor. Tu programación podría organizarse así: Divide la jornada en bloques y asigna actividades para cada uno de ellos. No todo bloque debe ser dedicado a tareas relacionadas con el trabajo. Incluye períodos de descanso y tiempo para las comidas. La duración mínima de cada bloque debería ser de 30 min. Al acabar la programación del día, cada minuto debe quedar dentro de un bloque. Atente a la programación según avanza el día. Es habitual que al seguir ese programa aparezcan los primeros problemas: No has acertado con las estimaciones realizadas. Han surgido interrupciones y obligaciones inesperadas. Entonces, detente en cuanto puedas para revisar el programa del resto del día y redefinir los bloques de tiempo pendientes. No es extraño que en determinados días esta revisión haya que repetirla varias veces. Si eso te ocurre con excesiva frecuencia tendrás que buscar la manera de conseguir una mayor estabilidad, lo que pasa por: Aprender a predecir mejor el tiempo que te ocupará cada tarea. Programar bloques de tiempo de asignación variable. Pueden servirte para continuar con una tarea que dure más de lo esperado o bien ocuparlo en la...

Despejando dudas

Si tienes la responsabilidad conseguir cambios de comportamiento en ti mismo o en otros, ¿es mejor poner de manifiesto las ventajas que acompañan al cambio o los costes asociados a no cambiar…? Todo dependerá de si la percepción de ese nuevo comportamiento es la de una mayor seguridad o de más riesgo. Si cambiar resulta más seguro, habrá que hacer énfasis en las bondades derivadas de ese cambio y así se actuará con urgencia para conseguir cuanto antes esas ventajas. Pero si la percepción del cambio es arriesgada eso no funcionará. Ya se sienten cómodos con la situación actual, y los potenciales beneficios de cambiar no son nada atractivos ni motivadores. Es preciso entonces desestabilizar el estado actual de las cosas destacando los perjuicios que se ocasionarán si se sigue como hasta ahora. Confrontados con la garantía de unas pérdidas si no se cambia de inmediato, se hace entonces más llevadero el asumir ciertos riesgos. Cuando se discute sobre la conveniencia o no de innovar, los directivos se suelen inclinar por no asumir riesgos. Pero si se reflexionara sobre el modo en que esas mismas innovaciones en manos de los competidores podrían dejarles fuera de juego, la percepción del riesgo por no innovar se vuelve mucho más clara y la urgencia por cambiar más evidente. Para contrarrestar la apatía, la mayoría de los defensores del cambio buscan centrarse en mostrar una visión inspiradora del futuro, pero esto no debería ser lo primero ni lo principal. Si buscas que la gente asuma riesgos, necesitas mostrar lo que está mal ahora. Para empujar a que salgan de la zona de confort, has de cultivar la insatisfacción, la frustración o el disgusto por la situación actual y hacerles ver las pérdidas e inconvenientes en los que están...

¿A quién conoces…?...

Te será de ayuda en tu propio desarrollo estar cerca de personas que puedan enseñarte y transmitirte la experiencia que aún no posees pero que necesitarás en los próximos años. Saben lo que te podrá ser de utilidad y, por tanto, importante para ti. Han de ser suficientemente cercanos como para conocerte y saber tu situación, y estar razonablemente avanzados respecto a ti como para saber lo que vas a necesitar en los próximos años, por haber pasado antes ellos por esas mismas circunstancias. El desarrollo de estas relaciones tendrá un papel determinante en tu crecimiento profesional y está en tu mano poner los medios para dar con esas personas. Basta con que reconozcas lo necesario que es para ti dar con las personas adecuadas. Te van a ayudar a realizar mejor ese trabajo que tu solo no podrías. No es difícil encontrarlas. Suelen estar deseosas de ayudar precisamente a quienes no podrían lograr determinados objetivos sin su ayuda. Quizás se te hace difícil pedirles ayuda pues careces de una disposición natural para relacionarte con los demás. Pero eso puede remediarse. Basta con que pidas consejo a quienes conozcas con una buena capacidad para relacionarse. Pídeles que te orienten y completen aquello que a ti te falta. Cuanto más valores a la gente, te acerques a ellos, les seas de utilidad y les demuestres amistad, mejor te irá. Actuar así mejorará tu potencial y siempre merecerá la pena el esfuerzo que pongas....

Entrenando la concentración...

En el mundo digital actual resulta muy fácil desconectar de los temas importantes debido a las abundantes distracciones. Se calcula que una persona recibe cada día unos 34 gigabytes de datos e información y que un trabajador medio ve interrumpida su tarea cada tres minutos. Estos son sólo algunos ejemplos de cómo las distracciones trastornan la manera de trabajar y desbordan nuestra capacidad de concentración. Estar concentrado es una capacidad que puedes desarrollar mediante la práctica de ciertos ejercicios: Fija tiempo para cada tarea. La mente es capaz de identificar objetivos y asumir retos. El cerebro trabaja de manera automática para lograr los objetivos establecidos y superar los retos. Una vez bien definidos, la mente es capaz de concentrarse en las tareas necesarias para lograrlos, ignorando las posibles distracciones. Contar con un cronómetro es eficaz para recordar el objetivo y el tiempo asignado para acabar una tarea. Repítete la necesidad de concentración. Con la mente desbordada y confundida con cuestiones diversas, no es sencillo convencerse de la necesidad de concentrarse. Las distracciones pueden mitigarse si se aprende a controlarlas. Si estás en mitad de una tarea importante y algo te interrumpe o despista, puedes defenderte repitiéndote la necesidad de mantener la concentración. Haz descansos. Trabajar de forma continuada durante horas afecta a la capacidad de concentración. El cerebro pierde energías y se agota, lo que lleva a la pérdida de interés en lo que haces. Para evitarlo, abandona durante unos pocos minutos la tarea en la que te ocupas y descansa la mente. Da un corto paseo o respira aire fresco; recuperarás fuerzas y oxigenarás el cerebro, lo que mejorará tu concentración. Un asunto cada vez. Trabajar en diferentes asuntos de modo simultáneo, confunde y da lugar a resultados mediocres y tareas inacabadas. Te...

Ponte en lo peor

Aunque muchos innovadores se muestran externamente llenos de seguridad y confianza, internamente esos sentimientos suelen mezclarse con otros de indecisión y baja autoestima. Han de luchar constantemente con la incertidumbre de si alcanzarán a cumplir su misión. Combatir lo establecido es siempre una lucha cuesta arriba, llena de barreras, fracasos y decepciones. Esos retos se pueden afrontar de dos maneras: la del optimista estratégico o la del pesimista a la defensiva. Los primeros anticipan lo mejor, permanecen tranquilos y se fijan unas expectativas elevadas. Los segundos esperan lo peor, se muestran ansiosos e imaginan todo lo que puede salir mal. Muchos asumirán que es mejor ser optimista que pesimista, pero los estudios realizados demuestran un desempeño similar en ambos casos. De hecho, la estrategia del pesimista que se pone a la defensiva puede ser de gran utilidad para abordar situaciones caracterizadas por el miedo, la ansiedad y las preocupaciones. Cuando se ven acosados por la inseguridad, los pesimistas no se permiten quedar bloqueados por el miedo. De modo consciente imaginan el peor de los escenarios para intensificar su ansiedad y tranformarla en motivación; se ven empujados a evitar esas circunstancias prestando atención a todos los detalles para asegurarse de no caer o equivocarse, lo que les proporciona una sensación de control. Cuando llega el momento decisivo están preparados para superarlo. Esta confianza no nace de la ignorancia o el autoengaño respecto a las dificultades a afrontar, sino de un análisis realista de la situación y la elaboración de un plan de acción exhaustivo. Esa manera negativa de pensar pone de manifiesto todo aquello que puede fallar y elimina toda complacencia; obliga a prepararse a conciencia y defenderse de cualquier posible riesgo. La clave está en hacer del miedo un amigo. La neurociencia sugiere que...

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