Catedrales
Hace ya muchos años, alguien preguntó a dos obreros que estaban realizando la misma actividad ¿A que te dedicas?
– Uno respondió: “Pongo tocho sobre tocho”
– Otro: “Construyo una catedral para la posteridad”
Lo cierto es que, en esta vieja y conocida historia, los dos tenían razón. El único cambio era la actitud mental de uno y de otro.
Sin duda, la capacidad para entusiasmarnos con lo que hacemos es algo que solo puede tener consecuencias positivas; en nuestro estado de ánimo, en la determinación para hacer un buen trabajo, y en definitiva en nuestra felicidad.
Independientemente de lo apasionante o no que nos pueda parecer a priori una tarea, seguro que encontraremos elementos de motivación asociados; en su contenido, en la responsabilidad, en los conocimientos a adquirir, en sus implicaciones, en las relaciones humanas o incluso en su trascendencia, como quien construye catedrales.
Esto no significa en absoluto que debemos resignarnos ante nuestra actividad profesional si esta no nos realiza. Eso jamás. Hemos defendido en este blog nuestra capacidad para liberar nuestro potencial hacia las actividades de mayor realización y consistencia con nuestro perfil y capacidades.
Pero si que, mientras tengamos la responsabilidad de realizar una actividad, nuestro enfoque mental hacia la misma, marcará nuestra actitud, comportamiento y en consecuencia nivel de satisfacción personal e impacto sobre los demás.