Blancos y negros. O quizás grises…
De vez en cuando nos encontramos con un un colaborador que está mostrando un rendimiento generalizado manifiestamente bajo. En ocasiones acompañado de un comportamiento también negativo y una nula predisposición al cambio o mejora. Es fácil además que, en ese contexto, todas las noticias e informaciones que nos lleguen de él por distintos cauces refuercen esa mala valoración.
Alguna reacciones habituales del manager, directivo o jefe directo son reforzar la supervisión, aumentar el estilo autocrático de acompañamiento, incrementar las reprimendas, en definitiva, tensar mas la relación con el colaborador. Todo ello fruto de la necesidad de conseguir un cambio en su nivel de rendimiento y, también, fruto del enfado que esa actitud en general nos genera.
Es fácil que esa situación concluya con la baja voluntaria del colaborador, alguna sanción o incluso el despido disciplinario.
La reflexión que queremos compartir al respecto es que, si bien es posible que la relación profesional haya entrado en una espiral irrecuperable que nos lleve a algunas de las situaciones finales descritas, debemos siempre tratar de entender que le esta sucediendo al colaborador.
Aquí mas que nunca el concepto de escucha y observación empatíca es plenamente aplicable. Es decir, debemos tratar de cambiar nuestro marco de referencia y ponernos en el lugar del colaborador, para mirar con sus ojos, incluso sentir con su corazón por difícil que eso parezca.
Si realmente hacemos ese ejercicio puede que nos llevemos algunas sorpresas y, desde el punto de vista del colaborador, existan algunos desencadenantes que, si bien no justifican su actitud, dan luz al porque de ese estado generalizado de bajo rendimiento.
E incluso, para nuestra sorpresa, en algunos de esos desencadenantes podemos tener nosotros alguna responsabilidad como managers, directivos o jefes, o quizás otra persona del equipo de dirección, o algún compañero, en definitiva alguien de nuestra organización. O quizás nos falta información para evaluar mas globalmente su rendimiento y no tenemos la correcta perspectiva. O quizás no hay nada de eso, y se trate de circunstancias mas personales del colaborador
El mensaje final es que, salvo algunas excepciones, en el mundo profesional, como en la vida, no existen muchos blancos y negros, o buenos y malos absolutos. Mas bien el color gris es el que predomina. Y aquel que nos parecía un negro claro en base a su rendimiento y/o comportamiento, cuando conocemos su intrahistoria es fácil que adquiera un color mas grisáceo.