¿Fidelidad o confianza?
Una de las cosas que tradicionalmente nos inquieta en el momento de seleccionar un candidato final y darle la oportunidad de incorporarse a nuestra empresa, es su disposición a vincularse a largo plazo con nuestro proyecto. Lógico, el coste de la incorporación, formación y adaptación de un nuevo profesional es alto, y deberíamos aspirar a que permanezca el tiempo necesario no sólo para retornar el coste de la inversión realizada en él, sino para cumplir por un tiempo relevante la función para la que le hemos contratado.
Sin embargo, debemos ser conscientes que en el entorno profesional actual, la vinculación de los profesionales con las organizaciones a largo plazo tiende a disminuir, desapareciendo cada vez más el paradigma de trabajo estable o para toda la vida, por el de trabajo por proyectos, etapas profesionales o marcos temporales en los que el trabajador y la empresa cubren determinados objetivos conjuntos.
En ese sentido, a la hora de seleccionar a un profesional deberíamos poner foco en la confianza que nos transmite para cumplir con el hito correspondiente para el que le hemos contratado, en base a su perfil competencial, así como para comportarse de acuerdo a los principios y valores de la organización, frente a su disposición inicial a mantener la fidelidad a largo plazo con la empresa. Posteriormente, las oportunidades que le transmitamos, el encaje final de la persona en la organización y las políticas de desarrollo de personas, marcarán el interés de ambos por dar más o menos continuidad a la relación profesional futura.
En definitiva la fidelidad pierde la batalla con la confianza, no en vano la fidelidad hace referencia a un futuro incierto y la confianza a un comportamiento inmediato desde su incorporación.