Ante determinadas circunstancias tienes claro que debes descartarte. Tu experiencia pasada te dice que no puedes aplicarte a algunas cosas: No hablas bien en público, no escribes bien, no eres buen comercial, se te dan mal las relaciones sociales, no tienes condiciones para… Lo tienes tan claro que cuando se presenta la ocasión simplemente renuncias a prepararte adecuadamente. De antemano das a conocer tu incapacidad para así ganarte la condescendencia de los demás. Pero tienes otra opción, porque igual sí puedes hacerlo bien si te pones a ello. ¿Cómo…? Siendo consciente primero de ese estado mental de derrota anticipada. Porque lo que das por hecho igual no se sustenta en una realidad bien establecida. Poniendo por escrito y analizando en detalle esos pensamientos negativos. Estudiando cuánto hay de verdad en esa actitud y cuánto procede de una percepción condicionada por el miedo a fracasar. Reconociendo los elementos positivos con los que sin duda cuentas y que puedes poner trabajar en tu favor. Elige entonces abandonar esa actitud victimista y actúa en la forma conveniente. No caigas en la trampa y asume el control. El resultado, en cualquier caso, será siempre mejor de lo que habías imaginado y dará origen a una espiral de...
Cómo trabajas
Cuando en el entorno laboral se habla de creatividad, con frecuencia lo que se busca es la manera de encontrar ayuda para mejorar la capacidad de ejecutar, de actuar con mayor eficacia. El origen de esa limitación se suele atribuir al entorno de la organización, a su dimensión, reducida o excesiva, a los directivos, poco competentes, o a los procesos establecidos, que impiden operar adecuadamente. Pero en vez de repartir las culpas, lo más sensato es asumir responsabilidades. A la vez que se debe reconocer que no hay un lugar de trabajo prefecto, también hay que aceptar que la mayoría de los retos son de índole personal. Es la actuación de la persona individual lo que determina aquello que se hace y la calidad con que se hace. En último extremo, lo que determina la eficacia es la capacidad para completar rutinas personales, para actuar de manera proactiva y no reactiva, para mejorar los hábitos de trabajo. Por eso es conveniente reflexionar sobre la manera de trabajar. Aunque todos anden muy ocupados, es imprescindible parar para analizar el modo en que se desarrollan las tareas y la manera de mejorarlas. Y en cualquier caso has de hacerlo en lo personal. Lo peor de cualquier rutina es que se sigue de modo inconsciente y es fácil acabar a merced de unas circunstancias cambiantes que condicionan el modo de trabajar. El estar continuamente conectado e informado se vuelve un inconveniente en la medida en que limita la posibilidad de pensar y actuar según los propios criterios. Pero la solución pasa por uno mismo. Puedes rendirte y acomodarte, dejarte arrastrar por los acontecimientos, o auditar tu manera de trabajar y asumir la responsabilidad de arreglarla para que responda a tus intereses. Sólo así podrás dejar huella en...
Reset
Hemos creado un entorno de trabajo y de vida que reproduce nuestro estado de alerta consciente. Buscamos estar conectados con todos y en todo momento para compartir nuestras ideas; y de esa necesidad nació y creció Internet. Eso tiene buenas y malas consecuencias. Nos conduce a la vez a estar centrados y distraídos. Pero el problema no es de la tecnología sino de nuestra incapacidad para desconectar de ella. Antes de que unas circunstancias graves te obliguen a ello, has de aprender a practicar de manera regular la desconexión. Idealmente, un día sabático a la semana de desconexión total. Actuar así te permitirá entrar en un estado de conciencia distinto, ajeno al trabajo y a la información de terceros. Es un modo de hacer un reset a la mente para recuperar el equilibrio. Quienes lo practican afirman experimentar cambios profundos en su vida: viven más el presente y la relación con las personas a las que aprecian, son más creativos y conscientes de la realidad, de aquello que es verdaderamente importante. Esta práctica debe complementarse con una programación diaria más ordenada del acceso a las tecnologías de comunicación para asegurar la eficacia y la productividad en unos tiempos de alta exigencia. Y lo mismo cabe decir del criterio de selección de las personas a seguir en las redes sociales. No vale dejar que los pensamientos de cualquiera contaminen tu mente e influyan en tus...
Activos y pasivos
Estas son las dos posiciones que puedes adoptar frente al cambio. Y no tienes otra opción que elegir una posición porque el cambio es constante. Y si crees que has visto suficientes cambios, agárrate por lo que está por llegar. El cambio es cada vez más acelerado como consecuencia de innumerables factores, tecnológicos, sociológicos, económicos… Y sin embargo, reconocerlo o predecirlo con exactitud no es lo más importante. De hecho, la experiencia dice que la mayoría de las predicciones serán equivocadas. Lo relevante es la actitud con que se afrontan esos cambios. Desde la experiencia de años (¿25…?) pilotando instituciones que se comprometieron a afrontar las amenazas de su entorno con transformaciones estratégicas y organizativas profundas, puedo afirmar que la única constante, aparte del propio cambio, es la configuración de dos grupos en la organización: los activos y los pasivos. Ambos grupos pueden definirse y describirse de muchas otras maneras: Los activos son los facilitadores, innovadores, visionarios, emprendedores, comprometidos, arriesgados, preocupados por el bien común de la organización. Los pasivos son los entorpecedores, autosuficientes, pesimistas, arcaicos, pusilánimes, cortoplacistas, obsesionados por su propia seguridad antes que nada. De hecho, llamarles pasivos no es del todo ajustado pues se mueven y mucho para defender sus posiciones, no dudando emplear tantas malas artes como sean precisas. Siempre me ha llamado la atención la paradoja de identificar el riesgo con la actitud de los activos, cuando lo debería ser asignarse con más propiedad a los pasivos, dado que oponerse al cambio es inútil. El verdadero peligro radica en quedarse donde siempre, que conduce a convertirse rápidamente en algo obsoleto respecto a un entorno que demanda creatividad, flexibilidad e iniciativa. Mi conclusión es que la imagen de nuestra sociedad depende del balance agregado entre los que empujan y los...
Haz algo
No te quedes quieto. Lee sobre temas de tu interés, comparte descubrimientos, pregunta en las reuniones, escribe notas y dalas a conocer, pon en marcha iniciativas, publica fotos o un video, emprende algo que te apasione. No te acomodes. Actuar así te proporcionará una identidad propia. De otro modo, si sólo haces lo que señala tu guión, pronto encontrarán alguien más barato que te sustituya....
Progresar
En contra de lo que pudiera parecer no todos están dispuestos a progresar en su trabajo, en su organización, o en su vida personal. Crecer significa cambiar y eso se acompaña de riesgos que algunos temen. Y con razón; tienen experiencias negativas por el modo en que les trataron cuando quisieron mejorar algo. Descubre quienes son esos que realmente están dispuestos a progresar para trabajar con ellos....
Recompensas
Las recompensas futuras pierden gran parte de su valor al descontarlas en el presente. No desprecies, por tanto, el valor de los incentivos a corto plazo (premios y penalizaciones) para modificar comportamientos....
Tendrás que incomodarles...
Tu responsabilidad directiva incluye el tener que llevar a tus colaboradores hasta el límite de su zona de confort para que aprendan a su vez a sentirse cómodos al poner a otros en situaciones difíciles. Cambiar, progresar, exige tanto dar más de uno mismo como ceder y amoldarse. Eso es lo que lo hace incómodo. Cuando se intenta algo nuevo es fácil abandonar al percibir las dificultades acompañantes. La frustración que eso genera es normal y requiere proporcionarles ánimo y estímulos. Para entrenarles a afrontar esas situaciones es necesario que les proporciones experiencias que les exijan esforzarse y dar más de lo habitual, hasta el punto de la incomodidad. La sociedad actual no sólo busca la comodidad sino que evita por todos los medios el poner a nadie en situaciones comprometidas, ya sean de orden físico, mental o emocional. Preocupa el generar rechazo, molestar a la gente o perder amigos. Por eso se prefiere dejar las cosas como están. De ahí la dificultad directiva para mejorar el desempeño de quienes desearían seguir sintiéndose cómodos. Pero eso mismo deberías aplicarlo para tu propio desarrollo. Si tienes a tu alrededor a otros que te exijan más de lo que te gustaría, te ayudarán a crecer con más rapidez que si lo intentaras en solitario. Habrás de esforzarte más allá del aburrimiento pero sin llegar al nivel de la ansiedad. No se trata del esfuerzo habitual de hacer más de lo mismo que has hecho siempre. Eso sólo conduce al estrés y al cansancio. Lucha por alcanzar esa zona de incomodidad que te permite estar inspirado y conseguir tus objetivos. Es entonces cuando descubres nuevos puntos de vista y aprendes a pensar de manera distinta. Tendrás que superar esa barrera cultural que lleva a no incomodar a...
Naufragando
Hay situaciones y proyectos en los que resulta más sencillo abandonarlos que pelear por ellos. Es difícil implicarse más en algo que ya no parece funcionar y surge la tentación de sabotearlo para recuperar la sensación de control en algo que marcha ya fuera de todo control. Las cosas pueden ir mal, pero no debes ser tu quien las haga naufragar....
Distánciate
Necesitas distanciarte para descubrir lo que se oculta en el sistema que observas y poder controlarlo. Observa cómo se desarrollan los acontecimientos y trata de comprenderlos. No te pierdas en los detalles pues te traerán confusión. Abandona prejuicios que te desorientarán. Suspende tus intenciones para ganar en claridad. Y calma tus emociones o te equivocarás....