¿Alguna vez te lo han dicho a la cara? Suele resultar ofensivo pues nos deja en evidencia de manera brutal. Parece que ser descubiertos no escuchando, de repente pone de manifiesto un montón de defectos propios. Y es especialmente “sangrante” cuando, por nuestra responsabilidad, escuchar es precisamente nuestra obligación primordial. Requiere humildad el reconocer que no sabemos escuchar y que es algo que debemos mejorar. Hacerlo bien tiene un impacto fundamental en la eficacia de nuestro trabajo y en la calidad de nuestra relación con los demás. Escuchar nos ayuda a obtener información, a comprender mejor, a aprender, a disfrutar… Por tanto, en la medida que mejoremos nuestra capacidad de escuchar, crecerá nuestra productividad, nuestra posibilidad de influir y persuadir, y evitaremos conflictos y malos entendidos. La manera para llegar a escuchar mejor es practicar la “escucha activa”, es decir, hacer el esfuerzo consciente de atender no sólo a las palabras que te dicen sino tratar de captar la totalidad del mensaje que te transmiten. Esto te obliga a prestar una atención muy cuidadosa a tu interlocutor. Las posibilidades de distraerse en una conversación son numerosas: lo que sucede a tu alrededor, los contra argumentos que tratas de elaborar, el aburrimiento… En esas circunstancias puede ayudarte el repetir mentalmente las palabras que estás escuchando; te ayudarán a estar centrado y a fijar el mensaje. Además, debes hacer ver a quien te habla de que estás escuchándole, que no eres una tapia sorda. Para ello deberás asentir de palabra y con la cabeza, además de expresar otros signos de lenguaje corporal que muestren tranquilidad y atención. Esto demostrará que sigues con interés la conversación. De manera complementaria, habrás animar a tu interlocutor a que siga hablando en la dirección que te permita obtener la información...
Acera del liderazgo
Algunas ideas sobre liderazgo que he leído en un libro reciente: No se aprende liderazgo en un aula ni se adquiere automáticamente porque te de nombren un alto cargo o te den una gran responsabilidad. El liderazgo se descubre y no existen atajos. El liderazgo consiste en encontrar y mantener la energía para crear un futuro mejor. Para ser un líder hay que sentir con fuerza las deficiencias de la situación actual y decidir hacer algo para cambiarla. Todo líder debe descubrir en primer lugar su fuente personal de energía. Para ello debe tener absolutamente claras dos cosas: su propósito, lo que quiere alcanzar, y sus valores, los principios que guiarán su actuación. Después se ha de dedicar a alinear la energía de los demás hacia la consecución de ese propósito compartido. Las tres palancas para conseguir la realización del propósito de la organización: El cerebro; su visión y estrategia. Define y establece la dirección. Los huesos; La estructura organizativa, disponer de las personas y los procesos adecuados. Está diseñada para ejecutar la estrategia. Los nervios; La cultura de la organización, lo que la gente hace cuando nadie mira. El líder concreta la cultura mediante la definición y comunicación de un conjunto de comportamientos claramente identificables. La mejor manera de comunicarlos es vivirlos. El líder refuerza la cultura alineando los sistema de reconocimiento y remuneración con el cumplimiento de los comportamientos deseados. La visión y la estrategia deben ser comunicados de manera que sean fáciles de entender y que motiven a la acción. Igual te...
¿Sabes escuchar?
Son muchos los que me habéis insistido en que trate el tema de saber escuchar. Seguramente, por no haberlo hecho adecuadamente, he retrasado esta nota de respuesta, a la que necesariamente deberán seguir otras. Objetivamente, la importancia de saber escuchar se pasa por alto con demasiada frecuencia. Estamos probablemente ante la competencia personal y profesional más necesaria, puesto que debería ser la más usada; y sin embargo, quizás sea la peor “ejecutada”. Si somos directivos o profesionales, es seguro que la mayor parte de nuestro tiempo de relación con otros debamos emplearlo en escuchar lo que nos dicen, por lo que resulta crítico hacerlo correctamente. En nuestra vida hemos asistido a múltiples programas de formación para desarrollar competencias diversas, pero pocos o ninguno de ellos han tratado de enseñarnos a escuchar. Como si fuera algo innato o espontáneo y que no hubiera necesidad de aprender. Sin embargo, en una conversación es frecuente caer en el defecto de estar pensando en lo que vas a decir a continuación, tan pronto encuentres un hueco, en ver de prestar atención a lo que te están diciendo. Ese tratar de colocar tus puntos de vista u opiniones te impide conectar con tu interlocutor. Y al actuar así no averiguas sus sentimientos y preocupaciones, por lo que no serás capaz de atenderlos adecuadamente. Mas aún. Una cosa es lo que te dicen y otra cosa lo que significan. Hay mucho más que te quieren comunicar y que no está en las palabras que emplean. ¿Eres capaz de identificar esa información implícita? Por tanto, calma, céntrate y presta una atención sincera a lo que te está diciendo ese colega, cliente, o empleado. Serás capaz entonces de utilizar lo que te dicen en beneficio propio y de tu interlocutor. Te sorprenderá...
Tu tribu
¿A cuál perteneces? Lamentablemente, pertenecer hoy a una tribu, pandilla, banda o clan suena extraño o incluso peligroso. Estos términos hacen referencia a una vinculación entre sus componentes más estrecha de lo que la palabra «grupo» transmite. Pertenecer a ellas proporciona la oportunidad de compartir valores, participar de conversaciones donde intercambiar honestamente ideas. Exigen tiempo y requieren esfuerzos, pero curan el individualismo y otros muchos defectos. Nos permite estar unidos por unos lazos estrechos y preservar la diversidad individual. Las redes sociales son una opción interesante. Suelen ser una buena manera de comenzar, pero no bastan. Otros grupos más habituales me parecen excesivamente repetitivos (fútbol, política…), internamente uniformizantes, y excluyentes en su relación con el exterior. No te lo pierdas. Busca tu tribu. Organízala...
¡No lo sé…!
¿Te cuesta decirlo? No puedes ser de esas personas a las que les cuesta decir que desconocen un asunto. Las hay, con demasiada frecuencia, que piensan que deberían saber lo que desconocen y eso les lleva a fingir. Pretenden saber, miran de adivinar, y acaban “metiendo la pata”. Es un lujo poder decir “no lo sé…”, y enormemente liberador. Es horroroso ser una de esas personas que parecen estar sometidas a la presión de tener que saberlo todo. Deben pensar que su valía ante los demás depende de tener siempre una respuesta a mano. Lo único que demuestran es una tremenda inseguridad y falta de autoestima. ¿Lo...
¡No lo hagas…!...
Vamos a tu agenda. Ahí está relatado el tipo de profesional que eres y las cosas que te interesan. Quizás no te guste lo que muestra de ti, pero desde luego no engaña. Hoy en vez de reflexionar sobre lo que debería estar en ella y no aparece, prefiero pararme en lo que no debería estar. Se trata de analizar esas actividades que haces y que no debieras realizar por alguna de estas razones: Carecen de interés y te hacen perder tiempo. No tienen nada que ver con tus objetivos profesionales o personales. Son tareas que deberían realizar tus colaboradores. ¡Delega! Te dispersan, por lo que no puedes dar lo mejor de ti mismo en aquello que es lo principal. Te suelen ocasionar estrés, al no dejarte hacer lo que debieras. Estas son algunas de esas cosas que no deberías hacer: Trabajar sin horario. Revisar el correo como primera actividad del día. Revisar el correo constantemente. Acudir a reuniones sin una agenda clara e interminables. Contestar llamadas de desconocidos. Dedicar tiempo a clientes que deberías haber despedido hace tiempo. Atender urgencias y no hacer lo importante. Estar conectado al teléfono o al ordenador de continuo. Comer solo. Dejar para mañana lo que deberías haber entregado ayer. Y algunas sugerencias complementarias: Pon esa lista de lo que no harás donde puedas verla. Actualízala cada mañana antes de ponerte a trabajar. Compártela con tus colaboradores: La ayuda será mutua. Añade durante el día aquellas cosas que sean causa de desviaciones. Escribe tu lista de las cosas que no has de hacer. Y ¡prepárate…! Es más difícil de cumplir que la lista de cosas que deberías...
Hábitos
El dinamismo del mundo actual te puede generar desánimo dada la rapidez de su progresión. Te parece que no eres capaz de estar al día de tantas cosas como suceden. Profesionalmente puedes estar confuso respecto a qué es lo importante a seguir, lo verdaderamente relevante y que evitará que quedes descolgado. Para realizar bien una tarea tienes que convertirla en hábito, es decir, la repetición persistente de esos mismos actos. Por tanto, ya sabes lo que tienes que hacer si buscas destacar en algo. No puedes escudarte en que no has nacido para ello. La experiencia confirma que podrás destacar en alguna o varias de esas novedades, tecnologías, tendencias…, si te dedicas a ellas el tiempo suficiente. Habrás de superar frustraciones y dificultades, pero si mantienes el esfuerzo lograrás avanzar e incluso convertirte en un experto. Para ayudarte a lograrlo puedes tener en cuenta estos puntos: Elige lo que te apasione. Te proporcionará la motivación que te ayudará a perseverar. Aborda lo más difícil primero y cuando estés con más energía. Lo más probable es que empieces el día con esas tareas. Practica sin interrupción. Repite las actividades y nunca les dediques más de 90 minutos cada vez. Luego dedícate a otras cosas. La frecuencia de repetición dependerá de tu compromiso y disponibilidad, pero los más profesionales no suelen dedicar más de 4 horas al día. Desarrolla rutinas. Es la mejor manera de asegurar que la dificultad de la tarea no te venza. Con el tiempo el esfuerzo será cada vez menor. Elige un mentor. Probablemente no deberás acudir a él más que una vez a la semana. Te corregirá posibles desviaciones y te ayudará a decidir hasta dónde llegar. Desconecta periódicamente. El descanso ayudará a que te recuperes del esfuerzo y a fijar...
Celebra los pequeños éxitos...
La mayoría sólo piensa en celebrar las grandes victorias. Y a la vez, ante el menor contratiempo estallan enfadados. Y si muestras tu emoción por una pequeña victoria…, parece que te miran mal. No les parece justificado ni equilibrado. Todos seríamos más felices si compartiéramos nuestra emoción por alcanzar esos pequeños logros. ¿Qué celebrarás...
Confianza
Es difícil de conseguir y muy rápida de perder. Es lo que sustenta una relación de amistad y a la que sólo se llega tras mostrar en muchas ocasiones que te haces merededor de ella. Para lograrlo habrás de actuar en toda ocasión buscando el bien del otro, independientemente de quien sea, sin esperar reciprocidad. En tu caso ofrécela. Si te parece arriesgado…, lo es menos que no hacerlo. Te ayudará a conseguirlo si: Hablas claro Demuestras respeto Eres transparente Pides perdón si te equivocas Te muestras leal Trabajas bien No te escondes Miras de mejorar Evitas defraudar expectativas Rindes cuentas Sabes escuchar Cumples lo que prometes Crees en los demás Ya podemos...
¿Qué has logrado…?...
Es la pregunta pertinente para estos días y esta época del año. Tienes muchos objetivos y sin embargo, cuando revisas lo que has alcanzado en los últimos tiempos apenas puedes identificar algunos logros. No es que no hayas trabajado, es que te has centrado en las actividades y has perdido de vista el objetivo. El activismo puede llevarte a realizar infinidad de tareas pero los resultados se te resistirán. Y dado que nos evalúan y premian por nuestro rendimiento, que son los logros los que nos producen satisfacción, es preciso cambiar esa dinámica. Quizás te ayude el planificar los resultados que esperas alcanzar las próximas semanas. Hacerlo así te ayudará a centrarte en su consecución y tus actividades sólo tendrán sentido en la medida que se subordinen a la obtención de esos logros. El resto de ellas son secundarias, deberían esperar o incluso las podrías eliminar. Evitarás la dispersión y te sorprenderá la mejora de tu eficacia. Prueba con tu principal objetivo...