La llave de la ejecución de la estrategia...

La implantación de la estrategia es probablemente el reto principal de la actividad directiva. En pocas organizaciones se lleva a cabo de manera correcta y es más consecuencia de un arte o intuición que de una ciencia. En pocos casos pueden señalarse empresas que tengan un proceso de ejecución de la estrategia que esté bien definido, documentado, comunicado y puesto al día. Definir una estrategia es sencillo: se reúne información relevante, se organiza una reunión de trabajo con directivos, se ordenan las ideas, se establecen objetivos y algunos planes de actuación. Pero el final de este proceso coincide de nuevo con el trabajo diario y los asuntos urgentes; y lo importante entonces se olvida.Que la estrategia sea buena es más complicado, requiere el dominio de conceptos y metodologías apropiadas e incorpora mecanismos para asegurar su ejecución. Algunas sugerencias para poder conseguirlo: Centrarse en unos pocos objetivos estratégicos. Identificar los indicadores adecuados que miden el avance hacia la consecución del objetivo. Establecer prioridades en las iniciativas a desarrollar para lograr los objetivos. Poner en marcha programas que generen resultados. Comprobar los avances en relación a las metas establecidas.   Nada nuevo bajo el sol. Lo determinante, una vez más, no es saber lo que hay que hacer, sino llevarlo a cabo.  Aquí necesitamos la capacidad de los directivos para realizar con eficacia lo que se espera de ellos, es decir, que hagan lo correcto. Y cada día lo...

Eficaces tomadores de decisiones...

El deber de todo directivo es el de ser eficaz. De él se espera que lleve a cabo lo que es correcto. Sin embargo, si bien es habitual encontrar directivos inteligentes, con grandes conocimientos e imaginación, los propiamente eficaces suelen brillan por su ausencia. Parece que nadie les ha explicado que su perspicacia sólo se traduce en eficacia mediante su aplicación a un esfuerzo intenso y sistemático. La inteligencia, la imaginación y el conocimiento son recursos esenciales pero sólo la eficacia es capaz de convertirlos en resultados.   Del trabajo manual nos interesa la eficiencia, lo que puede entenderse como la habilidad de hacer bien las cosas. Estos es distinto de la habilidad de hacer lo correcto, es decir, de hacer las cosas que se han de hacer. En las organizaciones actuales, la mayoría de los empleados trabajan con sus conocimientos, más que con sus habilidades manuales. Esto hace que los sistemas de control desarrollados para los trabajos predominantemente manuales no sirvan para evaluar a los profesionales. Para determinar su eficacia debemos fijarnos en si el trabajador está haciendo lo correcto, lo que se ha de hacer, lo que es apropiado. Tradicionalmente, en la formación de directivos se ha prestado poca atención al desarrollo de la eficacia, cuando ésta podría considerarse como la tecnología propia a utilizar por quienes trabajan con sus conocimientos. Es importante caer en las siguientes consideraciones: A los profesionales actuales no se les puede supervisar estando muy encima de ellos. Sólo se les puede ayudar. Son ellos quienes deben ser capaces de dirigirse a sí mismos para poder ofrecer su mejor contribución y alcanzar su mejor desempeño, esto es, ser eficaces. Conseguirlo es importante. Su motivación depende de su capacidad para ser eficaz, para alcanzar determinados logros. Si no es...

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