Cambiar agota

Las empresas pueden comprometer esfuerzos y recursos considerables para poner en marcha nuevas iniciativas. Pero mantener esos impulsos para realizar cambios significativos en contra de la inercia institucional es un reto de primer orden. Ningún proceso de transformación es inmune a la fatiga, aunque pueden darse algunos pasos para prevenirla. Algunos equipos pueden verse abrumados por la dimensión y complejidad de los cambios. Pero quienes los dirigen con eficacia pueden diseñar pequeños proyectos con hitos frecuentes que generen una cadena de logros continuada. Pueden centrarse también en mantener unos objetivos sencillos y de limitado alcance o engrasar los procesos organizando las tareas de manera secuencial y progresiva. También deberán preocuparse de contener la rotación en los puestos de más responsabilidad para evitar que su ejemplo lleve al desánimo y escepticismo a los más jóvenes. Los directivos intermedios juegan un papel determinante en los programas de gestión del cambio pues actúan como sus mayores defensores y aseguran la continuidad. El asignarles responsabilidades reales liderando equipos con cometidos importantes y premiarles generosamente sus esfuerzos contribuye a que la transformación institucional se complete....

Esfuerzos por mejorar...

Aunque la mayoría de la gente piensa que esforzarse por conseguir determinadas cosas, (como coches, casas, dinero, posición social) les hará felices, la realidad es que esas cosas no proporcionan ni de lejos la satisfaccion estable y de larga duración que genera el ser mejor en algo que se hace. Por el contrario, la motivación continuada por aprender y mejorar hace que superarse sea infinitamente más divertido y satisfactorio. Cuando se consiguen aquellas cosas materiales, raramente se siente uno satisfecho. En sí mismas son sólo un cebo. Perseguirlas te obliga a crecer y es ese crecimiento, no la recompensa directa, lo que importa. Esto significa que, para muchos, el éxito está en esforzarse y crecer tan eficazmente como sea posible, es decir aprendiendo rápidamente acerca de uno mismo y de lo que les rodea y entonces cambiar para mejorar....

Es doloroso

Para ganar en fortaleza te has de esforzar más allá de tus propios límites y eso es doloroso. Esto vale tanto para el desarrollo físico como intelectual, y especialmente cuando has de hacer frente a la dura realidad de las propias imperfecciones. Sin embargo, la mayoría de las personas instintivamente rechazan el dolor. No hay modo de evitar ese daño, especialmente si persigues metas ambiciosas. Lo creas o no, tienes suerte de experimentar ese tipo de dolor; si lo abordas adecuadamente te señala la necesidad de encontrar una solución que te permita progresar. Si eres capaz de racionalizar esa molestia, reflexionando sobre ella en vez de evitarla, podrás aprender y progresar con más rapidez. Pronto te acostumbrarás y no sabrás operar de otro modo. Se trata de adquirir ese hábito. Los retos a los que te enfrentas te ponen a prueba y te fortalecen. Si no tropiezas con la suficiente frecuencia, es señal de que no estás empujando con fuerza más allá de tus límites, y, por tanto, no lograrás maximizar tu potencial. Ese proceso puede ser tan estimulante que llegará a volverse adictivo....

Arremángate

Ahora que tienes un nuevo trabajo, arremángate y trabaja duro, con coraje y determinación, en cosas que supongan verdaderos retos. No hay otra opción válida. El futuro está en manos de quienes asumen su responsabilidad y se arremangan sin titubear. Con esa actitud podrás alcanzar lo que te propongas. Pero no pienses en logros personales sino en la contribución que puedes hacer a tu organización. Acude a trabajar con la mentalidad de descubrir qué puedes hacer por tu empresa. Pregunta en qué puedes colaborar y encontrarás mentores que te ayuden. Y obtendrás resultados destacados y oportunidades de crecimiento y desarrollo. Lamentablemente no son muchos los que se caracterizan por presentarse a trabajar cada día con esa actitud. ¡Mejor para ti!...

Pequeñas victorias

Tener objetivos de largo plazo, y trabajarlos a conciencia todos los días es el sello que caracteriza a los directivos con coraje. Los grandes objetivos señalan la dirección a seguir y estimulan a las personas, pero si sólo te quedaras en eso estarías perdido. El camino del éxito se construye mediante pequeñas victorias. Incluso los logros más grandes y gloriosos se fundamentan en esos otros éxitos más modestos que te hacen avanzar. Tu papel como directivo te debe llevar a estructurar lo que haces con tus colaboradores como una serie de pasos asequibles, que lleven a tomar mejores decisiones, que sostengan la motivación, y que ayuden a mantener la tranquilidad. Cuando elaboras un reto excesivamente ambicioso, complejo o difícil, tu gente se asusta y se bloquea. Tus colaboradores piensan y actúan con más eficacia cuando se enfrentan y conquistan retos más modestos y asequibles. Un buen directivo sabe que cuando se centra en las pequeñas cosas, las grandes acaban saliendo solas. Mira de dividir los problemas en varios retos más sencillos y habla y actúa como si cada pequeña tarea fuera algo que tus colaboradores pueden realizar sin excesiva dificultad. Si lo haces así, transmitirás calma y confianza e incitarás a una actuación más eficaz....

La regla de los 5 segundos...

La encontrarás en el libro de Mel Robbins, The 5 Second Rule: Transform Your Life, Work, and Confidence with Everyday Courage. Es una regla sencilla, capaz de superar las resistencias del cerebro para generar cambios de comportamiento que ayuden a conseguir grandes metas. Su uso es muy simple: La aplicas cuando sientes el impulso de actuar para realizar un objetivo o un compromiso, o cuando dudes en hacer algo que sabes que deberías hacer. Consiste en contar hacia atrás, 5, 4, 3, 2, 1 y actuar. El contar te ayuda a centrarte en el objetivo y te distrae de las preocupaciones, miedos e ideas que te frenarían a actuar. Contar y tomar la inicitiva son acciones que llevas a cabo. Al forzarte a actuar, cuando lo normal sería detenerte en consideraciones, genera un efecto de cambio poderoso. Mientras cuentas, te olvidas de las preocupaciones y centras la atención en lo que necesitas hacer. Te fuerzas a actuar e interrumpes la tendencia a vacilar, a pensar más de la cuenta, y resistirte. Puedes utilizar esta regla cuando necesites cambiar de comportamientos, desarrollar nuevos hábitos, abandonar tendencias destructivas o desarrollar el autocontrol para ser más intencionado en las relaciones con los demás. Te ayudará a descubrir el coraje que necesitas para hacer cosas nuevas, problemáticas o que te asusten. Esta regla calmará tus dudas y te generará confianza al empujarte a perseguir lo que deseas, a compartir tus ideas, a participar en proyectios ambiciosos, o a ejercer el liderazgo. Ganarás en control mental para superar los pensamientos negativos y acabar con esa ansiedad interminable que te lastra. A miles de personas les está funcionando…...

Elige aprender

Las diferentes convicciones y los conflictos de intereses impiden ver las cosas con los ojos de los demás. Si lo piensas, no ponerse en el lugar de los otros, carece de sentido y no trae nada bueno. Se puede entender que te guste sólo lo que te beneficia y que te desagrade todo lo que te perjudica, pero esto no significa que puedas calificar las cosas de modo absoluto como buenas o malas según el modo en que te afecten. Sería aceptar que tus deseos individuales son más importantes que el bien común. Las personas y las organizaciones son imperfectas, pero capaces de mejorar. Por eso es mejor no esconder los errores, aparentando ser impecables, sino reconocer los defectos y ocuparse de ellos. O aprendes las lecciones que te enseñan de tus errores y perseveras, o te verás abocado al fracaso. La clave está en equivocarse, aprender y mejorar de inmediato. Si aprendes y mejoras de continuo, progresarás. Lo que alcances a ser dependerá del modo en que decidas abordar las cosas y de las relaciones personales que establezcas. Habrás de decidir hasta qué punto pones tus intereses por delante de los ajenos, y lo tendrás que hacer de continuo, pues las circunstancias habituales te obligarán siempre a elegir....

Intuición

¿Debes fiarte de tus intuiciones a la hora de tomar decisiones? No puedes evitar que influyan en tu juicio, pero sí identificar cuando lo están sesgando y tenerlo presente para asegurar que reduces el riesgo de tu toma de decisiones. Tus intuiciones se construyen como una sístesis de la experiencia que has acumulado y te llevan a formular juicios y emprender acciones sin hacer consideraciones conscientes ni lógicas. Parece que esas valoraciones que haces responden a una evaluación inconsciente de las emociones asociadas a recuerdos más que a un análisis racional de pros y contras. Dada la influencia de esas emociones positivas y negativas, podría defenderse que los directivos nunca deberían confiar en sus intuiciones y basarse únicamente en un análisis lógico y objetivo. Sin embargo, no puedes escapar de su influencia: Condicionan el modo en que ves una situación, las opciones que eliges analizar, a quién buscas consultar y a quién no, si reclamas más información o no, si debes dedicar más tiempo a su estudio, etc. Para saber cuándo fiarte de las intuiciones puedes seguir estas reglas: El grado de familiaridad con la situación. Esto se determina revisando las principales incertidumbres de la situación y decidiendo si cuentas con la suficiente experiencia. Esas inquietudes las puedes concretar identificando qué cosas pueden fallar y determinar después si tienes experiencia como para juzgarlas. Si cuentas con información de los resultados de situaciones anteriores. Toda experiencia previa es útil si te enseñó algo. A quedado asociada entonces a una emoción positiva y a un juicio acertado. Reconocer si tus emociones están sesgadas. Has de separar lo que a ti te ocurrió en una determinada ocasión de lo que habitualmente experimenta la mayoría de la gente. Identificar influencias inapropiadas. Tu conveniencia o intereses personales pueden inconscientemente...

El difícil equilibrio...

Todo directivo tiene que encontrar el equilibrio entre gestionar en exceso o no gestionar apenas. Quienes son excesivamente asertivos pueden dañar sus relaciones con superiores, colegas y colaboradores. Pero quienes no lo son lo suficiente, no empujarán lo necesario a los miembros de su equipo para lograr los objetivos más exigentes. Los que adoptan una actitud intermedia demuestran ser más eficaces y con mejores perspectivas de éxito futuro. Un directivo eficaz sabe que muchas veces es mejor dejar a la gente a su aire, que estar muy encima de ellos o no influye en su desempeño, o lo destruye por completo. Mientras que los directivos extremadamente controladores piensan que sus indicaciones e implacable seguimiento aseguran los resultados. Esos directivos pesados también deterioran el desempeño con sus incesantes e inútiles preguntas que no hacen más que interrumpir el trabajo de la gente. Los colaboradores que se sienten continuamente observados son menos creativos y evitan meter la pata delante de sus jefes, moviéndose sólo dentro de líneas establecidas y seguras. En ciertas ocasiones, la mejor dirección es la que no se ejerce, o la menos intervencionista. Eso no significa que un buen directivo sea el que ignora por completo a sus colaboradores o quien les agobia con su susceptibilidad. Hay veces en que es preciso formar a las personas, mostrar disciplina, comunicar la dirección a seguir, e intervenir de mil maneras. Tu trabajo directivo consiste, la mayor parte del tiempo en no hacer daño, pendiente sólo de intervenir cuando algo se desvíe para corregirlo. Los buenos directivos ocupan su jornada buscando ese punto de equilibrio entre el interferir poco o en exceso, supervisando pero sin agobiar, incordiando cuando sea necesario para sacar lo mejor de su gente pero ganando su respeto y no su desprecio....

Ser transparente

No has nacido conociendo lo que es verdadero. Lo has descubierto por ti mismo o lo has aprendido de otros en los que confías. Ese aprendizaje es el resultado de un circulo virtuoso que empieza por la toma de decisiones, continúa con la observación de los resultados y acaba en una mejor comprensión de la realidad, de lo que es cierto y lo que es falso. Mostrarse transparente y actuar con amplitud de miras hace más eficiente ese proceso porque clarifica lo que haces y porqué lo haces, tanto para ti como para los que te rodean, lo que evita malos entendidos. Esa actitud llevará a que otros se muestren dispuestos a manifestarte sus opiniones. Ciertamente te expones más y puedes ser vulnerable a las críticas, pero a cambio podrás aprender mucho más de todos ellos. Debes estar dispuesto a hacer las cosas de ese modo propio y singular que consideras es el correcto, y reflexionar después abiertamente sobre los resultados obtenidos. Actuar con transparencia en un mundo más preocupado por las apariencias y el fingimiento, resulta al principio embarazoso, pero cuanto más se practica más natural se siente. Se trata de un verdadero hábito que se ha de desarrollar y que lleva tiempo. Cultivarlo en las organizaciones es un trabajo exigente y costoso, es polémico y reclama constancia, no es sencillo de crear y un desafío mantenerlo. Pero notarás sus efectos beneficiosos en la manera en que tomas decisiones y en las relaciones que estableces....

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