La toma de decisiones de los directivos se ve condicionada de manera habitual por sesgos que condicionan la naturaleza del conocimiento disponible en el momento de ejercitarla. Un tipo de sesgo particularmente influyente en momentos de incertidumbre es el de la estabilidad. Se caracteriza por la tendencia a dejarse llevar por la inercia en situaciones de inseguridad y puede adoptar diversas formas: Enrocarse. La decisión se fija en un punto de partida inicial, sin querer considerar nueva información que llevaría a realizar algunos ajustes. Aversión a las perdidas. Se produce cuando se perciben de manera más clara y negativa los efectos de las pérdidas que las ventajas obtenidas por unas ganancias del mismo orden. La falacia de los costes incurridos. Por ella se presta toda la atención a costes del pasado no recuperables cuando se trata de decidir sobre posibles acciones futuras. El status quo. Lleva a preferir mantener la situación actual si no hay presiones excesivas para cambiar. Es particularmente importante vigilar y corregir estos sesgos en los entornos tan cambiantes en los que nos movemos. Se pueden contrarrestar estableciendo objetivos ambiciosos para la organización, imposibles de lograr si se mantiene la manera acostumbrada de operar. O también reduciendo el presupuesto disponible, lo que obliga a decisiones complicadas de redistribución de los recursos y búsqueda de nuevas oportunidades....
No los rehuyas
¿Sientes ya la incomodidad? Es la señal de que has abandonado tu zona de confort. Si querías sentirte cómodo, no haber venido… Para enfrentar y derrotar un enemigo superior has de ser capaz de aceptar los peligros. A toda oportunidad le acompaña un riesgo y el miedo a lo desconocido. Ser osado significa tomar decisiones difíciles a pesar de los peligros. Si los rehuyes no podrás crecer ni desarrollarte. Ten la fortaleza mental para reconocer que ese riesgo es el signo de que has de afrontar el obstáculo que se te ha presentado. Notas relacionadas: Riesgos sobrevenidos Asume riesgos El valor de la incertidumbre Riesgo...
Da la cara
Tendrás que dar la cara si quieres que te reconozcan como un líder destacado y valiente. Son muchos los directivos que se esconden en su despacho todo el día y las consecuencias son evidentes: errores en las iniciativas que se emprenden, incapacidad para identificar las dificultades, desconocimiento de las oportunidades… Se necesita coraje para dar la cara ante los colaboradores, pero es determinante para ganar credibilidad. Si no asumes riesgos, si retienes información o no das un paso al frente, renuncias a ser reconocido como un líder fuerte y justo. Liderar desde la primera línea envía el mensaje de que nunca pedirás a otros que hagan lo que tu no sabes hacer. Esto sirve de motivación para quienes te rodean y les confirma tu actitud participativa y colaboradora. Notas relacionadas: Capacidades para el liderazgo Diles la verdad Los nuevos líderes ya andan por...
Nuestra intención
El porqué, el propósito del jefe o de la Dirección, es la referencia que orienta con claridad el camino y la intención. Es, en términos militares, el commander’s intent, que expresa de manera breve y directa a los responsables operativos, lo que deben llevar a cabo. Estos habrán de elaborar los planes correspondientes y comunicarlos a sus colaboradores. Y a la vez los deberían explicar al jefe para asegurar la alineación con sus intenciones. Esta última parte, lamentablemente, no suele realizarse, pese a que es un paso obligado para convertir la estrategia en resultados. Conocer el propósito del jefe despeja incertidumbres, no deja lugar a interpretaciones ni confusión, y permite ganar un tiempo precioso para diseñar iniciativas innovadoras que hagan ganar en eficacia. Esta definición del propósito puede establecerse al más alto nivel de la organización y también en el nivel de la dirección de los equipos de proyecto o de trabajo. Es aconsejable contar con esas reuniones en las que se compartan las líneas generales de los planes a desarrollar. En ellas se pondrán de manifiesto las posibles desviaciones respecto a las intenciones perseguidas. El rechazo a recibir indicaciones sobre lo que se debe hacer es universal. Cualquier profesional competente considera degradante que alguien le defina y controle sus tareas hasta el más mínimo detalle. Este comportamiento es desagradable e ineficiente. Y además ineficaz pues, por mucho detalle que se proporcione, nunca es posible dar respuesta a toda posible contingencia. En un entorno tan volátil como el actual, esa actitud conduce inevitablemente a la parálisis y al fracaso. Por eso dar a conocer el propósito del jefe es una manera mejor de delegar. Se trata de transmitir el porqué se han de hacer las cosas. Cuanto más se comprendan las razones que justifican las...
Experiencias de los clientes...
Está de moda en las organizaciones que ofrecen productos o servicios genéricos. Diseñan estos programas como manera de diferenciarse y el resultado es que, la mayoría, fracasan estrepitosamente. Las empresas pierden el tiempo y el dinero en cosas que no funcionan. Y adicionalmente malgastan credibilidad ante sus empleados e incluso los mismos clientes. La razón principal es que no puede funcionar algo que no está en la naturaleza del negocio. Si no es estratégico estar vinculado con el cliente, toda iniciativa que trate de atraerle será percibida como un engaño. Más aún, puede llevar a ignorar las verdaderas razones que mueven a los clientes a comprar esos productos o servicios genéricos, que por naturaleza son cambiantes, y para este tipo de empresas, impredecibles. La solución sólo pasa por abordar de manera consistente el construir una relación de confianza y duradera con cada uno de los clientes. No sirven los mensajes de las campañas de márquetin, ni las encuestas de satisfacción, ni los programas de formación en modales para la atención al público. Ni unos programas de selección de personal rediseñados, ni unos nuevos incentivos, ni la incorporación de nuevas tecnologías. No es que no deban existir, que son todos ellos programas obligados, sino que carecen de utilidad si no se acompañan de una verdadera consideración de esa vinculación con cada cliente como el centro de la estrategia. Y aún más cuando los productos o servicios son genéricos, pues no queda otra opción viable. El cambio necesario es más amplio y profundo. No puede quedar en la forma en que tratan al cliente los profesionales ni en los sistemas establecidos para atenderle, sino que reclama un cambio de estrategia. Requiere un compromiso absoluto que se ha de expresar como una transformación total de la organización. En...
Disputas inútiles
Es impresionante el tiempo que se pierde en el trabajo en las discusiones con colegas y colaboradores. Podrían denominarse conversaciones de frontón por ese ida y vuelta de argumentos que buscan vencer a toda costa. No se puede perder tanto tiempo y eficacia. Y te dejan en un estado mental y emocional penoso cuando no se resuelven. Para resolver ese mal hábito: Antes que nada, escucha. Aunque tengas la seguridad de estar en lo cierto y te apetezca discutir. Es iluso pensar que cuando escuchen tu lógica cambiarán de idea y se avendrán a tus razones. Si quieres persuadir a otros has de tener la disciplina de escuchar antes de manifestar tu posición. Sólo cuando se sientan escuchados podrán atender tus razones. Mientras tanto sólo pesarán en lo equivocado que estás. Escuchar no significa aceptación pero te ayudará a comprender sus puntos de vista y las posibilidades de colaborar, persuadir o corregir según la circunstancia. Discutir sólo crea resistencias mientras que escuchar te permite controlar la conversación. Renuncia a demostrar que tienes razón. Aunque así sea, no lo necesitas. Lo más probable es que esa discusión inútil no importe mucho. Concede o difiere pero avanza. Y si el asunto importa, busca comprender antes que vencer. Asume el control propio y de la situación, y verás como el comportamiento de la otra parte cambia al sentirse comprendida. Desiste de arreglar a los demás. Ese es el origen de la mayor parte de las discusiones, de las resistencias que encuentras. Pero ellos no te comprarán tus ideas. No puedes cambiar la forma de pensar de otras personas o sus opiniones, y sólo con suerte y paciencia, algunos comportamientos. Trata de que comprendan las consecuencias de ignorar tus observaciones. Puedes ayudarles, corregirles, pero no arreglarles. Para ganar tiempo...
Atención institucional...
Una de las tareas primordiales de la capacidad de liderazgo consiste en dirigir la atención institucional en el sentido adecuado. El talento radica en la capacidad para desplazar la atención hacia el lugar correcto y en el momento apropiado, en respuesta a la identificación de nuevas tendencias, de realidades emergentes, y para el aprovechamiento de oportunidades. Pero el éxito de una organización no depende de que una única persona capaz de centrar su atención en una decisión estratégica determinada, sino de la destreza de todos cuantos la componen y de una atención unánimemente compartida entre ellos. La atención en las organizaciones, como ocurre con los individuos, tiene una capacidad limitada. Se ha de decidir dónde concentrar la atención y las cosas que deben ignorarse. De hecho, las distintas funciones organizativas, como finanzas, marketing, recursos humanos, describen modos concretos que centrar la atención. También las organizaciones padecen del trastorno del déficit de atención. Se caracteriza por la toma de decisiones erróneas como consecuencia de la falta de información, de la ausencia de tiempo para la reflexión, de no prestar oídos al mercado, o de la incapacidad para concentrar la atención en lo que corresponde y cuando toca. La capacidad de liderazgo depende, por tanto, de saber captar y dirigir la atención colectiva. Lograrlo requiere tres elementos: Concentrar la propia atención, atraer y orientar la atención de los demás, y captar y mantener la atención de colaboradores y clientes. Los asuntos y objetivos que centran la atención de quien ejerce el liderazgo, guían el interés de quienes le siguen. Sus decisiones estarán determinadas por lo que hayan percibido que es importante. De ahí la carga adicional de responsabilidad del directivo para orientar la atención de aquellos a su cargo. La estrategia describe la orientación de la...
Inflexibles
A lo largo de la jornada se te presentan innumerables ocasiones en las que te ves tentado a renegociar contigo mismo los compromisos asumidos y que son la base de tu productividad. Esas seducciones se presentan como excepciones en apariencia muy razonables: Una crisis inesperada, el cansancio acumulado, una oportunidad sobrevenida… Tanto, que te ves muy predispuesto a saltarte las rutinas establecidas. El problema es que esas excepciones tienden a acumularse y ceder a ellas significa renunciar a lo que tú mismo considerabas como lo más importante. Una supuesta flexibilidad te empuja a renegociar tus prioridades, lo que puede llegar a destrozar tu capacidad de rendimiento. Si quieres alcanzar una productividad destacada y lograr esos objetivos que te has propuesto estás obligado a mostrarte inflexible, comprometiéndote con un régimen sin excepciones. Te toca determinar esos objetivos innegociables y establecer las barreras que no querrás saltarte....
El valor de la incertidumbre...
Han pasado ya tres años de dos artículos desarrollados en este blog, Ventaja Transitoria y Estrategia Exploradora, que me parece oportuno revisitar. Estos términos siguen teniendo validez para describir las ventajas estratégicas de las empresas actuales, que ya no deben calificarse con la antigua denominación de competitivas. En un entorno en el que se ha establecido como norma la incertidumbre derivada de infinidad de factores, como cambios regulatorios, desaparición de mercados, desastres ambientales, ataques terroristas o catástrofes naturales, los directivos no deben ocuparse tanto de establecer estrategias de control de riesgos sino definir estrategias que descubran el valor que subyace en la incertidumbre. Las primeras, las de control de riesgos, se centran en incrementar los procesos burocráticos para limitar los efectos de amenazas no anticipadas y evitar la asunción de riesgos, minimizando así las pérdidas potenciales. Las segundas se caracterizan por la toma de decisiones osadas y la implantación de cambios disruptivos, en busca de oportunidades en los mercados. Las primeras son fácilmente copiadas de manera reactiva y comprensible por la mayoría de las empresas del sector, anulando toda posibilidad de diferenciación, y las segundas convierten a las empresas en singulares por el desarrollo de propuestas innovadoras y atractivas para los clientes, que de rebote pasan a ser percibidas como valiosas por los inversores y demás socios. La mejor manera de preservar el valor de la organización no es tanto el control de los riesgos como descubrir nuevo valor en las oportunidades que acompañan a la incertidumbre, a la que se debe convertir en un activo. Ese valor se genera por alguna de estas vías: Aprovechando nuevas oportunidades de crecimiento y de ingresos. Mejorando el retorno del modelo de negocio mediante una mayor dedicación de la atención directiva y de la asignación de capital a resolver las...
Para ser ágiles
Para prosperar en un entorno complejo, incierto y ambiguo, las organizaciones, que podríamos calificar como ágiles, precisan contar con una mayor adaptabilidad y un elevado compromiso. Se puede servir mejor a los fines de aquellas si se siguen los siguientes principios: El valor de la satisfacción del cliente. La obsesión por el beneficio económico conduce a pensar sólo en el corto plazo y a un escaso nivel de compromiso. Poner el foco en la satisfacción del cliente y proporcionarle valor de forma continuada es la manera de cumplir con los fines de la organización. El beneficio es el resultado de dar valor a clientes satisfechos. Asumir la complejidad. Los modelos de gestión centrados en las predicciones y el control no sirven para desenvolverse en entornos complejos que plantean retos distintos de los experimentados en el pasado. Las nuevas organizaciones saben cómo asumir la complejidad y hacer de ello una ventaja diferencial. Transparencia absoluta. Toda la información ha de estar fácilmente disponible para que las personas tomen decisiones bien informadas. Esto permite la adaptación al cambio, mantenerse flexibles y mejorar continuamente. Promover el compromiso. Para hacer frente a la complejidad, el compromiso y la capacidad de resistencia son más apropiados que la búsqueda de la eficiencia. Sin compromiso no se puede generar valor ni innovación. Conceder autonomía. La nueva tipología de los equipos eficaces se caracteriza por su carácter multidisciplinar, su colaboración para la obtención de resultados, su sentido de una visión compartida y la capacidad de autonomía. Son la mejor herramienta para tener éxito en un entorno complejo. Humanización de los sistemas. Significa alejarse de los modelos mecanicistas que considerarlas personas como recursos intercambiables, que obedecen ciegamente a instrucciones orientadas a la obtención de la máxima eficiencia. Ahora las personas se han de organizar...