Prediciendo

Una característica que marca el paso de amateur a profesional es la capacidad de hacer predicciones. Predecir es conocer lo que va a ocurrir a continuación. Esta capacidad te permite saber exactamente lo que has de hacer para alcanzar determinados resultados. Delante de tus clientes, conocerás lo que te van a decir, sus objeciones, y cómo van a reaccionar a tus respuestas. Esa anticipación es un activo de todo profesional y suele pasar desapercibido. Se gana mediante la observación cuidadosa y la asunción de la responsabilidad de todo cuanto ocurre, de tu convencimiento de mantener el control. Actuar así te lleva a identificar determinados patrones y a responder con rapidez con tus propuestas. Ese conocimiento es crítico para superar contratiempos y lograr tus objetivos. Tu confianza crecerá y tus resultados aumentarán. La predicción del futuro no es adivinación sino la consecuencia de estudiar el pasado con detenimiento, y eso es efecto del compromiso dedicado....

Temperamentos

No todos somos iguales. Quizás eres de los que les gustan las cosas bien hechas; o de los valoran por encima de todo la calma y la paz. No serás entonces de natural entusiasta ni una persona demostrativa, pero destacarás por tu perseverancia y tenacidad. O quizás te caracterizas porque te gusta lo divertido, o seas de los que prefieres las cosas hechas a tu manera. Probablemente te mostrarás entonces apasionado por todo aquello que te interesa, aunque a la vez pierdas ese interés con rapidez y pases enseguida a otro asunto apasionante. Se trata de que tengas presente cuál es tu temperamento y orientes tu pasión hacia esos proyectos que mejor se adapten a ti. Y que no pierdas de vista su importancia, el papel que representan de servicio a los demás. Eso te recordará porqué tenía sentido esa iniciativa y mantendrá vivo tu interés....

Los detalles

El secreto del éxito en cualquier ámbito de la vida está en la observación cuidadosa de los pequeños detalles. Todo el mundo presta atención a las grandes cosas, sin considerar que están formadas de multitud de pequeños elementos que, si se ignoran, se agrandan y se vuelven difíciles de manejar. No todos tienen la capacidad de hacer cosas monumentales, de ser personajes públicos destacados… Pero cada uno es capaz de sobresalir de la media apoyándose en la infinidad de esas pequeñas cosas a las que atiende y que para el resto pasan desapercibidas o son despreciadas. Quien ha adquirido el hábito de cuidar los detalles es capaz de responder a las exigencias de los grandes retos. La grandeza de una persona está en las sencillas palabras de amabilidad, en los pequeños sacrificios personales en beneficio de los demás, en el agradecimiento por los servicios recibidos, en la utilización diligente de los talentos propios. Esas tareas aparentemente insignificantes, bien realizadas, te proporcionarán las mayores recompensas, y si las abandonas, te ocasionarán un perjuicio incalculable. Cuídate de ellas cuando se presenten en tu vida. No las deseches por su aparente poca importancia pues se volverán relevantes. Las que decidas hacer o las que optes por ignorar serán la medida de tu profesionalidad. La realización de esas pequeñas cosas es lo que transmite mayor seguridad, a ti mismo y a quienes te rodean. Son la fuente de confianza y de valor ante los demás. Piensa en ellas y considera qué es lo que dicen de ti cuando las desprecias, los riesgos que asumes, la pobre calidad que aceptas, el valor que pierdes… Es en esas pequeñas cosas donde se notará tu impacto, donde dejarás huella....

Apagafuegos

Trabajar en modo “apagafuegos” elimina distracciones y ayuda a completar proyectos importantes. Se sabe lo que se ha de hacer a continuación y se ejecuta. Estar obligados por lo urgente e inmediato minimiza la necesidad de planificación. No hay lugar para las dudas acerca de qué hay que hacer, quién debe participar, o qué significa acertar. Vivimos en una sociedad dominada por lo urgente, lo que lleva a ser muy eficaces viviendo, trabajando y pensado de manera reactiva. Esto es una suerte si únicamente se ha de reaccionar a una sola cosa urgente, pero lo ordinario es tener que atender a varias urgencias a la vez. Pensar en sacar tiempo para uno mismo es visto como el colmo del egoísmo. Te reclaman que hagas algo de inmediato; pero para preocuparte por algo has de ser consciente de que existe el problema y eso requiere pausa y reflexión, tiempo del que no dispones. El peaje que se paga por este estilo de vida es elevado. Perjudica al cuerpo, a la mente, a las relaciones, al espíritu. La tiranía de lo urgente no funciona. Cada vez son más los afectados y tienen mayor conciencia de ello. Escapar de ese círculo vicioso de lo urgente requiere esfuerzo. Adquirir el hábito de planificar implica alterar el modo de vida que alimenta esos fuegos continuados. Como no tienes un momento, no sacas tiempo para disponer de él y por tanto siempre andas rezagado, sin energía, exhausto y dolorido, sin fuerzas para hacer ejercicio o comer bien, sin capacidad para establecer o renegociar barreras y compromisos. El vórtice de lo urgente te arrastra al abismo. Y cuando más tardes en tratar de escapar de él, más difícil te será. Afortunadamente, puedes librarte de las urgencias interminables mediante el ejercicio de...

Los misiles

Lamentablemente vuelven a aparecer en las noticias, lo que da ocasión para recordar alguna lección acerca de su comportamiento. Lo natural es que se aparten del curso establecido y por eso necesitan sistemas de guía que introduzcan las correcciones necesarias. Pero no puede corregirse el rumbo si no se mueven hacia un objetivo. Para aprender y recordar: Has de tener un objetivo claro y dirigirte hacia él. En ese proceso cometerás frecuentes errores. Habrás de reconocerlos como tales o no apreciarás la necesidad de cambiar. Tendrás que corregir cada error sin pararte a considerar la posible vergüenza acompañante. Ni los misiles ni las personas son perfectos ni avanzan en línea recta hacia sus objetivos. Por tanto, progresa siempre; no te detengas ni dudes por la preocupación de caer en un error. Cuando lo cometas, rectifica mientras avanzas incansable....

Fin de semana

Es difícil desconectar del trabajo durante el fin de semana. O al menos así lo ha sido para mí durante demasiado tiempo. Y parece que también para muchos directivos. Esto se debe a la inercia del propio trabajo que, a menos que planifiques la desconexión, te tienta con mantener la rutina laboral diaria. No sé si te has parado a pensar que cada año viene con 104 días de fin de semana, lo que equivale a un 28,5% de los días. Un tiempo considerable que, bien aprovechado, puede dar mucho de sí. Siempre y cuando lo aproveches para desconectar, que es la clave para ser mucho más productivo el resto de la semana. Pero esos fines de semana capaces de hacerte sentir descansado y recuperado no aparecen por azar, sino que se han de diseñar. Para dar los primeros pasos para lograrlo piensa…: ¿Cómo te gustaría sentirte al concluir el fin de semana? ¿Qué te gustaría recordar de él? ¿La realización de qué actividades te haría pensar que has aprovechado bien ese tiempo? Quizás te ayude el seguir estas reglas: No pienses en el trabajo No hagas nada del trabajo habitual No hables del trabajo No leas asuntos del trabajo Lo cierto es que no es fácil cumplir a rajatabla esas reglas, pero puedes acercarte a ellas si encuentras algo con que sustituir al trabajo. Se trata de decidir qué cosas hacer en vez de qué cosas evitar. Tendrás muchas opciones que habitualmente se encuadrarán en alguno de estos apartados: El fin de semana es una buena ocasión para recuperarse, para dormir algo más o al menos lo que te corresponde. Disfrutar con una comida especial, cocinando en casa o salir a un lugar especial, para variar. Participar en actividades que estimulen la creatividad...

En qué te ocupas

Preocuparte por esas pequeñas cosas te impide centrarte en lo relevante y difícil. No es que los detalles no sean importantes. Lo son. Pero con frecuencia, te entretienes con la lista de cosas por hacer como manera de evitar eso verdaderamente importante en lo que te deberías ocupar. Te preocupa una reacción inmediata en vez de considerar el atractivo futuro que se derivará. Las preocupaciones te dan algo en qué pensar pero no te llevan a  ninguna parte. Suelen ser el modo de evitar la visión de conjunto. Si estás preocupado por un detalle, déjalo ya. Abandónalo y piensa en lo que tratas de...

Disputas inútiles

Es impresionante el tiempo que se pierde en el trabajo en las discusiones con colegas y colaboradores. Podrían denominarse conversaciones de frontón por ese ida y vuelta de argumentos que buscan vencer a toda costa. No se puede perder tanto tiempo y eficacia. Y te dejan en un estado mental y emocional penoso cuando no se resuelven. Para resolver ese mal hábito: Antes que nada, escucha. Aunque tengas la seguridad de estar en lo cierto y te apetezca discutir. Es iluso pensar que cuando escuchen tu lógica cambiarán de idea y se avendrán a tus razones. Si quieres persuadir a otros has de tener la disciplina de escuchar antes de manifestar tu posición. Sólo cuando se sientan escuchados podrán atender tus razones. Mientras tanto sólo pesarán en lo equivocado que estás. Escuchar no significa aceptación pero te ayudará a comprender sus puntos de vista y las posibilidades de colaborar, persuadir o corregir según la circunstancia. Discutir sólo crea resistencias mientras que escuchar te permite controlar la conversación. Renuncia a demostrar que tienes razón. Aunque así sea, no lo necesitas. Lo más probable es que esa discusión inútil no importe mucho. Concede o difiere pero avanza. Y si el asunto importa, busca comprender antes que vencer. Asume el control propio y de la situación, y verás como el comportamiento de la otra parte cambia al sentirse comprendida. Desiste de arreglar a los demás. Ese es el origen de la mayor parte de las discusiones, de las resistencias que encuentras. Pero ellos no te comprarán tus ideas. No puedes cambiar la forma de pensar de otras personas o sus opiniones, y sólo con suerte y paciencia, algunos comportamientos. Trata de que comprendan las consecuencias de ignorar tus observaciones. Puedes ayudarles, corregirles, pero no arreglarles. Para ganar tiempo...

Atención institucional...

Una de las tareas primordiales de la capacidad de liderazgo consiste en dirigir la atención institucional en el sentido adecuado. El talento radica en la capacidad para desplazar la atención hacia el lugar correcto y en el momento apropiado, en respuesta a la identificación de nuevas tendencias, de realidades emergentes, y para el aprovechamiento de oportunidades. Pero el éxito de una organización no depende de que una única persona capaz de centrar su atención en una decisión estratégica determinada, sino de la destreza de todos cuantos la componen y de una atención unánimemente compartida entre ellos. La atención en las organizaciones, como ocurre con los individuos, tiene una capacidad limitada. Se ha de decidir dónde concentrar la atención y las cosas que deben ignorarse. De hecho, las distintas funciones organizativas, como finanzas, marketing, recursos humanos, describen modos concretos que centrar la atención. También las organizaciones padecen del trastorno del déficit de atención. Se caracteriza por la toma de decisiones erróneas como consecuencia de la falta de información, de la ausencia de tiempo para la reflexión, de no prestar oídos al mercado, o de la incapacidad para concentrar la atención en lo que corresponde y cuando toca. La capacidad de liderazgo depende, por tanto, de saber captar y dirigir la atención colectiva. Lograrlo requiere tres elementos: Concentrar la propia atención, atraer y orientar la atención de los demás, y captar y mantener la atención de colaboradores y clientes. Los asuntos y objetivos que centran la atención de quien ejerce el liderazgo, guían el interés de quienes le siguen. Sus decisiones estarán determinadas por lo que hayan percibido que es importante. De ahí la carga adicional de responsabilidad del directivo para orientar la atención de aquellos a su cargo. La estrategia describe la orientación de la...

Con toda intención 14Mar

Con toda intención

La conexión de la mayoría de los usuarios a las redes sociales se ha producido sin una intención clara. El estímulo cerebral que ocasiona la recepción de un mensaje se diluye rápidamente por la distracción, el disgusto o la frustración que pueden sucederle. El despiste se ha convertido en el estado habitual de muchos. El temor a perderse algo interesante lleva a descuidar a quienes tienes enfrente y lo que hacen, olvidando aspectos valiosos de tu propia vida. Has de realizar el esfuerzo de poner intención en el uso de las redes sociales, de adoptar una actitud proactiva y no reactiva. De otro modo, estarás sometido al impulso de la gratificación instantánea y olvidarás otras actividades más adecuadas para alcanzar tus propios objetivos. Por ello has de saber bien por qué estás conectado y ser capaz de prescindir de esos medios cuando ya has encontrado lo que buscabas. Cuando te centres en satisfacer tus necesidades primordiales y ayudes a otros a hacer lo mismo, te sentirás gratificado y competente. Cada interacción que resulte mutuamente beneficiosa, reforzará tu autoestima, tu sentido de pertenencia, te hará estrechar las relaciones y favorecerá tu desarrollo. Por tanto, el impacto de las redes sociales en tu vida puede ser muy importante, pero dependerá de la intencionalidad que pongas en su uso. Es lo que te permitirá recuperar la eficacia y vivir con propiedad el momento...

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