Sin vacilar

La indecisión es la marca distintiva de los directivos inútiles. Los buenos directivos, por el contrario, son conscientes que tomar decisiones sin retraso reafirma su autoridad. Las decisiones claras facilitan a sus colaboradores el conocer lo que deben llevar a cabo. Contestarles con un “si” o un “no” directos, y el responder de inmediato, es particularmente eficaz. Si la respuesta a una petición o sugerencia es un “si” se podrán poner en marcha para implantarla de inmediato. Si la respuesta es un inequívoco “no” se dedicarán a otros asuntos. Como directivo dispones de tres armas: El “Si”, el “No”, y el “No lo sé”. Úsalos, sin vacilar. Siempre puedes cambiar de opinión más tarde. Eso no les importará. Lo que sí les molestará son esos dos agonizantes minutos sin repuesta cuando sólo te preguntaron: ¿Puedo marchar ya…?...

¿Culpable o avergonzado?...

La mayoría de los tests de personalidad utilizados en los procesos de selección de personal no toman en consideración los principios morales del candidato. Sin embargo, éstos son los mejores predictores de un comportamiento ético. Dichos principios engloban diversos rasgos que influyen en la conducta de las personas y sus relaciones interpersonales. Por ejemplo, quien es propenso a experimentar sentimientos de culpa suele tener una conciencia mejor formada, es más probable que demuestre empatía, que trabaje bien en equipo y que sepa aprender de sus errores. Es capaz de anticipar aquel sentimiento y por tanto evita desarrollar un mal comportamiento y su desempeño profesional suele ser mejor. En posiciones directivas, son valorados como más eficaces y tienen un elevado sentido de la responsabilidad personal. Por el contrario, quienes tienen tendencia a sentirse avergonzados, suelen caer en la ira, en la evasión, o incluso en la depresión y la ansiedad. Esto se debe a que sus sentimientos no se centran en su comportamiento sino en qué tipo de personas son. La vergüenza lleva a respuestas centradas en uno mismo, lo que conduce a comportamientos menos éticos. En el corto espacio de tiempo de la entrevista personal es posible obtener abundante información sobre los principios morales de una persona. Dos tipos de preguntas son particularmente útiles para desvelarlos. La pregunta del error: Explícame alguna ocasión en la que cometiste un error en tu trabajo. ¿Cómo te sentiste? ¿Qué hiciste? ¿Aprendiste algo de esa experiencia? Quienes tienen un alto nivel de conciencia trabajan duro para lograr sus objetivos y no quieren quedar mal ni defraudar a los demás. Aquellos con un bajo nivel de conciencia suelen desarrollar un trabajo descuidado, y dan una imagen de pereza o irresponsabilidad por ser poco laboriosos o diligentes. La pregunta del...

Como si controlaras

Actuar con confianza te lleva a ganar seguridad. Mostrar confianza es importante porque, como todas las emociones, es contagiosa y se difunde entre tus colaboradores. Está demostrado que las convicciones suceden a los comportamientos. El fingir algo hasta que lo logres es una manera de hacer real lo que te propones. El actuar como si mantuvieras el control, aunque no sea cierto inicialmente, desencadena una imagen de seguridad que se extiende entre quienes te rodean y les lleva a desarrollar su verdadero potencial. Algunos directivos han nacido con la capacidad de transmitir confianza, pero no son la mayoría. Se ha de aprender a desarrollarla con formación y experiencia. También aquí son las pequeñas cosas, como el no interrumpir, el delegar asuntos sencillos, las que ayudan a generar confianza y a que ésta se transmita. La confianza incrementa las posibilidades de éxito, pero no es una solución universal. Debes contar con más cosas, como recursos, tecnología, clientes para tus productos y servicios, etc. En cualquier caso, nunca pares de buscar la manera de lograr tus objetivos y todos serán testigos de tu compromiso con tus colaboradores y con tu empresa. Muéstrate siempre abierto y realista respecto a los riesgos que asumes, pero confiado en tu capacidad. Mientras que otros se apoyan sólo en su poder para ejercer el control, tú destaca por tu confianza....

Cínicos

El cínico se caracteriza por desconfiar de las intenciones de los demás, por dudar de la sinceridad o la bondad de los motivos o acciones de aquellos con quienes se relaciona. Y parece que el cinismo está en alza entre directivos y colaboradores. Si no recuerdas tener que hacer frente a la actitud negativa de algunos que siempre recelan y se manifiestan excépticos contra toda lógica, es que no estás dirigiendo cómo debieras. Me sugieren algunas ideas a poner en práctica y que te podrían ayudar con ellos: No trates de convencerles de que las cosas “no están tan mal” como piensan o que están “exagerando”. Interrumpe sus discursos, reconociendo sus sentimientos y mostrando empatía (que suene auténtica). Después oriéntales a que vuelvan a las tareas encomendadas. Se honesto. No engañes a un cínico. Si descubre que no les dices la verdad, ya nunca más te creerá. Juega limpio. El cínico espera siempre injusticia. Si le demuestras su error, si le tratas bien o le salvas la cara en situaciones comprometidas, te repagará con lealtad y un buen trabajo. Haz lo que digas que vas a hacer. Si no creen al mensajero, menos creerán el mensaje. Evita el sarcasmo que desvía la atención de lo importante. Destaca el papel de cada uno, las capacidades y motivación necesarias para lograr los objetivos. No temas la discusión. Evadirse no resuelve nada. Se crecen y empeora la situación. El grupo debe saber que no es la opinión de los cínicos la que gobierna las decisiones. Plantea preguntas y ofrece sugerencias. Al forzarles a concretar abandonan su autosuficiencia y se obligan a realizar su contribución. Muéstrate abierto a sugerencias e incluso a las críticas, y a la vez deja claro que no se discute tu exigencia de que...

Lentos y precavidos

Por muy rápido que creas que vayas, lo más probable es que no corras lo suficiente. La velocidad es esencial para que tu organización pueda reaccionar a los cambios que se producen en los mercados y para aprovechar oportunidades antes que otros competidores. Un modo de ganar velocidad es automatizar procesos y tareas que consumen mucho tiempo. El objetivo es poder reaccionar con rapidez más que asegurar que todo ha de salir perfecto. La agilidad se ha convertido en el modo de vida de las empresas eficaces. Se caracteriza por ciclos de desarrollo cortos para atender necesidades específicas, probando y ajustando repetidamente las soluciones propuestas a los clientes. Parece existir consenso hoy en que las empresas han de asumir más riesgos y no menos. Muchos directivos desearían que los procesos de transformación en los que se han embarcado hubieran sido más radicales. Los cambios incrementales ya no son garantía de viabilidad. Se precisa apostar por nuevas tecnologías y modelos de negocio, por una cultura de prueba prueba y error donde cada fracaso sea una oportunidad para mejorar, para transformar el negocio. Asumir más riesgos hoy no significa ser un suicida sino responsable....

Acaba con la desidia

Hay dos tipos de desidia. La destructiva, que te lleva a evitar las tareas que estás obligado a acabar, y la productiva, que forma parte de todo proceso creativo. Este segundo tipo de abandono no sólo es bueno sino necesario. La creatividad requiere tiempo por lo que cuando dejas un proyecto de lado durante unos días, o semanas, tu mente se permite divagar, lo que te da la capacidad para descubrir ideas divergentes que mejoren tu proyecto. Si no logras los resultados que esperabas, deja descansar el proyecto y centra tus energías en otro asunto, para retomarlo más tarde con la mente más clara. Cuando trabajas en un proyecto creativo y no pones una fecha límite, si paras las tareas unas semanas para permitir que la mente divague, no se trata de desidia. Es parte del proceso creativo. Esa frescura mental mejorará los resultados de tu trabajo. La desidia destructiva es algo completamente distinto. Aquí evitas trabajar en lo que debes acabar, aunque sabes las consecuencias negativas que eso te ocasionará. Es un hábito que te acaba dañando. Todos tenemos montañas de cosas por hacer de las que no somos capaces de escapar. Ahí está todo aquello que necesitas acabar pero que deliberadamente evitas. No se trata de una incapacidad para gestionar el tiempo, o de falta de fuerza de voluntad, o escasa autodisciplina. Esa desidia no es pereza sino una manera de defenderse del estrés, un deseo subconsciente de sentirse mejor de inmediato. Pero lo que te estresa no es ese trabajo que retrasas sino los grandes temas que te afectan, ya sea el dinero, tus relaciones, o la vida en general. Esas concesiones que te permites te liberan del estrés que padeces. ¿Cómo se arregla esto? Aceptándolo con honestidad y reconociendo la...

Competencia y benevolencia...

Aunque el camino no sea fácil, los buenos jefes saben hacia qué objetivos dirigirse y qué va a significar avanzar hacia ellos, mientras que los malos nunca parecen enterarse de nada. Como jefe te deberían juzgar por el desempeño de tus colaboradores, pero también por el modo en que se sienten al realizarlo. Has de ser competente y benevolente. Quienes empujan a su gente a producir sin parar a cambio de dinero, aplastando el ánimo, son malos jefes. Se equivocan quienes basan su eficacia en la adopción de unas medidas genéricas que aplican a todos sus colaboradores por igual. Como también se engañan quienes creen ser buenos evaluadores de su propio trabajo y resultados. Se extiende la plaga de quienes se muestran satisfechos y autoexaltados. A mayor incompetencia, mayor distorsión de la evaluación de las propias capacidades y desempeño. Por eso los colegas, colaboradores, superiores y clientes son siempre una fuente de información más fiable. Dicen que el tiempo se inventó para no tener que hacer todo a la vez. Es compatible ser un directivo extremadamente eficaz con comportarse humanamente. Alcanzar los objetivos y actuar con benevolencia son características de los mejores directivos. Y no dedican muchas energías a pensar en lo grandes que son ni a celebrarlo....

Nunca te apetecerá

No eres consciente, pero la mayoría de tus decisiones no las tomas basándote en razones lógicas, ni en la intuición, ni obedecen a los objetivos que persigues o los ideales a los que aspiras. Son tus sentimientos y emociones los que las condicionan. Sientes antes de pensar y sientes antes de actuar. Eres como una máquina movida por las emociones, y casi nunca se encuentran alineadas con lo que verdaderamente te conviene. Está comprobado que optarás por lo que te hace sentir bien o te parece más fácil, en vez de elegir lo que sabes que será mejor para ti en el largo plazo. Sólo cuando seas consciente de que el problema reside en tus sentimientos serás capaz de superarlo. Cada vez que tienes que tomar una decisión, consideras inconscientemente los pros y los contras y te inclinas por aquello que el sentimiento te pide. Es tan instantáneo que apenas lo percibes. De aquí la dificultad de cambiar. Los sentimientos te llevan a decidir antes incluso de que te des cuenta. Pero si sólo actuas así, nunca obtendrás lo que deseas. Debes aprender a separar las emociones que experimentas de las acciones que tomas. Si no lo consigues, no alcanzarás tu verdadero potencial. Si dudas, empezarás a pensar lo que tienes que hacer, analizarás ventajas e inconvenientes, considerarás cómo te sientes respecto a lo que tienes que hacer y decidirás escaparte sin hacerlo. Quizá no puedes controlar cómo te sientes, pero siempre está en tu mano elegir cómo actuar....

Persíguelas

Es descorazonador ver cómo esperas que otros aprueben tus ideas innovadoras. Es triste porque al hacerlo las estás perdiendo. El reconocimiento les llega a quienes muestran el coraje suficiente para tomar la iniciativa. Esperar, considerar, estar a punto de… no cuenta. Para cambiar algo hay que ponerse a hacerlo. La diferencia entre los que logran lo que persiguen y los que lo pierden, es sólo la determinación para empezar y la disciplina para seguir. Detenerse sólo empeora las cosas. Cuando el miedo y la incertidumbre te frenan estás ante un truco de tu mente que te engaña haciéndote creer que vivirás más seguro. Es compatible tener dudas y, aún así, estar preparado; o estar asustado y pese a ello, actuar; sentirse rechazado y, sin embargo, seguir adelante. Tu tesoro está dentro de ti; tu potencial existe en tu interior. Lo activas cuando sacas el coraje que necesitas para forzarte a avanzar. Si atiendes a esa voz interior, tendrás claro lo que debes que hacer. No hay discusión posible. Sólo acallas lo que te ronda por la cabeza cuando te decides a ir a por ello. Una única decisión te separa de una vida diferente a la que llevas. El miedo a lo desconocido te lleva a pedir garantías antes de intentarlo. Pero la vida no es una lotería con un único premio. Que tengas éxito es cuestión de número: cuantas más veces te esfuerces, más probable será que lo logres....

Improductivos

Los esfuerzos por aumentar tu productividad pueden resumirse en una palabra: concentración. Existen dos tipos de esa concentración que has de dominar: La que te permite manejar las distracciones, de forma que puedas centrarte en cada momento en la tarea que llevas entre manos, y la capacidad para abstraerse en lo que es verdaderamente importante para ti, de modo que no pierdas el día en cosas absurdas. Ponte en serio a evitar las distracciones. Reconoces tu adicción al teléfono, mensajes, correos…, pero parar te parece imposible. Sabes que deberías desconectar las alertas, dejar de comprobar el correo cada cinco minutos, poner en silencio el móvil, pero advertirlo no te lleva a cambiar de comportamiento. No tienes que desearlo, sino obligarte a hacerlo. Asume que las distracciones matan tu productividad y decide que los objetivos que persigues son más importantes que los avisos que te llegan. Así de sencillo. Suprímelas. No es que sea fácil, pero en el momento en que desconectes y te centres en las cosas que te importan, descubrirás su enorme utilidad....

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