Si quieres acertar como jefe, deberás convencer a tu gente de que tus compromisos y tus actuaciones tienen un gran impacto. Si no logras convencerlos de que estás al mando, tu trabajo se volverá imposible y tu vida será un horror. Tu papel como jefe importa mucho a quienes te siguen y en particular en los pequeños equipos y organizaciones. Sin embargo, no eres todopoderoso. Ellos saben que tus capacidades son limitadas, pero no pueden evitar el considerar tus palabras y tus acciones como los principales impulsores de su desempeño. Quienes están en posiciones de liderazgo reciben más reconocimientos y reproches de los que se merecen porque, independientemente de los hechos, se les atribuye poderes sobrehumanos. Esta disonancia se produce porque es menos agobiante y más satisfactorio emocionalmente considerarles como la principal causa de los resultados que se obtienen, que no entrar en el análisis de una complicada maraña de factores. Es más sencillo y divertido atribuirles la mayor parte de la gloria y de la culpa, aunque la realidad es que su impacto, en la mayoría de los casos, es muy relativo. Sin duda es más significativo en organizaciones jóvenes y pequeñas y en áreas como la rotación de personal o la satisfacción en el trabajo. En cualquier caso, si eres directivo, sé consciente de que tu contribución al éxito o al fracaso de las iniciativas en las que trabajas se verá magnificada y acumularás reconocimientos y críticas. Es tu destino; y ya que no puedes cambiarlo, aprende a lidiar con él....
No lo retrases
¿Esperas que alguien te llame, te elija, que tiren de ti o te empujen a dar un paso al frente…, o cuentas con el coraje necesario para empujarte a ti mismo? No esperes a estar preparado, a tener confianza, a que te apetezca, a tener más experiencia, a que te valga la pena. En muchos casos no hay tiempo, no tienes una segunda oportunidad, no hay espera. Es ahora o nunca. Si lo estás retrasando se debe a tu desidia. Estás haciendo algo más peligroso que lo que tratas de evitar. Intentas convencerte a ti mismo de que ahora no es el momento, lo que te lleva a luchar activamente contra tus propias aspiraciones. Quizá pienses que te ahorras de molestar a alguien, que impides el que te juzguen o rechacen, pero esas excusas sólo te llevan a restringir tu capacidad de lograr tus ideales. No existe ese momento mejor. Sólo dispones del ahora. No tienes otra cosa. Y no podrás recuperarlo. Depende de ti que te esfuerces en aprovecharlo al máximo....
¿Y si estuvieras equivocado?...
Esta es una gran pregunta que no te la haces con la frecuencia necesaria. No puedes dejar que tus preocupaciones te impidan hacer lo que debes, dar lo mejor de ti mismo. No puedes tolerarlo. Incluso cuando lo que hagas resulte un desastre, puedes decirte ¿y qué…? Al menos lo has intentado. El cómo te haya afectado es irrelevante. Lo que importa es la capacidad para moverte a la acción. No puedes evitar el preocuparte por algo, pero sí puedes evitar que esas ansiedades bloqueen tu mente y te paralicen. Puedes pensar en positivo y mirar, de inmediato, de progresar para lograr lo que buscas. Es una tontería quedarse a la espera de que llegue la ocasión propicia....
Coraje
Cada día te trae momentos inciertos y difíciles. Hacerles frente y aprovechar las oportunidades acompañantes requiere un gran coraje. Esas ocasiones te enseñan que no son las grandes decisiones las que cambian la vida sino las pequeñas y cotidianas. El coraje es ese tipo de empujón que te das a ti mismo cuando decides destacar, expresarte, darte a conocer, salir el primero, levatar la mano o hacer todo aquello que te parece difícil, incierto o temible. No estás hecho de una pasta diferente a la de los héroes. El coraje es un patrimonio. Está dentro de cada uno de nosotros. Naciste con él y puedes usar de él siempre que quieras. No es un asunto de confianza, educación, personalidad, profesión o nivel social. Sólo se trata de que sepas encontrarlo cuando lo necesitas. Cuando menos te lo esperes algo se torcerá y se despertarán tus instintos. Sentirás la urgencia de actuar y tus convicciones te señalarán lo que debes hacer. Tus sentimientos jugarán a la contra y se resistirán. Es el momento entonces de dar el empujón. No precisas disponer de todas las respuestas; sólo tienes que lanzarte a la decisión de inmediato. Cuando te exiges en esas circunstancias, aunque no consigas cambiar el mundo, sin duda lograrás algo de igual importancia: te cambiarás a ti mismo....
No va bien
No caigas en la trampa de pensar que esos sentimientos de agobio y desgaste provienen de tu falta de motivación. No te engañes diciéndote que abordarás esos asuntos cuando te sientas inspirado y mientras tanto ves cómo se te acumulan y te ahogan. Ni te castigues por sentirte desganado, tratar de sobreponerte y conseguir poca cosa… Al contrario, considera que es aceptable sentirse frustrado. Detente, reconoce que estás desbordado e, independientemente de ello, diseña un plan para llevar a cabo tu trabajo. En vez de rendirte y abandonar, establece nuevas tareas, sencillas y asequibles, y celebra su realización. Tendrás el mismo trabajo, soportarás la misma carga, pero la presión será diferente y avanzarás más....
Tu marca es tu voz
Esa idea tan extendida últimamente del desarrollo de la marca personal, no siempre se expresa de manera acertada. Las personas no se reducen a marcas. No eres un producto que necesita ser empaquetado y presentado de manera atractiva, limpia, nítida… Te describen muchas cosas: tu familia, tu trabajo, tus relaciones, tus intereses… Difícilmente pueden resumirse o integrase en una marca personal. Pero lo que te sobretodo te define es tu voz. Debes centrarte en desarrollar tu propia voz, decidir lo que es importante para ti y estar dispuesto a manifestarla por aquello que consideras verdaderamente importante y valioso. No te quedes en esos elementos vacíos e interesados de una pretendida marca personal que no te sacarán de la medianía. Cultiva esa reputación que nace de tus opiniones, de tu integridad y tu inteligencia, de tus deseos de cambiar el mundo....
Asume la responsabilidad...
La vida te ofrece tantas decisiones a tomar y te da tantas oportunidades de recuperarte de las equivocaciones que, si las manejas bien, podrás vivir una vida extraordinaria. Es cierto que en ocasiones hay circunstancias externas que influyen en la calidad de tu vida y que quedan fuera de tu control, como el lugar donde naciste, accidentes, enfermedades… Pero en la mayoría de las ocasiones, de las peores circunstancias se puede sacar provecho con la actitud adecuada. Cualesquiera que sean las eventualidades que te brinde la vida, tendrás más posibilidades de alcanzar tus ideales si asumes la responsabilidad de las decisiones que tomas, en vez de quejarte por todo aquello que está fuera de tu control. Por tanto, no te preocupes si no te gusta la situación. A la vida le importa un bledo lo que pienses. A ti te corresponde conectar lo que quieres lograr con lo que necesitas hacer para obtenerlo, y tener el coraje para llevarlo a cabo. El mayor error de muchos es no verse a ellos mismos y a los demás de manera objetiva, lo que les lleva a tropezarse una y otra vez con las debilidades propias y ajenas. No reconocerlas les impide alcanzar su potencial. El éxito parece reservado para quienes son capaces de ver las cosas con objetividad y manejarlas de forma que las puedan cambiar. Son capaces de asumir el punto de vista de los demás en vez de dejarse atrapar en sus propios prejuicios. No te debe molestar descubrir que no eres bueno en algo. Al contrario, debes estar contento de saberlo porque te da la posibilidad de gestionarlo y mejorar las posibilidades de lograr lo que te propones....
¿A qué esperas?
Te equivocas si piensas que es arriesgado. Cualquiera que sea la razón por la que te resistas a ponerte a hacer algo, es equivocada. No es más seguro quedarse parado. No es mejor mantenerse tranquilo. No es intrascendente el que lo abordes o lo abandones. Todas tus excusas y razones van desencaminadas. No existe ese momento adecuado que debes esperar para que tu vida empiece a mejorar. En cuando te pongas en marcha encontrarás la fortaleza para avanzar. Desperdicias gran parte de tu vida esperando al momento oportuno para tener esa conversación, sacar a relucir ese asunto, empezar aquella otra cosa… Si ya es difícil la vida, la complicas aún más cuando prestas atención a tus miedos, cuando te convences de que es mejor esperar, cuando te niegas a progresar. La pregunta es… ¿por qué lo haces? Llámale miedo al rechazo, al fracaso, o a quedar mal. La realidad es que te escondes porque te asusta incluso el intentarlo....
Te están observando
En toda organización, las personas prestan especial atención a quienes son capaces de influir en sus resultados. Para poder predecir e incluso condicionar lo que les pueda llegar a ocurrir, se hacen con toda la información posible de quienes les mandan. Si estás en una posición directiva, has de saber que quienes te rodean se fijan en todo lo que haces. Si te levantas de la mesa, observan adónde vas; siempre hay alguien que sabe si estás en el baño. Si ven salir a tu jefe de tu despacho analizan la cara que pones para tratar de adivinar lo que ha podido ocurrir. Lo mismo que cuando pareces mostrarte más amable con unos que con otros. Aprenden a leer en tus gestos cuándo estás disgustado o impaciente. Comentan tus comportamientos y tratan de dar sentido a todas tus acciones. Hay demasiados directivos que se acostumbran a este escrutinio continuado y se expresan y actúan olvidándose de ello. Su posición de poder les lleva a volverse egocéntricos y a ignorar lo que sus colaboradores dicen, hacen o necesitan. Y siendo esto malo, aún se agrava por la evaluación que éstos hacen de las palabras y comportamientos de sus jefes. No caigas en ese error tan común. Cuida tu tono de voz, la forma en que sonríes o miras a la gente, el modo en que los saludas, recuerda sus caras, nombres y fechas señaladas. Estas pequeñas cosas definen tu capacidad de relacionarte con los demás. Tus acciones, incluso las más inocentes y triviales, son analizadas en detalle y determinan el esfuerzo que tus colaboradores dedicarán a su trabajo y a ti mismo....
Debilidades
Cuando te encuentres con algunas de tus debilidades tienes cuatro opciones: Negarlas (que es lo que hace la mayoría). Aceptarlas y trabajar para corregirlas (lo que puede funcionar o no dependiendo de tu capacidad para cambiar). Aceptarlas y encontrar la manera de sortearlas. Cambiar aquello que persigues. La opción que elijas será determinante para orientar tu vida. La peor de ellas es la primera. La negación sólo conduce a tropezarte continuamente con ellas, lo que resulta frustrante y no conduce a ningún lado. La segunda sería la mejor, si pudiera funcionar. Pero hay cosas en las que nunca lograrás ser bueno pese al esfuerzo y el tiempo que le dediques. Sólo compensa intentarlo si se trata de algo coherente con tus capacidades naturales. La tercera opción es la más fácil y la más viable, aunque es la menos seguida. La cuarta es también una buena solución, aunque reclama que seas flexible y abandones prejuicios. La mayoría de las personas carecen de la determinación para confrontar las propias debilidades y tomar las medidas exigibles. En último extremo se trata de tomar algunas de estas decisiones: No confundir lo que te gustaría que fuera cierto con lo que es la verdad. No preocuparte por quedar bien sino por alcanzar tus ideales. No dar tanta importancia a las consecuencias inmediatas sino a las remotas. No permitir que la incomodidad te impida progresar. No culpar de los malos resultados a otros sino a ti mismo....