Dilemas

Los dilemas se presentan cuando te encuentras con diversas opciones en conflicto: Principios enfrentados, peticiones que se disputan recursos… Las cuestiones en juego no se acaban de comprender con claridad. Ayudar a que tus colaboradores puedan resolver un dilema es una de las intervenciones de mayor impacto que como directivo puedes hacer. Y la manera más eficaz de lograrlo es ayudar a que sean ellos mismos quienes descubran su solución. Todo empieza por una correcta identificación del propio dilema. Después habrán de reflexionar sobre él. Esto no tiene nada que ver con analizar la información disponible y pensar con lógica. Se trata más bien de permitir que la mente establezca conexiones de manera inusual o incluso subconsciente. A continuación aparece el esclarecimiento que genera esa descarga de energía que acompaña al placer del hallazgo o la revelación. Y finalmente, se llega a la motivación que empuja a emprender las acciones oportunas para sortear el dilema. No obstante esa motivación se puede desvanecer con rapidez por lo que es imprescindible comprometerse de inmediato para que esas nuevas ideas se hagan realidad. Imagina el impacto en tu organización si contribuyes a que todos tus colaboradores experimenten la satisfacción de resolver por ellos mismos los dilemas a los que se enfrenten. La vinculación que consigas será extraordinaria....

Maldito correo

O correo maldito… Es la calificación que muchas veces se ganan los correos electrónicos como consecuencia de los malentendidos que generan. Quién no se ha sentido molesto por un correo recibido o quién no se ha visto sorprendido por los efectos emocionales tan insospechados como no intencionados generados por un correo propio aparentemente banal. Para evitar esas situaciones debieras establecer una serie de normas sobre su uso y comprometerte a seguirlas: Los correos sólo deberías usarlos para compartir datos, información o para programar una entrevista personal. Deberán ser lo más breves posible y el asunto debe quedar perfectamente claro y concreto. No deberías utilizarlos para transmitir nada de naturaleza personal salvo para dar una felicitación extraordinaria. Si crees que lo necesitas para desahogarte, escríbelo y guárdalo en una carpeta de borradores para eliminarlo en un día posterior. Para todo lo demás, utilizar el teléfono o la entrevista personal. Y si por casualidad incumples con alguna de las reglas, acude de inmediato a disculparte. Actuando así…: Te ahorrarás infinidad de horas y reducirás la posibilidad de conflictos, a la vez que animarás a emplear la conversación personal para abordar temas complejos. Harás desaparecer esos molestos correos de ida y vuelta entre distintos destinatarios y que se prolongan por varios días. El intercambio de ideas será más eficaz, la gente se comunicará mejor y colaborarán de manera más eficiente....

Sé desprendido

Tu capacidad de liderazgo se apoya en un estilo de comunicación que debe ser intencionado y no superficial ni accidental. Una cualidad que contribuye a lograrlo es la de que seas desprendido, generoso, en el modo de transmitir y relacionarte. Esta condición se manifiesta de manera muy sutil en las siguientes circunstancias: Utiliza palabras capaces de generar el mayor impacto positivo sobre los que te escuchan. Busca conectar con toda persona con la que hables y haz todo lo que esté en tu mano para asegurar que comprende tus intenciones. Implícate cuanto sea necesario para que la otra persona sea capaz de recibir tu mensaje. Cuando hables ponte en su lugar, ten presente sus necesidades, y asegúrate de que cada palabra que utilizas es la adecuada. Emplea las palabras idóneas según la conversación. Tendrás que hablar más despacio para poder elegir con cuidado palabras que se entiendan exactamente y expresen con propiedad lo que tratas de decir. Preocúpate por la imagen que transmites. Demuestra que eres razonable y no maltratas a la gente a la que te diriges. Presta atención. Particularmente útil en un mundo en el que es raro encontrar a alguien que lo haga de verdad. Pon todos los sentidos para escuchar a quien te habla en vez de compartirlo con otras tareas. Ofrece apoyo y reconocimiento. No se necesitan muchas palabras; es sobretodo una actitud. Hazles sentirse seguros. Muéstrate humano. Manifiéstate abierto en lo personal, señalando lo que es importante para ti. Comparte información propia que ayude a los demás a sentirse cómodos contigo. Ser desprendido es una manera de demostrar que te preocupas por los demás. Ayuda a desarrollar la confianza que genera motivación y permite llevar la conversación a niveles más profundos. Facilita la posibilidad de aprender y crecer....

Abrevia

El impacto que tiene la presentación de tus ideas no suele coincidir con la intención con la que las has formulado. Si juzgaras la calidad de tus conversaciones por los efectos que generan, probablemente dirías que es extremadamente baja. Una prueba de ello la tienes en el entorno del trabajo en equipo, donde se consume mucho tiempo en discusiones que podrían decidirse en minutos. Es habitual observar en ellas que se reacciona de manera inapropiada a interpretaciones erróneas de algo que ni siquiera fue dicho. Estas situaciones se producen porque: Se emplean demasiadas palabras para describir las propias ideas. Los oyentes desconectan y cada intervención se convierte en una sucesión de monólogos. No se comprende lo que el ponente está diciendo. De ahí que el objetivo de la reunión comúnmente no se alcance. El ponente no usa un lenguaje y unos conceptos que el resto de asistentes esté en condiciones de entender de inmediato. Todo esto conduce a discusiones sobre aspectos formales o superficiales y no a debatir sobre los asuntos reales. Si te comunicaras con brevedad, facilitarías a quienes te escuchan el implicarse en la conversación que deseas mantener con ellos, dado que…: Te obliga a tener claro lo relevante de tu mensaje antes de hablar. Esto ayuda a centrar las conversaciones. Un par de frases pueden bastar. Y quien te escucha lo hará entonces con gusto al valorar tu actitud. Permite a la audiencia procesar la información en vez de gastar tiempo en digerir un montón de ideas, dado que su capacidad de procesarlas es limitada. Ser breve ahorra tiempo y energía. Tardas menos en transmitir tus ideas y éstas son comprendidas con más rapidez y menor debate. Esto libera tiempo para profundizar en los asuntos o para avanzar hacia otros temas...

Tendrás que incomodarles...

Tu responsabilidad directiva incluye el tener que llevar a tus colaboradores hasta el límite de su zona de confort para que aprendan a su vez a sentirse cómodos al poner a otros en situaciones difíciles. Cambiar, progresar, exige tanto dar más de uno mismo como ceder y amoldarse. Eso es lo que lo hace incómodo. Cuando se intenta algo nuevo es fácil abandonar al percibir las dificultades acompañantes. La frustración que eso genera es normal y requiere proporcionarles ánimo y estímulos. Para entrenarles a afrontar esas situaciones es necesario que les proporciones experiencias que les exijan esforzarse y dar más de lo habitual, hasta el punto de la incomodidad. La sociedad actual no sólo busca la comodidad sino que evita por todos los medios el poner a nadie en situaciones comprometidas, ya sean de orden físico, mental o emocional. Preocupa el generar rechazo, molestar a la gente o perder amigos. Por eso se prefiere dejar las cosas como están. De ahí la dificultad directiva para mejorar el desempeño de quienes desearían seguir sintiéndose cómodos. Pero eso mismo deberías aplicarlo para tu propio desarrollo. Si tienes a tu alrededor a otros que te exijan más de lo que te gustaría, te ayudarán a crecer con más rapidez que si lo intentaras en solitario. Habrás de esforzarte más allá del aburrimiento pero sin llegar al nivel de la ansiedad. No se trata del esfuerzo habitual de hacer más de lo mismo que has hecho siempre. Eso sólo conduce al estrés y al cansancio. Lucha por alcanzar esa zona de incomodidad que te permite estar inspirado y conseguir tus objetivos. Es entonces cuando descubres nuevos puntos de vista y aprendes a pensar de manera distinta. Tendrás que superar esa barrera cultural que lleva a no incomodar a...

No es el organigrama

El organigrama junto con los estados financieros suelen ser considerados los dos engaños más comunes de toda organización. No se trata de prejuzgar una mala intención sino de reconocer la dificultad de describir con propiedad las realidades que tratan de representar. Es habitual que, en los momentos en que una organización ha de hacer frente a determinados problemas del negocio, piense que su solución pasa por un cambio en el organigrama. Es un error tan común como comprensible, dado el poder de comunicación que se le asigna a la estructura organizativa y la elevada carga emocional que contiene, al señalar las relaciones de dependencia entre las personas, algo que genera más rechazo que entusiasmo. La necesidad de reordenar el organigrama no es algo que se deba abordar de manera aislada ni repentina. Se requiere avanzar por pasos mediante la implantación de determinadas decisiones, de las que la definición de la estructura ha de ser la última a tomar. Si no se hace así, los cambios introducidos no se materializarán y las posibles ventajas se perderán, regresando espontáneamente a la situación previa de equilibrio. Los problemas a afrontar son comunes a muchas organizaciones: Nuevas tecnologías, rápida obsolescencia de productos, nuevos y veloces competidores, modelos de negocio insospechados… No sirve de nada redibujar cuadros y líneas de dependencia sino comprender los factores que pueden limitar la capacidad de respuesta: Los flujos de información, el modo en que se toman decisiones y la manera como se ejecutan. De ahí que lo aconsejable sea, en primer lugar, Eliminar procedimientos y reuniones inútiles (para mejorar la información). Aclarar la asignación de responsabilidades (quién decide y cómo puede hacerlo). Cambiar los sistemas de recompensa de las personas (la motivación). Una vez atendidos los problemas podrá abordarse con garantías el rediseño...

Incomodidad

En una época de constantes cambios, el objetivo para quien tiene responsabilidades directivas debería ser estar dispuesto a reinventarse y anticiparse a las nuevas demandas lo más rápidamente posible. Eso significa trabajar por adquirir nuevas competencias antes incluso de que puedan asignártelas. Para poder gestionar tu trayectoria profesional y directiva has de buscar voluntaria e intencionadamente la incomodidad. Sólo si te comprometes a salir de tu zona de confort podrás ganar la perspectiva necesaria para visualizar el camino a seguir. Lograrlo exige vencer la inercia de mantenerte en aquello que sabes hacer bien con la intención de llegar a ser incluso mejor. Todos los incentivos parecen empujarte a ello. Pero ese comportamiento rutinario te lleva a no dedicar tiempo a aprender otras cosas nuevas e importantes. Sentirte cómodo con las competencias actuales te traerá notables incertidumbres cuando las circunstancias cambien. Tu gran preparación se demostrará menos valiosa o incluso obsoleta en esos nuevos contextos. Para evitar caer en esa trampa pon en marcha estas prácticas: Reserva tiempo en tu agenda para participar en proyectos y actividades fuera de tu área fundamental de experiencia. Busca activamente desarrollar contactos y relaciones con personas que trabajen en otros sectores y que posean competencias distintas a las tuyas. Descubre situaciones fuera de tu comportamiento normal en las que puedes sentirte incómodo y participa activamente en ellas. Tratar de desarrollar una nueva identidad no significa perder autenticidad ni querer engañar a nadie. Al contrario, responde a la necesidad de superar la tendencia a no preocuparse por desarrollar nuevas competencias hasta que no se necesiten, lo que puede llegar demasiado tarde y poner en peligro la carrera profesional. Independientemente de la posición y antigüedad en tu puesto de trabajo, nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para obligarte a salir de...

Desempeño directivo

Una de las razones de la falta de resultados o de la escasa eficacia de las posiciones directivas en las organizaciones es la ausencia de unos objetivos claros de desempeño para esos puestos. Paradójicamente, los directivos son los más olvidados a la hora de establecer programas de formación y desarrollo dentro de la empresa. Se da por supuesto, erróneamente, que disponen ya de todas las competencias necesarias para desarrollar su función. La formulación de objetivos específicos, no tanto en el nivel de las funciones como en el de sus responsables, permitirá identificar las competencias necesarias y determinar los programas de formación que puedan requerir. Se trata de establecer el listón del desempeño individual para cada directivo y ha de proporcionar información acerca de: Las medidas de evaluación de su desempeño. Los resultados de esa evaluación. La orientación que se le habrá de proporcionar para su desarrollo. Los programas de formación a impartir. Para llevar a cabo el establecimiento de esos objetivos individuales hay que: Identificar los factores clave determinantes del desempeño de cada puesto directivo (Nunca más de seis). Entrevistar a los directivos más destacados para descubrir sus mejores prácticas y las competencias necesarias para cada factor clave identificado. Evaluar el punto de partida de cada directivo en esos factores de desempeño. Informar del resultado de la evaluación. Hacer un plan personal de desarrollo de las competencias necesarias. Los directivos pueden mejorar si disponen de las referencias adecuadas. Aunque inicialmente les pueda incomodar, todos agradecerán el disponer de datos objetivos que les ayuden a comprender las áreas en las que deben mejorar....

Distintos estilos

El desarrollo de la capacidad de liderazgo es un factor fundamental para crear y mantener una organización que logre unos resultados sobresalientes y de manera sostenida. Pero su desarrollo no puede responder a propuestas o soluciones genéricas. La manera de dirigir debe ajustarse a la situación o estado de desarrollo de una organización. De manera simplista podrían identificarse en las organizaciones estos tres estados: – De estabilidad. Se caracteriza por: Unos resultados y desempeño consistentes. Claridad en los objetivos y prioridades. Unas políticas, procedimientos y sistemas bien definidos Coincidencia en papeles y responsabilidades asignadas Unos sistemas de control bien establecidos – De caos. Esta situación se asocia con: Resultados inciertos e inconsistentes. Necesidad de responder a crisis y orientación al corto plazo. Se desconoce la dirección y las prioridades se cambian de continuo. Se carece de políticas, procedimientos y sistemas claros. Ausencia de colaboración y trabajo en equipo, acompañada de frustración y aislamiento. – De elevado desempeño. Que se acredita por: Unos resultados excelentes. Una cultura singular resultante de una misión y valores destacados. La implicación, el respeto y la asignación de poder a las personas. La flexibilidad y capacidad de innovación. Una estructura organizativa alineada con la estrategia. Sería ilógico tratar de perseguir un desempeño elevado cuando no se parte de una posición de estabilidad. Y la estabilidad requiere abandonar actitudes reactivas y de apagar fuegos propias de situaciones de caos. Se necesita consolidar primero unas rutinas y unas disciplinas antes de aspirar a dirigir organizaciones capaces de destacar por sus resultados....

Cambio de aires

A lo largo de la carrera profesional se dan ocasiones en las que es preciso cambiar de trayectoria para acceder a nuevas oportunidades de innovar o para encontrar un nuevo sentido al trabajo que realizas. Este cambio no sólo evita el acomodamiento o el desgaste del directivo sino que empuja a seguir aprendiendo, a buscar nuevos retos y a encontrar nuevas maneras de dejar huella. Estas son algunas consideraciones que ayudan a reconocer cuándo llega el momento de cambiar de aires y cómo llevarlo a cabo. Reconocer cuándo toca hacerlo. No se pueden establecer períodos concretos para realizar ese cambio. Lo importante es saber preguntárselo periódicamente. Si ves que ya funcionas en modo piloto automático o no te sientes implicado en el desarrollo futuro de tu empresa, quizás es el momento de cambiar. Activa tu red de contactos. Te beneficiarás de su amplitud y de lo bien que la hayas cultivado en los últimos años. Te podrán orientar acerca de las distintas posibilidades y los campos que te pueden interesar. Acepta la incertidumbre. Un cambio radical puede incluir el volver a la universidad o empezar en una responsabilidad inferior en la nueva empresa de un sector diferente. Es normal tener dudas y más cuando las personas más cercanas no entienden que abandones una pretendida seguridad. Tendrás que hacerte fuerte y mostrar confianza en que cambias para mejor. Buscar apoyos. No se cambia sin compartir las ideas y contar con la ayuda de otros, en particular cuando los cambios son significativos tanto desde el punto de vista geográfico como del impacto económico. Es normal no tener claro qué pasos dar o cómo vas a acabar. Lo importante es que la nueva dirección te interese de verdad. Haz valer tu experiencia. Frente a quienes defienden que cambiar...

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