Lo cosa más fácil del mundo es ser uno mismo. Y la más difícil, ser lo que otros quieren que seas. No te dejes arrastrar a esa posición. La gente disfuncional quiere que los demás funcionen como ellos. La gente mediocre quiere que todos sean igual de mediocres. Los que buscan alcanzar sus objetivos quieren que otros les acompañen. Busca modelos positivos de liderazgo, de crecimiento y logro de objetivos. Examina lo que hacen, sus prioridades, cómo alcanzan sus aspiraciones, como tratan a los demás… La gente que admiras te señala el camino a seguir. Aprende de ellos y sigue su modelo. Cuanto más lo hagas menos querrás complacer a aquellos que te proponen unos objetivos y unas metas que no son las tuyas. En ocasiones, eso podría obligarte a abandonar viejas amistades y adoptar un nuevo sistema de vida. Has de hacer honor a tus relaciones y al mismo tiempo defenderte de aquellos que traten de controlarte, especialmente en relaciones complicadas....
Bloqueados
Es la situación en la que caen quienes piensan que el éxito llega como consecuencia de poseer un talento natural. No es que sean unos vagos e incompetentes; es que se sienten paralizados ante la perspectiva de presentar algo que no se valore como muy bueno. A diferencia de aquellos a quienes les gustan los retos, estos miran de evitarlos por miedo a fracasar. Pero la alternativa para escapar del fracaso no es la comodidad sino la nada. Si no fracasas no aprendes y no haces nada. No conviene que te pase a ti. El miedo a que descubran tu posible incompetencia y te vean como “realmente” crees que eres tiene un nombre: el “síndrome del impostor”. Es llamativo el número de personas destacadas que piensan que no se merecen la posición que han alcanzado y que piensan que corren el riesgo de que descubran en cualquier momento su fraude. (Claro que también hay quienes niegan la evidencia y se aferran a sus puestos cuando les han descubierto…) Para librarse de la incomodidad que aquellos experimentan, se embarcan en tareas sencillas, donde puedan salir airosos fácilmente y evitan asumir problemas complejos. Y cuando se ven forzados a afrontar un reto que les supera, se autoexcluyen deliberadamente haciendo cosas que reducen su desempeño, y tener así la excusa que justifique el no hacer algo bien. Un trabajo sólo sale adelante cuando el miedo de no hacerlo supera al miedo de hacerlo mal. Y para muchos, esa situación nunca se alcanza pues lo que más temen es reconocer que no tienen la capacidad necesaria....
¿Todos contra ti?
No te autocompadezcas. Ciertamente es exagerado, ¡no eres tan conocido…! No puedes quejarte y al mismo tiempo liderar con eficacia. Raramente se dan a la vez el lamentarse por los contratiempos y avanzar en la dirección adecuada. La mayoría de las molestias de la vida sólo merecen ser ignoradas. Eso no significa desdeñar o negar el enojo que ocasionan. Cuando causen un dolor grave habrá que afrontarlas directamente. Pera la capacidad de resistencia se desarrolla según el modo en que se aprenda a distinguir entre las contradicciones que hay que olvidar y aquellas de las que hay que ocuparse. Tratar a todas por igual y lamentarse todo el tiempo te convierte en un quejica. En cualquier circunstancia puedes preguntarte qué es lo peor que te puede ocurrir. Si te prepararas para aceptarlo, puedes tener la seguridad de recuperarte. Si ocurre lo peor, sabrás qué hacer, y si no resulta tan grave como esperabas, tanto mejor. El modo en que respondes a las dificultades te hace singular. Tu decides cómo responder ante lo que no funciona; si dejas que te rompa y arruine tu actitud, o si optas por sacar lo mejor de la situación....
Aprender fracasando
La mayoría de las percepciones acerca del fracaso son equivocadas. Se supone que alcanzar el éxito es el resultado de una buena y prudente planificación que proporciona victorias significativas y continuadas. Sin embargo, planificar no enseña, mientras que hacer pruebas y equivocarse, sí. Fracasar no es sólo un modo de aprender más rápido; es, de hecho, la única manera de aprender. Es mediante la práctica repetida como se ganan las capacidades y no mediante la mera observación de lo que hacen otros o la elaboración de profundas teorías. Todo consiste en equivocarse pronto y muchas veces, de fracasar estrepitosamente. En las organizaciones destacadas, la evaluación de los colaboradores ha de poner énfasis en conocer los fallos cometidos. Es algo positivo si se reconocen, si se admite que se han equivocado lo suficiente, si se ha compartido el aprendizaje con los demás. Es un reflejo de que asumen riesgos calculados, pequeños y manejables, y que tras los fracasos, no muy costosos, se recuperan con rapidez y avanzan de nuevo. Son incontables los estudios y las experiencias que demuestran que ésta es la mejor manera de descubrir lo que verdaderamente funciona. Fracasar es, por razones obvias, muy difícil. Hace sentir mal y genera en el cerebro un mensaje muy fuerte de no volver a repetirlo. De ahí la necesidad de insistir en los aspectos positivos. Si queremos tener una sociedad innovadora, con gente bien formada y capacitada, se ha de trabajar en persuadir a las personas de que el dolor del fracaso no es distinto del de las ampollas en los pies de los corredores o en las manos de los tenistas: Una señal de que se pone el esfuerzo suficiente para mejorar....
Capacidad emocional
Esta es una competencia que te permite manejar la adversidad, el fracaso, las críticas o las presiones, de manera positiva. Son muchos los que se muestran incapaces de hacer frente al estrés o escapar a presiones emocionales, y se rompen o se rinden. Mientras que otros, con más capacidad emocional, gestionan mejor sus emociones y dificultades, avanzando en la realización de su potencial. La característica principal de aquellos emocionalmente fuertes es que afrontan las emociones de manera activa. Nunca se sienten víctimas de sus propios sentimientos. Las mociones son precursoras de las emociones, lo que quiere decir que puedes hacer cosas que influyan en el modo en que te sientes. Quizás no puedas controlar completamente tus emociones, pero sí cambiarlas a través de tus actos: Si te sientes inseguro, alza tu voz; si deprimido, canta; si estás triste, ríe; si te consideras insignificante, actualiza tus objetivos; si te ves incompetente, recuerda tus éxitos. En muchas ocasiones querrás gritar lo injusto que es este mundo. Pero la negación, maldiciones, berrinches, quejas, culpabilizar a otros, o hacerse ilusiones, no te sacarán del barranco. Cuanto antes te liberes del shock de la emoción, lo proceses y te pongas en marcha, más rápida será tu recuperación y mayor será tu fortaleza emocional. Tu eliges: O trabajas por dominar tus emociones o ellas te controlarán a ti continuamente....
Convencido
No podrás convencer a nadie si antes no estás tu convencido. No vale engañarse. Sólo se gana cuando se está decidido a ganar llevando a cabo las acciones correspondientes. No puedes excusarte por tus colaboradores ni suele ser posible cambiar de equipo. Has de sacar todo el partido posible a los activos y capacidades disponibles. Cualquiera que sea el reto al que te enfrentes en la vida, céntrate en lograrlo. Convéncete de lo que debes hacer hoy y realízalo de forma destacada. Y aplícalo a las relaciones que has de mantener y a todo lo que contribuya a alcanzarlo. David no venció a Goliat porque tuviera todo a su favor sino porque estaba absolutamente convencido de lo que tenía que hacer. Su supervivencia dependía de ello. Tienes que estar convencido y comprometido con el hecho de que tu oferta, tu producto o servicio, son imbatibles. Has de estar tan seguro de ello como para poder transmitir tal convicción que nadie se plantee siquiera discutírtelo. De lo contrario no pasarías de ser un mercenario errante que se vende en cada momento al mejor postor....
Gestionando la suerte...
La complejidad del mundo en el que te mueves hace que te tropieces de continuo con el riesgo y la suerte. La suma de todas tus actuaciones no proporciona ni explica la totalidad de tus resultados, que se ven condicionados por innumerables factores. Reconocemos y definimos como riesgo cuando tomamos decisiones que consideramos acertadas pero que dan malos resultados, y la suerte cuando haciendo algo malo o imperfecto logramos un gran resultado totalmente inesperado. El riesgo y la suerte son, de hecho, dos caras de una misma moneda y deberían recibir el mismo nivel de reconocimiento. El primero es fácil de identificar al ver que hay cosas escapan a tu control, lo que te enseña y ayuda a ajustar tu estrategia. Sin embargo, eso no ocurre con la suerte, al generar un falso sentimiento de control por pensar que hiciste algo bien y lograr lo que esperabas. No te ayudará a tomar buenas decisiones de forma repetida en el futuro. Este distinto reconocimiento se debe en parte al propio ego y en parte al deseo de descubrir patrones de éxito para aplicarlos y repetir victorias. Por eso es importante aplicar también a la suerte algunas cosas que nos enseña la gestión de riesgos: Aprender a cuantificarla. Has de saber medir qué parte del éxito se debe a la suerte y por tanto no puedes esperar que se repita. No todos están dispuestos a aceptarlo pues darle cualquier protagonismo a la suerte les parece un insulto y un desprecio al esfuerzo que pusieron. Pero, así como al riesgo no le importa el esfuerzo que pongas para condicionar tus resultados, lo mismo puede decirse de la suerte. Ambos te enseñan humildad, aunque el riesgo lo hace de inmediato y la suerte sólo cuando te abandona. Saber...
Descubridores y colonos...
Los descubridores se describen como pioneros en el desarrollo y comercialización de productos. Los colonos, por el contrario, son más lentos y esperan a que los primeros creen el mercado para entrar. Dicen las estadísticas, que como todos sabemos siempre mienten, que el 47% de los descubridores fracasan, frente al 8% de los colonos; y si los pioneros triunfan, sólo se quedan con el 10% del mercado. Otros estudios apuntan a que quizás capturen más cuota de mercado, pero acaban teniendo menos beneficios y menos probabilidades de sobrevivir. Sorprendentemente, parece que los inconvenientes de ser los primeros son superiores a las ventajas, por lo que, si eres de los que sienten urgencia por meterse en nuevos líos, hay quienes te animan a reflexionar con cuidado sobre la idoneidad de hacerlo en este momento. A los colonos se les suele menospreciar tachándoles de imitadores, aunque algunos defenderán que, en vez de responder a la demanda identificada, prefieren tomarse su tiempo hasta estar en condiciones de ofrecer algo nuevo o revolucionario en su categoría. Quienes tienen propensión a asumir riesgos se sienten empujados a ser los primeros, a tomar decisiones impulsivas, mientras que los más conservadores esperan a que les llegue la oportunidad y blindan sus riesgos antes de lanzarse. Los pioneros están llamados a cometer todo tipo de errores mientras que los colonos los observan y aprenden de ellos sin tener que padecerlos. Los primeros suelen quedarse anclados en sus ofertas iniciales mientras los segundos pueden observar los cambios en el mercado y ajustarse a ellos. Vaya, que parece de tontos perseguir la posición de ser pioneros, según las estadísticas que manejan los colonos, claro. Pero lo cierto es que si todos esperáramos para actuar nunca se produciría nada original. Alguien tendrá que asumir el...
Para variar, retrásalo...
Hoy toca promocionar la dejadez. Cuando la familia, la escuela, la empresa, o los mentores insisten en destacar las ventajas de la diligencia, hoy, para variar, conviene señalar la utilidad de la pereza, de postergar las iniciativas. En la lucha por lograr los objetivos siempre se aconseja avanzarse a la programación de las tareas, se insiste en las ventajas de la rapidez, de ser el primero y ganar a los competidores. Sin embargo, en muchas ocasiones, la premura genera inconvenientes y perjuicios. La productividad de lo mediocre sólo requiere una disciplina ordinaria. Se trata de algo seguro que a nadie pone en peligro. Pero la mediocridad tampoco cambia nada. La genialidad, por el contrario, suele ser incontrolada e incontrolable. La originalidad no se deja apresurar. Lo que denominan procrastinar puede ser enemigo de la productividad, pero también en ocasiones un recurso de la creatividad. Lo que unos etiquetan como pereza otros lo consideran esperar al momento oportuno. La gente de talento suele lograr más cuando parece que trabaja menos, pues andan pensando y desarrollando en sus mentes una idea más acabada. La dilación o la desidia son un hábito común de las mentes creativas y de los grandes descubridores. Leonardo Da Vinci dedicó unos quince años a desarrollar sus ideas para La Última Cena y otros tantos para concluir La Gioconda. Se trata del efecto Zeigarnik, psicólogo ruso que demostró que se tiene mejor memoria para las tareas inacabadas que para las concluidas. Cuando se termina un trabajo se deja de pensar en él, mientras que si se ha interrumpido y queda pendiente, se mantiene activo en la mente. Es normal por tanto que la originalidad se acompañe de la lentitud, aunque eso no significa abandonar toda planificación. Se han de posponer las cosas...
Sin vacaciones
Todos dicen necesitar unas vacaciones, un tiempo de descanso para relajarse y desconectar; pero lo cierto es la mayoría no está en condiciones de poder permitirse una vacación lo suficientemente larga para verdaderamente lograrlo. Y aunque ese descanso pueda proporcionar algún alivio, la verdadera razón para tomarlo debería ser la de reactualizar las propias metas. El simple hecho de obsesionarse con realizar una contribución significativa y dar lo máximo de uno mismo son motivos suficientes para recuperarse y recargar energías, mientras que de muchas vacaciones se regresa con menos fuerzas que cuando se empezaron. Muchos ansían esas vacaciones porque creen que les cambiarán cuando lo que verdaderamente renueva es el compromiso con un propósito superior. Por eso hay quienes no consideran el trabajar como una carga. Corres el peligro de frenar tu progresión si escuchas a quienes te dicen que no trabajes tanto, que descansar sería bueno para ti, que te mereces unas vacaciones. Disfrutar trabajando no te hace imperfecto sino productivo. Quienes te animan a relajarte no persiguen lo mismo que tu. No te disculpes por luchar por tus aspiraciones ni te dejes influir por aquellos que ya se dan por contentos pese a no haber logrado nada....