Mi jefe no me grita pero tampoco hace nada...

  Leyendo este artículo descubro un estudio que confirma que los malos jefes lo son más por lo que no hacen que por las acciones que cometen. Esta es la lista de los principales errores ordenados por importancia decreciente: Incapacidad para motivar debido a su pasividad, falta de energía y entusiasmo. Aceptación de un desempeño mediocre. No establecen objetivos ambiciosos y dejan que la gente se abandone en su trabajo. Carencia de una visión y dirección claras. Y como consecuencia no son capaces de dar orientación a sus subordinados. No saber colaborar ni formar parte de equipos. O ven el trabajo como una competencia y a sus colegas como enemigos. No predicar con el ejemplo. Dicen una cosa y hacen la contraria, lo que hace que se pierda la confianza en ellos. Ni mejoran ni aprenden de sus errores. Su arrogancia les lleva a creer que no tienen nada que aprender y caen repetidamente en las mismas equivocaciones. Se resisten a toda innovación y no pueden liderar el cambio. Su cerrazón les impide aceptar cualquier sugerencia de colegas y colaboradores. Inútiles para desarrollar a sus colaboradores. Sólo piensan en ellos mismos y no en la mejora de quienes les rodean. Carencia de cualidades para la relación interpersonal. Ni escuchan, ni saben preguntar, ni ayudan a los demás, ni felicitan los logros ni premian el buen desempeño. Tomar malas decisiones por su imposibilidad para formarse un juicio acertado.   Lo peor es que al tratarse de carencias y omisiones pueden pasar más tiempo desapercibidos. Y tienen además la tendencia a ser contagiosos en las organizaciones. En todo caso, lo que debe preocuparte no es que tu jefe responda a esos patrones sino evitar caer tu en esos errores.   Otras notas relacionadas: ¡Mi jefe me grita!...

Escribe en tu blog 20Ago

Escribe en tu blog

Hace ya veinte años tuve la oportunidad de invitar a un conocido autor norteamericano, especializado en gestión sanitaria (tema al que me dedicaba por entonces) a impartir un seminario conjuntamente en Barcelona. Tuvimos ocasión de encontrar tiempo para ir a Sitges a comer una paella junto al mar. Y allí me explicó su secreto para escribir su exitoso manual de gestión sanitaria: escribir cada día un rato antes de ir a dormir. Los tiempos han cambiado de manera radical desde entonces, pero su consejo sigue siendo válido para mí, aunque tardé muchos años en hacerle caso, casi diecinueve. Hoy no se trata de que debas escribir un best seller sino de que publiques un blog. Seas quien seas debes animarte a escribir un blog, sin importarte quien lo lea. No son los demás los primeros destinatarios de esas líneas sino tú mismo. Es un elemento fundamental para tu desarrollo personal y profesional en estos tiempos. Es obligado romper esa barrera que te impide hacerlo. Todo serán ventajas para ti si lo logras. Ganarás en humildad, aprenderás más, te comunicarás ampliamente, te conocerás mejor. No te preocupes por el resultado. Si no lo haces bien al principio, tranquilo, nadie lo leerá y ya mejorarás con el tiempo. Ponte una marca, por ejemplo una o dos notas a la semana, y ten la disciplina de mantenerte en ella. Verás como se convierte en la mejor iniciativa de tu vida, la que mayor impacto acabará teniendo sobre tu desarrollo personal y profesional, tu pieza clave en la generación de tu nueva imagen de marca. Aquí tienes lo que dicen acerca de los blogs dos profesionales mundialmente conocidos: Seth Godin y Tom Peters: Empieza hoy. Y si tienes dudas de cómo hacerlo,...

¿Cuánto quieres equivocarte?...

Sabes que puedes usar los errores para estimular la creatividad y la innovación. Te permitirán llegar más allá de lo que inicialmente esperas. Gracias a errores y accidentes hemos podido acceder a productos muy valiosos como antibióticos o vacunas. Los errores animan a explorar más allá de los límites de lo seguro, donde se puede encontrar la base del éxito futuro. Por eso hay empresas que promueven una cultura de premia los errores que generan mejoras, que estimulan la creatividad y que abren nuevos caminos. Eso incluye tolerar también los errores más tontos e inútiles. Sin embargo esas empresas son todavía la excepción. La mayoría no están muy dispuestas para aceptar errores. Más bien buscan eliminarlos para asegurar que obtienen resultados a corto plazo. Y sus directivos optan por lo que consideran menos arriesgado en vez de por la innovación. Las empresas más destacadas consiguen un equilibrio entre las culturas del desempeño (evaluación de resultados) y del aprendizaje. El problema para lograrlo es la arraigada actitud de aversión al riesgo ¿Tu qué haces? ¿Premias sólo el corto plazo? ¿Cuál de estas actitudes te describe mejor? Odias equivocarte y escondes tus errores. No aprendes de ellos y los acabas repitiendo. No ocultas tus errores, pero buscas averiguar lo ocurrido y quién es el responsable. Se aprende poco y es sólo un mecanismo de autodefensa. Aceptas los errores bienintencionados. Agradeces públicamente a quienes tienen una buena razón para haberse equivocado. Aprecias más el aprendizaje a largo que los resultados a corto. Asumes que los errores son gajes del oficio y celebras lo que aprendes de ellos. Eres capaz de cometer errores a propósito al intentar aquello que va contra el sentido común. De este modo pones a prueba tus aprioris para descubrir si estás equivocado.  ...

¡Mi jefe me grita!

Algunos de vosotros me habéis pedido que amplíe el asunto tratado en la nota de hace pocos días: No discutas con tu jefe. Parece que las situaciones pueden ser más complicadas que una simple discrepancia… Si tienes un jefe que se caracteriza por sus ataques de ira, sus gritos o porque humilla a sus colaboradores en público, en efecto, tienes un serio problema. Yo diría que cada vez es menos frecuente pero sin duda te puede ocurrir a ti. Y la solución no pasa por buscar a un mediador como aconsejaban ayer de nuevo en este artículo del WSJ. Ya lo he mencionado en alguna ocasión: no trates de cambiar a tu jefe. No es tu responsabilidad y no tendrás éxito. Si te encontraras en una situación con tu jefe como las que he mencionado antes, estas son algunas cosas que deberías hacer: Mantener la calma. Te ayudará a tomar mejores decisiones. No te dejes llevar por el enfado del momento. En ese momento es su problema no el tuyo. No respondas, mantente frío y abandona el lugar si crees que no podrás controlarte. No buscar aliados. Será difícil que puedan hacer algo. Tu jefe tendrá más credibilidad y podrá defender sus argumentos. Estás solo en este asunto. Cargarte de razón. Asegúrate que conoces bien las exigencias de tu puesto de trabajo y las cumples. Haz más y mejor tu trabajo. Mira de entregarlo con anticipación y calidad. Te toca trabajar más horas. Comunicar mejor. Cuando te dirijas a tu jefe hazlo de manera breve y directa. Di primero lo más importante. No acudas con problemas sino con soluciones, y deja de lado tus sentimientos. Decidir sobre tu futuro. Mira si te compensa el desarrollo futuro que podrías tener con el desgaste que te...

¡Casi nunca miento…!...

¡Yo soy un hombre que casi nunca miente…! Así se solía definir con gracia un viejo amigo de larga experiencia vital. Lo divertido de la expresión es obvio. No ayuda nada a generar confianza el definirse de ese modo. Reconocer que la mayoría de las veces dices la verdad, paradójicamente, te deja fuera de la categoría de las personas honestas. No suele haber acuerdo sobre en qué medida es preciso decir la verdad en el mundo de los negocios. Para empezar los hay que no creen que exista la verdad. Consideran que es algo relativo, resultado de experiencias personales y singulares y por tanto no compensa discutir sobre ello y prefieren actuar como si ni existiera. Los hay que opinan que en muchas ocasiones no es conveniente decirla por el bien de los otros, para evitar ofenderles. Lo cierto es que en esas ocasiones lo que se trata de preservar es la propia imagen, no aparecer groseros o descorteses. Y el resultado es que uno se queda con la sensación de haber sido deshonesto. Para otros, el fin justifica los medios, por lo que no importa mentir si a cambio pueden conseguir más fácilmente lo que se proponen. Es cierto que decir la verdad no siempre es bien comprendido; en ocasiones se percibe como una crítica y quien la escucha puede no estar preparado para recibirla. La cuestión de fondo es qué actitud adoptas en un mundo fundamentalmente social y en el que necesitas construir unas relaciones de confianza y una imagen de honestidad. ¿A quién le vas a ocultar la verdad? ¿A tus clientes? ¿A tus colegas y colaboradores? ¿A tus jefes?  Sin duda habrás de cuidar la manera de comunicarte para asegurarte de que llega el mensaje que deseas y de forma...

No discutas con tu jefe...

Hace un par de días leía este artículo del WSJ que defendía que discutir con el jefe era una manera de tener una carrera profesional de éxito. El hecho de que una determinada opinión en temas de dirección empresarial aparezca en el WSJ no es garantía de acierto. Y la interpretación de este artículo, más compleja de lo que su título puede resumir, me da pie para hacer algunas observaciones a partir de mi experiencia y que podemos debatir en los comentarios. En mi opinión, la idea con la que habría que quedarse es la contraria, discutir con el jefe no te ayudará nada en tu carrera. Podrías pensar que eso es algo obvio y sin embargo, la escasa preparación de profesionales y directivos, junto a una nueva cultura que podría denominarse como de “coleguismo” puede llevar a jóvenes profesionales sobradamente preparados a cometer graves errores. Una situación fácil de observar hoy día: El bloqueo de buena parte de empresarios y directivos actuales en cuanto al modo de relanzar sus negocios, y el elevado impacto simultáneo de las nuevas tecnologías en ellos. Los colaboradores más jóvenes pueden demostrar un buen dominio de las nuevas tecnologías junto a una creatividad desbordante. En realidad, nada distinto de lo observado en generaciones anteriores. Lo normal, por tanto, es que discrepes de las opiniones e ideas de tu jefe. Lo que no será tan normal es que establezca los sistemas y canales de comunicación adecuados para resolver esas discrepancias de manera inteligente y beneficiosa para la empresa. Quizás en el futuro si, pero en el corto plazo, será excepcional que encuentres directivos abiertos a poner en discusión sincera sus propias ideas. ¿Qué debes hacer entonces? Estar bien preparado, disponer de argumentos sólidos para defender tus propuestas en el caso...

Dimensión de liderazgo del directivo...

Vamos con la última dimensión del trabajo del directivo. Hoy se completan las dimensiones de los días anteriores con la dimensión del liderazgo. Dentro de esta función directiva se incluyen las actividades que se orientan a la generación de la motivación necesaria para que las personas quieran poner en práctica el propósito de la organización. Es decir no basta con que las personas conozcan los resultados que se esperan de ellos ni que tengan la capacidad para realizar las actividades pertinentes, sino que es preciso que deseen llevarlas a cabo. Y la motivación de las personas ha de ser superior a la necesaria para asegurar la eficacia y la atractividad de la organización. Para lograrlo, el directivo debe ir más allá de los incentivos previstos en el sistema formal de retribución de la empresa. La capacidad de liderazgo del directivo le impulsa a preocuparse no sólo de que se hagan las cosas que convienen para que ser eficaces, ni que sean atractivas para las personas que han de realizarlas. Busca, sobre todo, conseguir que las personas actúen por motivos trascendentes, por el bien que sus acciones producen en los demás. El liderazgo directivo se ocupa de desarrollar el sentido de responsabilidad en sus colaboradores, que sean capaces de moverse por un sentido del deber y otros motivos similares. Intenta enseñar a quienes dirige a valorar sus acciones por la manera en que éstas afectan a otras personas. En su dimensión de líder, el directivo debe tener la capacidad de descubrir las necesidades reales de las personas, las más profundas y verdaderas, y adaptar sus actuaciones a la satisfacción de dichas necesidades. Los líderes, por tanto, no nacen. Llegan a serlo a través de su esfuerzo personal, tras un largo proceso por el que adquieren...

Dimensión ejecutiva del directivo...

Vamos hoy con otra dimensión de la función directiva. Ayer repasábamos la función estratégica que se ocupaba de los procesos operativos establecidos en el modelo del negocio para lograr el propósito de la empresa. Hoy analizaré otro conjunto de procesos a desarrollar por los directivos. Son los que tienen que ver con establecer y comunicar las actividades concretas que las personas deberán realizar para que la empresa alcance los resultados que se propone. Estos procesos forman parte de lo que se denomina técnicamente estructuración del propósito de la organización y concretan aquellos aspectos que no determinó explícitamente el sistema operativo de producción y distribución que veíamos ayer. Este conjunto particular de actividades directivas reciben la calificación de ejecutivas y tienen una gran importancia ya que determinan el grado de satisfacción interna, de motivación intrínseca, de las personas que trabajan en la empresa. No pueden obviarse ya que forman parte del propósito de la empresa y contribuyen a lo que se denomina atractividad de la misma y que complementa al fin de la eficacia al que me refería ayer. Estas actuaciones que forman parte del trabajo del directivo constituyen la dimensión ejecutiva de la función directiva. El talento ejecutivo se caracteriza por la capacidad para descubrir y utilizar los conocimientos, habilidades e impulsos de las personas a quienes se dirige. El buen ejecutivo contribuye a lograr el propósito de la empresa mediante la definición de unas funciones y tareas capaces de aprovechar la fuerza y el compromiso que genera la motivación interna de sus colaboradores. Tiende a ver a la organización como un organismo vivo y no como una máquina de obtener resultados. Le preocupa más lo que la organización puede llegar a hacer que lo que hace. La diferenciación es importante; no sirve cualquier...

A ver si hay suerte

Una vez más estoy sentado en la plaza 1C de la aerolínea de bajo coste. Las oportunidades de aprender cosas son extraordinarias y están incluidas en el mismo precio del viaje. Una señora que acaba de entrar sonríe al piloto que ha salido de la cabina para observar como progresa el embarque y se dirige a él diciéndole: Bueno, ¡a ver si hay suerte y va todo bien…! Quiero pensar que si puedo contarlo es que, en contra de lo que ella pedía, no hubo suerte. Estarás de acuerdo conmigo en que subirse a un avión no puede parecerse a entrar en un casino a jugar a la ruleta. Das por supuesto que los técnicos han realizado las revisiones especificadas, que el piloto es experimentado, que los sistemas de vuelo funcionan y están duplicados para asegurar su funcionamiento ante cualquier incidencia. No quiero que haya suerte cuando subo al avión, ni cuando entro en quirófano, ni cuando compro un coche, ni cuando me sirven la comida. Espero que en todos esos casos haya un comportamiento profesional, la aplicación de los mejores conocimientos y el funcionamiento de mecanismos de eliminación de riesgos que aseguren que llego a mi destino, que el tumor es extirpado, que el coche no deja de funcionar en una curva cuando circula a 120 Km/h, que la mayonesa no contiene salmonella… Si tus clientes no esperan que haya suerte, tampoco tu gestión empresarial puede compararse a una tirada de dados. Y sin embargo parece que muchos juegan a eso. Tiras los dados cuando…: … pones un producto genérico en el mercado y esperas que te lo compren. … no inviertes en tu formación ni en la de tu gente. … no buscas el asesoramiento en aquellas materias que desconoces. … evitas...

Párate a pensar

Siempre es buen momento para hacerlo, pero ahora especialmente. ¿Nuestra vida es incierta? ¿Lo que nos pasa en ella está realmente fuera de nuestro control? ¿Nuestros actos cuentan poco para determinar lo que nos ocurre? ¿Quién logra algo destacado debe atribuirlo a la suerte? Imagino que estarás de acuerdo que destacar no depende tanto de las circunstancias como de una elección consciente y de disciplina. Los factores que determinarán que destaques los tienes en tu mano. De hecho no es importante lo que pasa sino lo que eres capaz de crear, lo que haces y lo bien que lo haces. Pero no puedes pedir garantías. La vida no da garantías. Siempre pueden darse acontecimientos fatales que acaben contigo pese a tu disciplina y capacidad de trabajo. Aún en esos casos deberás actuar. Cuando llegue ese momento en que te encuentres asustado, agotado ¿qué harás?, ¿qué decisiones tomarás?, ¿cederás a las presiones y renunciarás a tus principios?, ¿te rendirás…? Algunos decidirán optar por la mediocridad, total…, ¿a quién le importa? La cruda realidad puede convencerte de que debes abandonar esos sueños… Si lograr las metas, obtener beneficios, alcanzar el éxito, pueden ser importantes, mucho más lo son el propio camino que se sigue, el propósito que te mueve, el ser útil a los demás. No somos prisioneros de las circunstancias o de los tiempos que nos ha tocado vivir, ni de la suerte, de la injusticia, de las derrotas, de los propios errores, ni del tiempo de vida que tenemos señalado. Somos libres y dueños de las decisiones que tomamos en cada instante. ¿Es un misterio? Quizás tu sí lo has...

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