Dimensión de liderazgo del directivo

Vamos con la última dimensión del trabajo del directivo. Hoy se completan las dimensiones de los días anteriores con la dimensión del liderazgo.

Dentro de esta función directiva se incluyen las actividades que se orientan a la generación de la motivación necesaria para que las personas quieran poner en práctica el propósito de la organización. Es decir no basta con que las personas conozcan los resultados que se esperan de ellos ni que tengan la capacidad para realizar las actividades pertinentes, sino que es preciso que deseen llevarlas a cabo.

Y la motivación de las personas ha de ser superior a la necesaria para asegurar la eficacia y la atractividad de la organización. Para lograrlo, el directivo debe ir más allá de los incentivos previstos en el sistema formal de retribución de la empresa.

La capacidad de liderazgo del directivo le impulsa a preocuparse no sólo de que se hagan las cosas que convienen para que ser eficaces, ni que sean atractivas para las personas que han de realizarlas. Busca, sobre todo, conseguir que las personas actúen por motivos trascendentes, por el bien que sus acciones producen en los demás.

El liderazgo directivo se ocupa de desarrollar el sentido de responsabilidad en sus colaboradores, que sean capaces de moverse por un sentido del deber y otros motivos similares. Intenta enseñar a quienes dirige a valorar sus acciones por la manera en que éstas afectan a otras personas.

En su dimensión de líder, el directivo debe tener la capacidad de descubrir las necesidades reales de las personas, las más profundas y verdaderas, y adaptar sus actuaciones a la satisfacción de dichas necesidades.

Los líderes, por tanto, no nacen. Llegan a serlo a través de su esfuerzo personal, tras un largo proceso por el que adquieren la capacidad de moverse por el bien de los demás, sacrificando su propio egoísmo sin que nadie les obligue. Su actuación sirve de ejemplo para que sus colaboradores se muevan por los mismos principios, empujándolos a actuar por el bien del conjunto. De este modo se hacer crecer la unidad de la organización.

El líder, en cuanto tal, no está en condiciones de alcanzar por si mismo los resultados que se propone la organización ya que eso depende de la libertad de las personas. Puede tratar de imponer algunas acciones, si dispone del poder para ello. Pero lo que no puede imponer desde fuera son las intenciones que mueven a actuar a las personas a su cargo, ni tampoco puede estar seguro de cuáles son.

Lo que debe hacer, por tanto, es enseñar a sus colaboradores el valor real de las acciones que realizan y para ello debe predicar con el ejemplo. Deberá esforzarse seriamente para que sea el bien de los demás lo que motive su actuación y poder influir en así en sus colaboradores y lograr que actúen de la misma manera.

Como puedes imaginar, se trata de un compromiso continuado e inacabable. Ahora ya lo sabes.

 

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