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Respuestas

P.: ¿No te parece que, llegado ya cierto momento de la vida, con suficientes logros y estabilidad, y dadas las circunstancias por las que atravesamos, es momento para “jubilarse”?

R.: Un amigo mío es de la misma opinión y me ha hecho pensar. Hace años que nos conocemos y trabajamos juntos. Se encuentra cansado (¿quién no…?) y le pasa por la cabeza  jubilarse y me anima a hacerlo a mí también.
No juzgo esa actitud pero no va conmigo.
¿Cuál es tu misión? Si trabajas por obtener una posición económica medianamente holgada, una vez conseguida se pierde la motivación del trabajo.
Pero si la misión está en servir a los demás en aportales valor para su mejora personal y profesional ¿cómo vas a jubilarte y ceder en ese objetivo?
De nuevo, la definición de la misión personal, como la de la empresa está fuera de nosotros, y tiene el sentido de ayudar a los demás a resolver sus problemas.

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P.: Son varias…
– ¿Qué situaciones o condiciones se dan en una empresa para que decida subcontratar?
– ¿Cuáles son los objetivos que se preten alcanzar mediante la subcontratación o cuáles son los objetivos que esta permite alcanzar?
– ¿Qué es mejor obtener una ventaja económica o una ventaja estratégica ante tus competidores?
– ¿Una ventaja estratégica, aunque nos permita acceder a productos, servicios o tecnología fuera de nuestro alcance no terminará traducida en mayor beneficio para la empresa?

R.: Para mejor entender el concepto de subcontratación y la oportunidad de su aplicación en la empresa hay que ponerse de acuerdo o recordar antes unos presupuestos fundamentales:

  • Que el objetivo de la empresa es generar valor para unos determinados grupos partícipes.
  • Que las decisiones para alcanzar el objetivo anterior se toman en relación a unos valores propios y compartidos por todos en la empresa.
  • Que la estrategia es el conjunto de decisiones y acciones que permiten generar ese valor.
  • Que el resultado económico es una medida, muchas veces sólo parcial, del valor generado por la empresa.
  • Que para la toma de decisiones es útil de disponer herramientas que ayuden en el proceso de formalización de la decisión. Para el caso de hoy, la subcontratación, es útil apoyarse momentáneamente en la herramienta denominada “cadena de valor” de Michael Porter.

La cadena de valor visualiza la empresa como un conjunto de actividades (primarias y de soporte) donde se integrarían todas las actividades que desarrolla una empresa. La empresa, al realizar esas actividades incurre en unos costes a la vez que genera valor para su cliente, lo que se traduce en un margen que la empresa retiene. Potencialmente podemos estudiar la conveniencia de subcontratar todas y cada una de esas actividades.

La decisión de subcontratar o no una determinada actividad dependería al final, según lo anterior, del efecto que desarrollar esa actividad tiene sobre la generación de valor de la empresa. Así, las cosas, cuando piensas en subcontratar tratas de buscar en el mercado, fuera de la empresa, quien haga que tu no puedes o no deseas hacer, bien por falta de recursos tangibles o intangibles, o bien porque te permitiría generar más valor que si lo hicieras tu misma; siempre y cuando lo costes de transacción lo hagan viable.

Podría parecer, entonces, bien sencilla la toma de la decisión de si subcontratar o no una determinada actividad: Se compara el valor económico de realizarla dentro frente al de comprarla fuera y se opta por lo que deje más valor en la empresa.

Pero esto no es nada sencillo y mucho menos tan simple. ¿De qué valor para la empresa hablamos? ¿Económico? ¿En el corto plazo o en el largo plazo? ¿Cómo se alinea la decisión con los valores o principios que rigen el logro del objetivo en nuestra empresa?

La complejidad se adivina muy fácilmente con un par de ejemplos:

  • Sale más barato no fabricar y comprar el producto a un proveedor de un país con mano de obra barata. Claro que se descubre más tarde, por ejemplo, que los menores costes se consiguen mediante la explotación de mano de obra infantil, lo que castiga la imagen de la empresa y ocasiona la pérdida masiva de clientes.
  • Al externalizar determinadas actividades nos vemos en la necesidad de despedir personas o vender activos que mañana pueden ser muy valiosos como consecuencia de cambios en la demanda o en las condiciones del mercado.

Lo que sólo económicamente y en el corto plazo tenía sentido, a medio plazo no compensa y en todo caso puede estar en conflicto con los valores de la empresa.

Además subcontratar exige disponer de una capacidad organizativa que hasta ese momento puede no haberse desarrollado, como la de saber gestionar a empresas externas subcontratas.

En resumen: la decisión de subcontratar o no una actividad de la empresa es una decisión que no puede basarse en el simple ejercicio del análisis de las posibles ventajas e inconvenientes, sino en un juicio estratégico que lleva a estudiar la alineación con la misión y valores de la empresa, alejándose de comportamientos oportunistas.