La gran tentación

Leer correos no siempre es interesante, pero en ocasiones puede volverse muy tentador. Y es esa excitación impredecible la que lleva a consultar el correo de manera compulsiva. Además, el entorno condiciona tus decisiones por presentar unas opciones como más cercanas y asequibles que otras. El mundo que te rodea parece diseñado para empujarte a realizar todo de manera inmediata, lo que puede conducirte al desastre. ¿Qué puedes hacer? Evita ponerte en esas situaciones que contribuyen a distraerte. Si no abres la aplicación de correo, te será más fácil resistirte a consultarlo que si la tienes operativa y señalándote la llegada de nuevos correos. La capacidad de autocontrol frente a las tentaciones se construye a partir de la forma de afrontar dos elementos, los problemas de autocontrol y sus soluciones. Los primeros surgen de tener que decidir entre “ahora” o “más tarde”. Las soluciones son todo aquello que pones en marcha para lograr un mejor desempeño. Por ejemplo, pagar una alta cuota mensual en un gimnasio crees que te hará sentir mal y te obligará a acudir. Pero el sentido de culpabilidad sólo funciona en el corto plazo y tiende a desvanecerse. Además, has de contar con el desgaste que ocasiona tener que resistir las tentaciones una y otra vez. Esto te consume energías que, conforme avanza el día, se agotan, incrementando la probabilidad de caer en ellas....

Sé ejecutivo

En el mundo profesional, el distinguir entre el qué hacer y el cómo hacerlo es crucial. En ocasiones es fácil identificar lo que hay que hacer para alcanzar un objetivo, pero la verdadera dificultad radica en cómo ejecutar las iniciativas para llevarlo a cabo. Esta sistemática te ayudará a conseguirlo: Céntrate en lo más importante. Cuantas más cosas tratas de hacer menos acabas por completar. Esta simple idea ayuda a centrar los esfuerzos y la intensidad de los mismos para conseguir resultados tangibles. Identifica un pequeño número de objetivos ambiciosos a alcanzar en esas horas de trabajo intenso. Trabaja con indicadores anticipados. Has de medir tu avance hacia el objetivo más importante. Los indicadores de desempeño describen el resultado en tiempo pasado. Pero los indicadores anticipados miden el modo de mejorar el comportamiento de forma que tenga impacto en los objetivos futuros. Por ejemplo: Tiempo reservado para trabajar con intensidad, tiempo dedicado a un objetivo importante. Lleva la cuenta. La actitud y motivación de un equipo cambian cuando se hacen públicas las medidas que señalan el avance hacia la consecución del objetivo. Crea un sentido de competencia que empuja centrarse en esos indicadores. Lo mismo puede decirse a nivel individual. Saber la cantidad de horas de trabajo acumuladas y los resultados tangibles alcanzados ayudan a mantener la intensidad. Haz evaluaciones periódicas. Utilizar, por ejemplo, la revisión semanal para reconocer los resultados obtenidos y celebrarlos, pone de manifiesto las semanas menos productivas y ayuda a conocer el esfuerzo necesario para asegurar un objetivo futuro....

Rituales

La noción popular de que los artistas sólo trabajan cuando reciben la inspiración es equivocada. Cuando se trata de realizar un trabajo creativo, lo mejor es no contar con la inspiración. Para poder sacar el mayor partido posible a unas sesiones de trabajo en profundidad, conviene establecer una serie de rituales y adherirse a ellos de manera estricta. Llegar a obtener unos resultados destacados depende de la capacidad de trabajar en profundidad de forma consistente, llevando hasta el límite las propias capacidades. La adopción de esos protocolos minimiza la dificultad propia de la transición entre fases de trabajo superficial y profundo, permitiendo adentrarse con más intensidad en las segundas y permanecer en ellas más tiempo. Para desarrollar unos rituales de trabajo eficaces conviene tener en cuenta los siguientes aspectos: Dónde se va a trabajar y por cuánto tiempo. Necesitas concretar el lugar donde podrás concentrarte mejor. Puede bastar tu propio despacho, con la puerta cerrada y la mesa ordenada. Determinar el tiempo específico asignado a cada sesión. Establecer cómo se realizarán las tareas, cuáles serán las reglas y qué procedimientos darán estructura a tu trabajo. Por ejemplo, desconectarse de Internet, contar el número de palabras a escribir en intervalos de 20 minutos, etc. Con qué ayudas has de contar para mantener en ese alto nivel de concentración. Por ejemplo, tomar algún café o alimentos energéticos, o hacer ejercicios suaves, como caminar, y que ayuden a mantener la mente clara. Y también tenr al alcance los materiales necesarios. En cualquier caso, la elaboración de tu propio ritual te requerirá experimentar hasta dar con el apropiado para ti. Trabajar en profundidad no es una actividad que deba abordarse a la ligera. Contribuyen a percibir la importancia de esa tarea el compromiso que representa introducir cambios radicales...

No puedes ceder

Son muchas las ocasiones en las que puedes sentirte presionado a hacer algo por indicación de un superior y así evitar los riesgos inmediatos derivados de no obedecer. Pero no puedes ignorar las consecuencias a largo plazo de una acción que vaya en contra de principios legales, profesionales o morales. Casi todos nos vemos afectados por un sistema con incentivos a corto plazo basados en el cumplimiento de objetivos y metas cuantificables. Se producen situaciones en las que hay vigilar las presiones que ejercen esos incentivos pues pueden orientar hacia actuaciones contrarias con tus propios principios. ¿O estás dispuesto a sacrificarlos por las ventajas que esas acciones te reportarán de inmediato? Has de hacerte violencia en esos asuntos o acabarás conspirando con tus jefes y cediendo a la tentación de lograr aquellos objetivos a cualquier precio. Tendrás que prepararte mentalmente para resistir las presiones de todos aquellos que viven atrapados en ese sistema perverso. Las siguientes indicaciones pueden ayudarte a hacer frente a esas situaciones complicadas y limitar las consecuencias negativas que te representaría a largo plazo el ceder ahora: Se consciente de tu sorpresa y aturdimiento cuando te ordenen hacer algo equivocado, que no está bien, o que no sea ético. Resiste la tendencia a racionalizar lo que te están pidiendo para evitar la incomodidad que te genera. Es esa molestia lo que te llevará a hacer lo correcto. No avances. Detente y manifiesta tu desconcierto, incluso con el lenguaje corporal, y diciendo algo así como: “Un momento…” Date tiempo para recuperarte del trastorno que te ocasiona esa orden inapropiada. Examina qué valores están en juego y cuáles son los riesgos reales de obedecer; no consideres sólo los problemas generados a corto plazo por desobedecer. Haz las preguntas relevantes en relación a la...

Experto o amateur

Aprender a mejorar cualquier competencia requiere capacidad de concentración; y su ejecución práctica exige prestar toda la atención. Si ésta estuviera centrada en otro lugar, el cerebro no será capaz de fijar esas rutinas concretas necesarias para desarrollarla. Cuando ya se domine el modo de ejecutarlas, la atención deliberada deja de ser necesaria y pueden ejecutarse sin pensar, de manera automática e inconsciente. Es en este punto donde se separan los caminos del amateur y del experto. El primero se contenta con un nivel de desempeño razonablemente bueno, pongamos que después de unas 50 horas de práctica, y no siente la necesidad de seguir ejercitándose de forma deliberada, concentrando toda su atención. Se contenta con ir pasando con lo que ha aprendido. Por mucho que practique, su mejora será insignificante. El experto, por el contrario, peleará activamente contra esa tendencia al automatismo, buscando ejercitarse de forma consciente para alcanzar unos niveles de desempeño superiores. Cuanto más tiempo permanezca en esa práctica realizada con toda la atención concentrada, mayor y más completo será el desempeño que se alcance. La intensidad de ese esfuerzo de concentración ocasiona fatiga. De ahí que los expertos limiten este tipo de práctica a unas cuatro horas al día. Este régimen de entrenamiento debe incluir períodos de descanso para la recuperación física y mental....

El sentido de trabajar a conciencia...

A diferencia del artesano manual, al trabajador intelectual le puede resultar difícil distinguir en qué modo su propio trabajo se diferencia y destaca del que hacen otros. Podría parecer que todo se reduce a contestar correos, preparar hojas de Excel o presentaciones de PowerPoint. Ese es un tipo de trabajo superficial, en muchos casos, al que es difícil encontrar significado. Y lo que es peor, quienes evitan ese tipo de tareas son observados con sospecha. Pero es posible encontrar el sentido a un trabajo intelectual realizado de manera concienzuda, capaz de generar una íntima satisfacción personal, incluso en esta era de la información. Ese significado se fundamenta desde diversos puntos de vista: neurológico, psicológico y antropológico. Fundamento neurológico: Tendemos a poner mucho énfasis en nuestras propias circunstancias, asumiendo que lo que nos ocurre determina el modo en que nos sentimos. Los pequeños detalles cotidianos no resultan significativos porque lo que parece importar son los grandes resultados, como obtener una promoción, o mudarse a un apartamento mejor. Sin embargo, la ciencia contradice esa afirmación. El cerebro construye su visión del mundo a partir de aquello a lo que prestamos atención. Si te centras en la enfermedad, vivirás una vida gris e infeliz, mientras que, si te fijas en los aspectos positivos de la vida, ésta, aun en las mismas las circunstancias, se vuelve más atractiva. Cualquiera que sea tu trabajo, si te vuelcas en él con suficiente dedicación, adquirirá gran importancia y significado. Esa intensidad evitará que percibas esos detalles menos placenteros que inevitablemente acompañan nuestras vidas. La concentración no deja lugar para atender a cosas irrelevantes o preocuparse por otros problemas. Fundamento psicológico: En contra de lo que pudiera esperarse, no son la relajación ni la ociosidad las que proporcionan una verdadera satisfacción. Hay...

La definición del éxito...

Cuando no has definido con claridad lo que significa el éxito de una iniciativa, otros buscarán establecerlo aplicando sus propios criterios y perspectivas. Por ejemplo, los vendedores pueden valorar sus resultados por la cantidad de producto enviado a los distribuidores. Los de finanzas lo mirarán desde el punto de vista de la mejora del beneficio. Pero pudiera ocurrir que en ninguno de los dos casos se estuviera cumpliendo el objetivo pretendido. Necesitas hacer dos cosas para clarificar la naturaleza del éxito de cualquier iniciativa: Establecer cuál es el objetivo antes de ponerla en marcha y, a su conclusión, determinar si tuvo éxito basándote en las metas alcanzadas. Todo lo demás es accidental. Si no estableces bien de antemano los objetivos a alcanzar, puedes encontrate que tus colabores definan sus propias e imaginativas definiciones de lo que significa tener éxito con el fin de destacar. En esa situación, por mucho premios y reconocimientos que te dediquen, podrías acabar teniendo que cerrar tu negocio.  ...

Ineficiencias

No es extraño descubrir en las organizaciones la puesta en marcha de proyectos sin un problema o misión que los justifique. La consecuencia es que esos activos o competencias desarrolladas quedan sin utilizar. Alguien con responsabilidades directivas acabará por descubrir esos recursos desperdiciados y tratará de compensarlos con recortes y despidos, lo que afectará negativamente las operaciones. Esto no significa condenar la puesta en marcha de proyectos científicos o de ingeniería. Al contrario, buena parte de los logros futuros dependerán de los avances e innovaciones en la manera de operar. Pero si no hay un problema que los justifique, alguien se lo inventará y las cosas se liarán. Te sorprenderá saber cuantas iniciativas, equipos de trabajo, o reuniones se crean sin haber definido antes el problema del que ocuparse. Parecería que sólo obedecen al deseo de ampliar el curriculum, de figurar como responsables. Es tentador inventarse un objetivo sólo por el deseo de tenerlo, especialmente si se trata de un proyecto estimulante o lucrativo. El éxito de una organización se reconoce por su eficiencia. Has de usar las personas y los equipos adecuados. Disponer sólo de aquellos que verdaderamente necesites y respaldados por evidencias concretas. Los recursos que se malgastan en tareas innecesarias se están detrayendo de áreas necesarias para cumplir la misión, lo que directa o indirectamente daña a la organización....

Sólo para mayores

Parecería que la creatividad y la innovación son cosa de jóvenes. Son capaces de formular con rapidez ideas grandes y originales, que aplican a la resolución de problemas a los que se enfrentan por primera vez. No precisan de años de investigación metódica y quizás por eso acaban por copiarse a ellos mismos en la manera de solucionar los problemas. Pero la creatividad también se encuentra entre los menos jóvenes y se describe como experimental. Los innovadores aquí trabajamos resolviendo los problemas mediante prueba y error, aprendiendo y evolucionando conforme progresamos. No tenemos de partida una solución específica en la cabeza; no somos sprinters sino corredores de fondo. La creatividad aquí es el resultado de años de acumular conocimientos y capacidades por lo que la originalidad suele ser más sólida. El abordaje experimental a la resolución de problemas lleva más tiempo, pero es más renovable. Para mantenerse original con la edad y acumular experiencia, no se trata tanto de planificar lo que se quiere crear como de probar diferentes opciones y soluciones. En vez de replicar ideas del pasado, la paciencia acaba proporcionando algo novedoso y útil. Esprintar está bien para los jóvenes genios, pero la maestría de la madurez se obtiene con el aguante propio de la carrera de maratón. Desarrolla esa curiosidad incansable, practica esa exploración continua, ejerce esa dedicación perseverante que no se deja deslumbrar por los destellos de las liebres. Nunca será tarde para producir algo original; algo nuevo acaba siempre por salir....

Obedecer o resistirse...

En sí mismo, obedecer no es bueno ni malo. Su valor depende del contexto en el que se desarrolla, lo que le da su sentido positivo o negativo. Obedecer puede ser un acto malvado si quien recibe la orden la ejecuta aun a sabiendas de las consecuencias adversas que derivarán en el deterioro manifiesto de la autoridad que emitió dicha orden. Por eso los directivos deben evitar crear un ambiente de inquebrantable obediencia. Lo mismo puede decirse de la desobediencia, que no es, por sí misma, ni buena ni mala. Aunque con frecuencia nos rebelemos contra la autoridad, se ha de reconocer que tiene muchas ventajas un sistema en el que está claro quien tiene la autoridad para establecer las reglas y dar órdenes; se evitan así los conflictos inacabables entre ideas contrapuestas. Es siempre saludable dialogar para disponer de la máxima información y tomar la mejor decisión posible. Pero una vez escuchadas todas las voces y tomada la decisión por la autoridad correspondiente, si no se violan principios fundamentales, lo correcto es actuar dando soporte a la decisión. En todo grupo operan unas reglas que facilitan a sus miembros tomar las decisiones. Son como dos algoritmos. El primero es el de la obediencia, el dominante, el que se utiliza las más de las veces y que evita verse atrapado en conflictos interminables: Recibo la orden de una fuente legítima y no es resultado del alzar. Comprendo la orden o la norma, su objetivo y lo que se espera de mi para alcanzar ese objetivo. La orden persigue un bien o al menos es neutra respecto al impacto que tendrá. Como no se producirá un perjuicio serio de la ejecución de la orden ni se violará un principio fundamental, obedeceré la orden. De manera...

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