Experto o amateur
Aprender a mejorar cualquier competencia requiere capacidad de concentración; y su ejecución práctica exige prestar toda la atención. Si ésta estuviera centrada en otro lugar, el cerebro no será capaz de fijar esas rutinas concretas necesarias para desarrollarla. Cuando ya se domine el modo de ejecutarlas, la atención deliberada deja de ser necesaria y pueden ejecutarse sin pensar, de manera automática e inconsciente.
Es en este punto donde se separan los caminos del amateur y del experto. El primero se contenta con un nivel de desempeño razonablemente bueno, pongamos que después de unas 50 horas de práctica, y no siente la necesidad de seguir ejercitándose de forma deliberada, concentrando toda su atención. Se contenta con ir pasando con lo que ha aprendido. Por mucho que practique, su mejora será insignificante.
El experto, por el contrario, peleará activamente contra esa tendencia al automatismo, buscando ejercitarse de forma consciente para alcanzar unos niveles de desempeño superiores. Cuanto más tiempo permanezca en esa práctica realizada con toda la atención concentrada, mayor y más completo será el desempeño que se alcance.
La intensidad de ese esfuerzo de concentración ocasiona fatiga. De ahí que los expertos limiten este tipo de práctica a unas cuatro horas al día. Este régimen de entrenamiento debe incluir períodos de descanso para la recuperación física y mental.