Es la situación en la que caen quienes piensan que el éxito llega como consecuencia de poseer un talento natural. No es que sean unos vagos e incompetentes; es que se sienten paralizados ante la perspectiva de presentar algo que no se valore como muy bueno. A diferencia de aquellos a quienes les gustan los retos, estos miran de evitarlos por miedo a fracasar. Pero la alternativa para escapar del fracaso no es la comodidad sino la nada. Si no fracasas no aprendes y no haces nada. No conviene que te pase a ti. El miedo a que descubran tu posible incompetencia y te vean como “realmente” crees que eres tiene un nombre: el “síndrome del impostor”. Es llamativo el número de personas destacadas que piensan que no se merecen la posición que han alcanzado y que piensan que corren el riesgo de que descubran en cualquier momento su fraude. (Claro que también hay quienes niegan la evidencia y se aferran a sus puestos cuando les han descubierto…) Para librarse de la incomodidad que aquellos experimentan, se embarcan en tareas sencillas, donde puedan salir airosos fácilmente y evitan asumir problemas complejos. Y cuando se ven forzados a afrontar un reto que les supera, se autoexcluyen deliberadamente haciendo cosas que reducen su desempeño, y tener así la excusa que justifique el no hacer algo bien. Un trabajo sólo sale adelante cuando el miedo de no hacerlo supera al miedo de hacerlo mal. Y para muchos, esa situación nunca se alcanza pues lo que más temen es reconocer que no tienen la capacidad necesaria....
Aprender fracasando
La mayoría de las percepciones acerca del fracaso son equivocadas. Se supone que alcanzar el éxito es el resultado de una buena y prudente planificación que proporciona victorias significativas y continuadas. Sin embargo, planificar no enseña, mientras que hacer pruebas y equivocarse, sí. Fracasar no es sólo un modo de aprender más rápido; es, de hecho, la única manera de aprender. Es mediante la práctica repetida como se ganan las capacidades y no mediante la mera observación de lo que hacen otros o la elaboración de profundas teorías. Todo consiste en equivocarse pronto y muchas veces, de fracasar estrepitosamente. En las organizaciones destacadas, la evaluación de los colaboradores ha de poner énfasis en conocer los fallos cometidos. Es algo positivo si se reconocen, si se admite que se han equivocado lo suficiente, si se ha compartido el aprendizaje con los demás. Es un reflejo de que asumen riesgos calculados, pequeños y manejables, y que tras los fracasos, no muy costosos, se recuperan con rapidez y avanzan de nuevo. Son incontables los estudios y las experiencias que demuestran que ésta es la mejor manera de descubrir lo que verdaderamente funciona. Fracasar es, por razones obvias, muy difícil. Hace sentir mal y genera en el cerebro un mensaje muy fuerte de no volver a repetirlo. De ahí la necesidad de insistir en los aspectos positivos. Si queremos tener una sociedad innovadora, con gente bien formada y capacitada, se ha de trabajar en persuadir a las personas de que el dolor del fracaso no es distinto del de las ampollas en los pies de los corredores o en las manos de los tenistas: Una señal de que se pone el esfuerzo suficiente para mejorar....
Capacidad emocional
Esta es una competencia que te permite manejar la adversidad, el fracaso, las críticas o las presiones, de manera positiva. Son muchos los que se muestran incapaces de hacer frente al estrés o escapar a presiones emocionales, y se rompen o se rinden. Mientras que otros, con más capacidad emocional, gestionan mejor sus emociones y dificultades, avanzando en la realización de su potencial. La característica principal de aquellos emocionalmente fuertes es que afrontan las emociones de manera activa. Nunca se sienten víctimas de sus propios sentimientos. Las mociones son precursoras de las emociones, lo que quiere decir que puedes hacer cosas que influyan en el modo en que te sientes. Quizás no puedas controlar completamente tus emociones, pero sí cambiarlas a través de tus actos: Si te sientes inseguro, alza tu voz; si deprimido, canta; si estás triste, ríe; si te consideras insignificante, actualiza tus objetivos; si te ves incompetente, recuerda tus éxitos. En muchas ocasiones querrás gritar lo injusto que es este mundo. Pero la negación, maldiciones, berrinches, quejas, culpabilizar a otros, o hacerse ilusiones, no te sacarán del barranco. Cuanto antes te liberes del shock de la emoción, lo proceses y te pongas en marcha, más rápida será tu recuperación y mayor será tu fortaleza emocional. Tu eliges: O trabajas por dominar tus emociones o ellas te controlarán a ti continuamente....
Convencido
No podrás convencer a nadie si antes no estás tu convencido. No vale engañarse. Sólo se gana cuando se está decidido a ganar llevando a cabo las acciones correspondientes. No puedes excusarte por tus colaboradores ni suele ser posible cambiar de equipo. Has de sacar todo el partido posible a los activos y capacidades disponibles. Cualquiera que sea el reto al que te enfrentes en la vida, céntrate en lograrlo. Convéncete de lo que debes hacer hoy y realízalo de forma destacada. Y aplícalo a las relaciones que has de mantener y a todo lo que contribuya a alcanzarlo. David no venció a Goliat porque tuviera todo a su favor sino porque estaba absolutamente convencido de lo que tenía que hacer. Su supervivencia dependía de ello. Tienes que estar convencido y comprometido con el hecho de que tu oferta, tu producto o servicio, son imbatibles. Has de estar tan seguro de ello como para poder transmitir tal convicción que nadie se plantee siquiera discutírtelo. De lo contrario no pasarías de ser un mercenario errante que se vende en cada momento al mejor postor....
¡No es mi trabajo!
Si escuchas decir esto a alguien de tu equipo, tienes un problema. Es señal de que tus colaboradores no se comunican ni asumen la responsabilidad de hacer lo que la empresa necesita, lo que incluye el ayudarse mutuamente. Si la cultura fuera la correcta, les importaría el avance de la organización en vez de mostrar esa actitud defensiva y displicente. Cuando detectes estos signos que impiden que las personas puedan desarrollar un trabajo destacado y disfruten realizándolo, estás obligado a actuar. Tienes estas tres opciones: Tomar cartas en el asunto. Habla con tus colaboradores y descubre si su descontento es general o específico. Si es gente identificada con la empresa, pero frustrada por el trabajo que desarrollan, mira de cambiarles de puesto y ponerles en uno en el que puedan progresar. Investiga. Estudia la cultura que empuja a los directivos y si identificas algún problema, cámbiala. No puede establecerse una teórica escala de valores y luego actuar como si no existieran. Esto no pasa desapercibido. Los colaboradores observan a sus directivos e imitan su comportamiento. La falta de coherencia destroza el entorno de trabajo. Si no estás en una posición directiva y observas esa cultura tóxica, tu mejor opción es marcharte, pues cambiar la organización desde abajo y en solitario es una tarea imposible. Despedir a quien corresponda. Es la opción más radical, y complicada cuando afecta a un cargo directivo. No importa lo bien que le vaya a la empresa; un mal entorno de trabajo puede desencadenar una espiral de degradación que cause un daño irreparable. Es necesario prescindir del agente tóxico por el bien del conjunto. No contar con una cultura saludable impide construir una organización duradera y viable. Necesitas que la gente acuda a trabajar con la ilusión de poder realizar...
¿Todos mienten?
Para el añorado Dr. House no cabía ninguna duda. Y las innovaciones tecnológicas parecen darle la razón. Si se estudian las aplicaciones de la tecnología que está revolucionando el mundo de los negocios, la tecnología blockchain, todas parecen orientadas a resolver las distintas mentiras o engaños establecidos y propios de cada sector económico. Todo comenzó con el desarrollo de las criptomonedas que surgieron como reacción defensiva a los engaños de las instituciones financieras que condujeron a la crisis del 2008. Independientemente del éxito final de una u otra moneda virtual, sin duda han tocado de muerte al segundo oficio más antiguo de mundo. Y cada día descubrimos propuestas y soluciones de la tecnología blockchain que se presentan para protegernos de otras tantas mentiras: Ventas fingidas, votaciones saboteadas, diplomas universitarios falsificados, experiencias profesionales inventadas, piezas de recambio auténticas que no son originales, medicamentos caros que están falsificados, prendas de ropa y complementos de marcas exclusivas pero de contrabando, la botella de Rioja rellena de un vino adulterado, siniestros fingidos para cobrar indemnizaciones, grandes copias como obras de autor verificadas, nuevos coches de segunda mano con cuentakilómetros amañados y un historial de accidentes desaparecido, productos de alimentación de tanta calidad como incierto es su origen, documentos de identidad manipulados, las estadísticas o los asientos contables…, por poner algunos ejemplos. Las cifras que se manejan en cada caso para fundamentar la aplicación del blockchain y la transformación radical de esos sectores son asombrosas. Aunque no todo sea mentira, el engaño alcanza proporciones considerables y no hay modo de separar el grano de la paja. La información cifrada y distribuida en miles de servidores y los “smarts contracts” de ejecución automática y gobernados por unas líneas de código inviolables parecen destinados a convertirse en la nueva autoridad garante...
Para variar, retrásalo...
Hoy toca promocionar la dejadez. Cuando la familia, la escuela, la empresa, o los mentores insisten en destacar las ventajas de la diligencia, hoy, para variar, conviene señalar la utilidad de la pereza, de postergar las iniciativas. En la lucha por lograr los objetivos siempre se aconseja avanzarse a la programación de las tareas, se insiste en las ventajas de la rapidez, de ser el primero y ganar a los competidores. Sin embargo, en muchas ocasiones, la premura genera inconvenientes y perjuicios. La productividad de lo mediocre sólo requiere una disciplina ordinaria. Se trata de algo seguro que a nadie pone en peligro. Pero la mediocridad tampoco cambia nada. La genialidad, por el contrario, suele ser incontrolada e incontrolable. La originalidad no se deja apresurar. Lo que denominan procrastinar puede ser enemigo de la productividad, pero también en ocasiones un recurso de la creatividad. Lo que unos etiquetan como pereza otros lo consideran esperar al momento oportuno. La gente de talento suele lograr más cuando parece que trabaja menos, pues andan pensando y desarrollando en sus mentes una idea más acabada. La dilación o la desidia son un hábito común de las mentes creativas y de los grandes descubridores. Leonardo Da Vinci dedicó unos quince años a desarrollar sus ideas para La Última Cena y otros tantos para concluir La Gioconda. Se trata del efecto Zeigarnik, psicólogo ruso que demostró que se tiene mejor memoria para las tareas inacabadas que para las concluidas. Cuando se termina un trabajo se deja de pensar en él, mientras que si se ha interrumpido y queda pendiente, se mantiene activo en la mente. Es normal por tanto que la originalidad se acompañe de la lentitud, aunque eso no significa abandonar toda planificación. Se han de posponer las cosas...
Sin vacaciones
Todos dicen necesitar unas vacaciones, un tiempo de descanso para relajarse y desconectar; pero lo cierto es la mayoría no está en condiciones de poder permitirse una vacación lo suficientemente larga para verdaderamente lograrlo. Y aunque ese descanso pueda proporcionar algún alivio, la verdadera razón para tomarlo debería ser la de reactualizar las propias metas. El simple hecho de obsesionarse con realizar una contribución significativa y dar lo máximo de uno mismo son motivos suficientes para recuperarse y recargar energías, mientras que de muchas vacaciones se regresa con menos fuerzas que cuando se empezaron. Muchos ansían esas vacaciones porque creen que les cambiarán cuando lo que verdaderamente renueva es el compromiso con un propósito superior. Por eso hay quienes no consideran el trabajar como una carga. Corres el peligro de frenar tu progresión si escuchas a quienes te dicen que no trabajes tanto, que descansar sería bueno para ti, que te mereces unas vacaciones. Disfrutar trabajando no te hace imperfecto sino productivo. Quienes te animan a relajarte no persiguen lo mismo que tu. No te disculpes por luchar por tus aspiraciones ni te dejes influir por aquellos que ya se dan por contentos pese a no haber logrado nada....
Habla sin miedo
Lo que marca tu diferencia es la capacidad de tu trabajo para lograr resultados y tener impacto, para hacer que sucedan cosas. Eso te gana el respeto de los demás, lo mismo que la capacidad para tomar la palabra y asumir responsabilidades, no tanto para que tu sobresalgas sino para defender el avance de tu organización. En la defensa de esas ideas originales, muchas veces recibidas con desdén, no cabe abandonar. La tentación empuja a marcharse pues es la opción más sencilla. El dinamismo del mercado laboral en muchos lugares hace que si no estás satisfecho en un lugar busques otro donde creas que tus ideas serán mejor recibidas. De ahí que lo fácil sea rendirse y no pelear por defenderlas. Pero actuar así no beneficia tu imagen de innovador ni te ayuda a destacar. Has de persistir para ganarte el derecho a que te escuchen y superar la decepción de que te ignoren. Sólo cuando se demuestre imposible avanzar tendrás el argumento para dejar esa rígida e inamovible organización. Será entonces el momento de buscar oportunidades en otro lado, donde puedas desarrollar tu originalidad y tu capacidad de innovación. La experiencia señala que aquello de lo que te arrepentirás mañana no serán los errores que hayas cometido sino las decisiones que no tomaste, tus errores de omisión. Si pudieras volver atrás, seguro que te preocuparías menos de ti mismo y más de las ideas que deberías defender. Lo lamentarías menos....
Duda asesina
La duda te mata, asesina tus aspiraciones. Tienes tantas dudas que no eres capaz de creer en ti mismo, que no puedes centrarte en lo que deseas conseguir. Dudar es tu verdadero problema. Es una enfermedad muy peligrosa y traicionera. Afecta a personas y organizaciones, a las relaciones interpersonales y a los ideales, y en ocasiones se convierte en el mayor de tus problemas. Deja de considerar lo que has sido o en lo que te has convertido, de culparte y de insistir en tu ineptitud, o de escuchar a quienes no confían en ti. Dales a conocer eso que tu ambicionas, convénceles de que es tu mejor opción y anímales a respaldarte o alejarse. Reconoce también la imposibilidad de esa misión en la que te embarcas, el que nadie antes que tu lo haya logrado, y pon de manifiesto tu fanatismo. Ninguna circunstancia justifica tus dudas y responde, por tanto, con determinación. Para poder avanzar, aclara a todo el mundo que no aceptarás dudas ni reproches y que esperas el apoyo total de quienes te rodean. Recuérdalo, la duda es tu enemiga. Te ha impedido llegar donde querías, te ha dejado sin una causa por la que pelear ni objetivos por alcanzar. Es esa falta de definición lo que ha permitido que tus dudas te retengan atrapado....