Tu eres la solución (3) 18May

Tu eres la solución (3)...

Sigo un día más con las propuestas para ayudarte a navegar por mares procelosos… Muéstrate confiado. Ten una actitud positiva. Te dedicas a resolver problemas no a crearlos. Rodéate de gente joven y animada, emprendedora, sin complejos y con capacidad de adaptación. Evita a las personas pesimistas o con actitud negativa. Te pueden contaminar. Aunque las circunstancias sean objetivamente difíciles y desagradables, trata de quitarles importancia. Y sigue a lo tuyo como si nada. Cuida tu estado de salud. Es determinante para mantener el equilibrio mental y superar bien el estrés. Además la buena forma física contribuirá a tener una actitud positiva. Rechaza la nostalgia de tiempos mejores. Estos también pasarán, y por si tardan en hacerlo, trata de sacar el mayor partido a lo que tienes. Utiliza un lenguaje corporal positivo. Sonríe, da las gracias, presta atención, escucha las preocupaciones de otros y trata sinceramente de ayudar. Si te cuesta, practica delante del espejo. Presta atención a tu presencia física: que el estado de tu vestimenta y del calzado sean un reflejo de tu propia seguridad. Adopta una postura erguida y cómoda, mira a los ojos, muéstrate relajado, habla con tranquilidad. Es el mejor momento para dejar de fumar y reducir el consumo de café u otros estimulantes. Si se presenta la ocasión, no te importe hablar de ti mismo. Estate preparado para poner de manifiesto lo que es tu marca personal y hazlo con tacto. Dedica más tiempo a escuchar que a hablar, y cuando hables hazlo con la intención de aportar algo valioso a los demás. No te importe reconocer tus preocupaciones de manera honesta y transparente, a la vez que manifiestas la convicción de poder superarlas.   ¿Cómo te vas a ejercitar hoy…? Otras notas relacionadas: Tu eres la solución...

Tu eres la solución (2) 17May

Tu eres la solución (2)...

Sé profesional. Lo necesitas para progresar, para que te tomen en serio y te consideren un activo. Esto te exige mirar más allá de las apremiantes circunstancias inmediatas. Para lograrlo puede servirte lo siguiente: Mejora tu competencia; fórmate adecuadamente; identifica un conjunto de temas sobre los que vas a concentrar tu estudio. Da ejemplo de responsabilidad personal; prepárate mejor, profundiza más en los temas. Dale vueltas de continuo a nuevas ideas. Nunca pares de aprender. Lee más que los demás. Estudia más que nunca. Toma notas, resume, comparte lo que lees; es la mejor manera de aprenderlo y contribuyes a la formación de los que te rodean. Aprende las nuevas exigencias de tu oficio; ponte al día de las novedades estándares y especificaciones; conviértete en experto; aporta nuevas soluciones. Estate siempre “al pie del cañón”; disponible para lo que te necesiten a cualquier hora que lo necesiten. Da lo mejor de ti mismo. Aléjate de la mediocridad. Cuando cometas errores asume la responsabilidad y pide disculpas. Sé puntual; ten el hábito de llegar siempre el primero. Haz lo que te corresponde y no lo abandones para que lo tengan que acabar otros. Sé honesto; evita a toda costa engañar a nadie; siempre con la verdad por delante y fiel a tus principios. Ten un comportamiento ético; actúa siempre para el mejor interés de tus clientes y de la sociedad. Haz aquello a lo que te has comprometido; que generes confianza y puedan fiarse de ti. No pierdas la compostura; evita entrar en discusiones o desacuerdos en público. Escucha con atención. Da a otros la oportunidad de expresarse adecuadamente y defender sus posiciones.   Te equivocarías si pensaras que las circunstancias actuales te autorizan a aflojar en alguno de los puntos anteriores. Antes al contrario,...

Tu eres la solución (1) 16May

Tu eres la solución (1)...

Los problemas aumentan y todo hace pensar que irán a peor. Las conversaciones de los últimos días están teñidas de un pesimismo creciente. Algunas caras empiezan a mostrar signos de angustia claros. Sin embargo, el haber regresado recientemente de un viaje profesional por Etiopía, me ayuda a ver que los problemas son siempre relativos y que la solución está en tu mano. En los próximos días y por si te resulta de utilidad, voy a repasar algunas propuestas que pueden ayudar a afrontar las dificultades de siempre y que surgen de notas tomadas de distintas fuentes en los últimos meses. Son cosas que están a tu alcance y que tratan de convencerte de que tu eres la solución, que no has de esperar a que venga de fuera. Pon un esfuerzo extraordinario. Es lo que toca ahora. Hay que picar mucha piedra y estar contento de poder hacerlo. Madruga, pues es mucho lo que hay que hacer y te faltarán horas. Además te ayudará a evitar el insomnio por la noche. Deja de escuchar la radio, leer periódicos o ver televisión. Deprimen más que ayudan. O cambia de medios y acude a los internacionales y a los de tu interés profesional. Llega a trabajar el primero y márchate de los últimos. Trabaja más, con mayor intensidad, y ofrécete voluntario para desarrollar nuevas tareas. Estate dispuesto a trabajar por menos dinero y acepta aquello que no hace tanto te parecía indigno de tu alta valía. Muéstrate contento y pon buena cara. Aunque estés roto o cansado, no lo manifiestes. Participa como voluntario en iniciativas sociales. Descubrirás que siempre hay alguien más necesitado que tu y a quien puedes ser de gran ayuda.   Esto sólo para...

El estilo de Steve Jobs...

Se está escribiendo mucho últimamente acerca del estilo de liderazgo de Steve Jobs con la intención de proponerlo como ejemplo. Se destaca siempre su carácter dinámico y su genio innovador. Su capacidad de impacto resulta evidente ya en sus contemporáneos por los productos y servicios desarrollados y que han redefinido importantes sectores empresariales y la manera en que vivimos. El estilo de liderazgo de Jobs fue ciertamente complejo. En ocasiones apasionado y confiado como para tomar iniciativas arriesgadas, y con carisma para atraer a profesionales en busca de sus mayores aspiraciones. Otras veces inmaduro en el trato personal, impaciente, obstinado, hipercrítico, o incluso cruel. Cuando se mostraba caprichoso, exigente o déspota se alejaba del modelo de líder al servicio de los demás que muchas veces se ha defendido en estas notas. Su capacidad visionaria es indiscutible. Capaz de crear la empresa más destacada del mundo con la gente más motivada para desarrollar productos excepcionales durante mucho tiempo. Hábil para identificar y seleccionar los mejores talentos y a la vez caer en el error de marginar a gente muy valiosa. Fue experto en conducir a equipos de trabajo para que alcanzaran el máximo rendimiento y realizaran lo imaginable, pero perdiendo muchas veces a gente por el camino. Distorsionaba la realidad para adaptarla a sus fines, a la vez que creaba una visión convincente de adónde quería llegar. Como en cualquier otro caso de líder destacado sería un error tratar de imitarlo en sus diversas facetas. Me quedo con su capacidad para innovar, su atención por los detalles, y por su deseo por mejorar, por ser mejor persona, aunque le resultara difícil… En todo caso, en este asunto del liderazgo, me parece que mejor que mirar hacia fuera para buscar candidatos a imitar, es mirar hacia...

¿Necesitas intervenir…?...

No olvides plantearte, por último, si realmente necesitas tomar una decisión. Siempre existe la opción de no hacer nada. En ocasiones tomar una decisión innecesaria conlleva un riesgo muy elevado que es aconsejable evitar. Esto no debe tomarse como una invitación ni una excusa para la inacción. Hay que tomar decisiones para no dejar pasar oportunidades o evitar que degenere una determinada situación. Pero existen también ocasiones en las que no has de intervenir. Si la situación puede resolverse por sí misma, o es de escasa importancia o si tu intervención no representará ninguna diferencia, mejor no hacerlo. La gran mayoría de decisiones se encuentran entre estos extremos. El problema no se resolverá por sí solo pero tampoco es probable que degenere en una complicación grave. Si no actúas seguro sobrevivirás, pero dado que existe la oportunidad de mejorar algo, si actúas acabarás en una mejor situación. En esos casos, para decidir bien, debes comparar el esfuerzo y riesgo que acompañan a la decisión con el riesgo de no actuar. No existe una fórmula mágica que te indique como actuar, pero estas orientaciones hacen muy sencilla la decisión: Actúa si los ventajas superan con creces al riesgo y los inconvenientes. Decide actuar o no hacerlo; pero no andes con rodeos o trates de quedarte a medio camino.   En los últimos días hemos repasado aquéllas cosas que pueden ayudarte a tomar una decisión. Ahora estás en condiciones de tomarla. Has repasado los condicionantes, explorado las distintas alternativas, y evaluado sus riesgos y beneficios. De hecho, dado que dispones ya de toda la información, la decisión parece bastante clara y así como las acciones a emprender. Casi se toma sola. Pues es ahora cuando se pierden la mayoría de las decisiones. De repente parece claro...

¡Bienvenido el desacuerdo!...

Cuando hayas de decidir, huye de la adhesión incondicional. No seas cerrado de mente y considera seriamente las distintas opciones. Una buena decisión es la que surge de la confrontación de tus opiniones con otras distintas y del análisis cuidadoso de las posibles alternativas. Has de ser capaz de promover la discrepancia y el desacuerdo más que perseguir el consenso. Tus decisiones no se toman por aclamación popular; es conveniente que sean el resultado del diálogo entre puntos de vista conflictivos. De hecho, no debería tomarse una decisión si antes no ha habido desacuerdo. Estas son las razones que lo justifican: En primer lugar, evita que te veas atrapado por la organización a la hora de decidir. Todos en ella te reclamarán una decisión que favorezca sus intereses. Para escapar de influencias interesadas, tienes que estar seguro de haber escuchado distintos argumentos y debatido las distintas opciones. En segundo lugar, el desacuerdo proporciona alternativas a la decisión. No tener alternativas es como realizar una apuesta al azar con altas probabilidades de que salga mal, bien porque se parte de un error o bien porque un cambio en las circunstancias la vuelven equivocada. Si en el proceso de la toma de una decisión has considerado las distintas opciones, más tarde, si las condiciones cambian y hubieras de reconsiderarla, tendrás unos conocimientos y reflexiones a los que recurrir. Y sobre todo, el desacuerdo estimula la imaginación. No es que siempre la necesites para encontrar la solución a un problema, pero la creatividad te abre nuevas opciones, aporta nuevas maneras de percibir y comprender la realidad. El desacuerdo fuerza a emplear la imaginación pues te obliga a razonar, pensar y documentarte.   Por tanto, a lo hora de decidir, promueve la existencia de desacuerdos. Te proporcionarán alternativas...

¿Hechos u opiniones…?...

Retomo el asunto de la toma de decisiones del directivo con la intención de aprender la manera de tomar buenas decisiones. Como directivo, tus decisiones te llevan habitualmente a tener que elegir entre varias alternativas. Pocas veces tendrás que decidir entre lo correcto y lo incorrecto; si tienes suerte, el dilema estará entre lo que está “casi bien” y lo que “probablemente sea un error”. Lo más común es que te enfrentes a dos opciones, de las cuales probablemente ninguna sea claramente mejor que la otra. Algunos teóricos de la toma de decisiones aconsejan que primero “establezcas los hechos”; pero cualquier directivo que quiere tomar buenas decisiones sabe que esto no es posible. En primer lugar porque no es fácil determinar cuáles son los hechos. Para eso se necesita tener algún criterio sobre lo que es verdaderamente relevante y saber cómo medirlo. En segundo lugar, porque ni siquiera es recomendable pedir que se reconozcan los hechos. Lo que todo el mundo hace es describir aquellos hechos que mejor encajan con la conclusión preestablecida. Se tarda nada en encontrar esos hechos que la justifican. Pero es que las decisiones tampoco se construyen tras alcanzar un consenso sobre cuáles son los hechos. Con lo que se suele contar, de partida, es con unas opiniones, es decir, unas hipótesis, las más de las veces no probadas. No hay nada malo en empezar con una opinión. Es razonable contar con que la gente con experiencia en una determinada área tenga opinión sobre sus propios asuntos. Dice muy poco de la valía de una persona que ha estado mucho tiempo en un área concreta si no es capaz de formular una opinión. Debes estimular el que tus colaboradores manifiesten sus opiniones y fomentar que las contrasten con la realidad...

El seguimiento de tus decisiones...

Hoy acabo con la última propiedad que debe incorporar todo proceso de toma de decisiones. La decisión debe incluir un mecanismo de feedback, un sistema de información que señale de manera continuada el grado de avance hacia la consecución de sus expectativas. Quienes tomamos decisiones somos personas, y por tanto sujetos capaces de equivocarnos. Toda decisión, incluso la aparentemente más acertada y eficaz,  puede demostrarse equivocada o volverse obsoleta al cabo de poco tiempo. De ahí que la única manera de saber si las condiciones que influyeron en la decisión se mantienen y siguen siendo válidas sea descender al terreno y comprobarlo uno mismo. La realidad es cambiante y los supuestos utilizados en el análisis de la decisión, más tarde o más temprano acaban caducando lo que obliga a replantearla. Si no lo hacemos corremos el riesgo de mantenernos en un curso equivocado, que ya no sea apropiado ni razonable. Por eso es tan crítico disponer de un buen sistema de información que proporcione cifras e informes periódicos del estado de la cuestión. Pero tenerlo no elimina la responsabilidad de mantener el contacto directo con la realidad. Olvidarlo nos puede hacer dogmáticos y prescindibles.   Otras notas relacionadas: La importancia de las decisiones ¿Cuestión general o excepcional? El restringido ámbito de la decisión ¿Decides lo correcto o lo conveniente? La ejecución de la...

La ejecución de la decisión...

La cuarta propiedad que debe cumplir toda decisión es que debe incorporar el modo de llevarla a la práctica. Si la consideración de los requisitos y condicionantes de la decisión es la parte más difícil del proceso, la ejecución de la decisión es la que suele requerir más tiempo. Cualquier decisión carece de eficacia si no incorpora un compromiso de actuación. De hecho sólo se quedará en una buena intención mientras no se traslade a tareas concretas con responsables particulares. La ejecución de la decisión exige poder responder a distintas preguntas: ¿Quién debe llevarla a cabo? ¿Qué es lo que debe hacerse? ¿Para cuándo ha de estar hecha? ¿Quién más debe conocer la decisión tomada? ¿Cómo ha de ser la tarea para que quienes deben ejecutarla puedan hacerla?   Con excesiva frecuencia algunas de las preguntas anteriores no se consideran o se dejan sin respuesta, lo que trae unas consecuencias nefastas. Además las acciones determinadas por la decisión han de ser ajustadas a las capacidades de quienes las deben realizar. Esto es particularmente importante cuando las personas implicadas hayan de cambiar de hábitos o comportamientos. Hay que asegurarse que los designados son capaces de cumplir con su responsabilidad y establecer los indicadores, metas e incentivos idóneos.     Otras notas relacionadas: La importancia de las decisiones ¿Cuestión general o excepcional? El restringido ámbito de la decisión ¿Decides lo correcto o lo...

¿Decides lo correcto o lo conveniente?...

Vamos con otra propiedad que debe cumplir toda decisión y cuyo conocimiento nos ayudará tomar decisiones eficaces. A la hora de decidir hay que empezar considerando dónde está el bien, lo que es lo correcto, antes que estimar lo aceptable o quién está en cierto. La razón es que al final habrá que alcanzar un compromiso y si uno no conoce aquello que satisface las especificaciones y condicionantes, no es posible distinguir entre el compromiso adecuado y el equivocado. En efecto hay dos tipos de compromisos. El primero caracterizado por la expresión “más vale pan y ensalada que no comer nada”. El segundo se corresponde con el juicio de Salomón y el reconocimiento de que quedarse con medio hijo es peor que renunciar a tenerlo. En el primer caso se cumplen los requisitos implícitos que condicionan la decisión (algo de comida, aunque sencilla, nos sostiene en la vida) mientras que en el segundo caso no (quedarse con medio niño es negarle la vida). En el proceso de toma de decisiones, es inútil preocuparse por discernir aquello que sería más aceptable, lo que no herirá susceptibilidades, para tratar así de evitar enfrentamientos. Es una pérdida de tiempo: la mayoría de las cosas por las que nos preocupamos nunca acaban teniendo lugar; y aquello que desdeñábamos por insignificante de repente se vuelve un obstáculo infranqueable. De modo que a la hora de decidir, por norma, hemos de tener siempre en cuenta lo importante, sin detenernos en considerar lo que parecería más admisible. O de otro modo nunca tomaremos una decisión eficaz y mucho menos, correcta. Nadie dijo que dirigir fuera cómodo…   Otras notas relacionadas: La importancia de las decisiones ¿Cuestión general o excepcional? El restringido ámbito de la...

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