¡Bienvenido el desacuerdo!

Cuando hayas de decidir, huye de la adhesión incondicional. No seas cerrado de mente y considera seriamente las distintas opciones. Una buena decisión es la que surge de la confrontación de tus opiniones con otras distintas y del análisis cuidadoso de las posibles alternativas. Has de ser capaz de promover la discrepancia y el desacuerdo más que perseguir el consenso.

Tus decisiones no se toman por aclamación popular; es conveniente que sean el resultado del diálogo entre puntos de vista conflictivos. De hecho, no debería tomarse una decisión si antes no ha habido desacuerdo. Estas son las razones que lo justifican:

  • En primer lugar, evita que te veas atrapado por la organización a la hora de decidir. Todos en ella te reclamarán una decisión que favorezca sus intereses. Para escapar de influencias interesadas, tienes que estar seguro de haber escuchado distintos argumentos y debatido las distintas opciones.
  • En segundo lugar, el desacuerdo proporciona alternativas a la decisión. No tener alternativas es como realizar una apuesta al azar con altas probabilidades de que salga mal, bien porque se parte de un error o bien porque un cambio en las circunstancias la vuelven equivocada. Si en el proceso de la toma de una decisión has considerado las distintas opciones, más tarde, si las condiciones cambian y hubieras de reconsiderarla, tendrás unos conocimientos y reflexiones a los que recurrir.
  • Y sobre todo, el desacuerdo estimula la imaginación. No es que siempre la necesites para encontrar la solución a un problema, pero la creatividad te abre nuevas opciones, aporta nuevas maneras de percibir y comprender la realidad. El desacuerdo fuerza a emplear la imaginación pues te obliga a razonar, pensar y documentarte.

 

Por tanto, a lo hora de decidir, promueve la existencia de desacuerdos. Te proporcionarán alternativas para poder tomar la decisión, estimularán la imaginación y evitarán que te quedes sin saber qué hacer si la decisión más tarde se demuestra errónea.

No asumas, de partida, que una determinada opción es la correcta y el resto equivocadas, que tu estás en lo cierto y el resto no. Empieza por averiguar por qué discrepan los demás. Son razonablemente inteligentes y equilibrados como para que estudies y prestes atención a lo que ellos consideran evidente y obvio.

Si quieres tomar una decisión correcta, no importa la certeza que tengas de salida, trata de comprender a los que defienden otras opciones. El pensar en las otras alternativas te asegurará de que habrás prestado la debida atención a todos los aspectos importantes del problema.

 

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