¿Hechos u opiniones…?

Retomo el asunto de la toma de decisiones del directivo con la intención de aprender la manera de tomar buenas decisiones.

Como directivo, tus decisiones te llevan habitualmente a tener que elegir entre varias alternativas. Pocas veces tendrás que decidir entre lo correcto y lo incorrecto; si tienes suerte, el dilema estará entre lo que está “casi bien” y lo que “probablemente sea un error”. Lo más común es que te enfrentes a dos opciones, de las cuales probablemente ninguna sea claramente mejor que la otra.

Algunos teóricos de la toma de decisiones aconsejan que primero “establezcas los hechos”; pero cualquier directivo que quiere tomar buenas decisiones sabe que esto no es posible. En primer lugar porque no es fácil determinar cuáles son los hechos. Para eso se necesita tener algún criterio sobre lo que es verdaderamente relevante y saber cómo medirlo.

En segundo lugar, porque ni siquiera es recomendable pedir que se reconozcan los hechos. Lo que todo el mundo hace es describir aquellos hechos que mejor encajan con la conclusión preestablecida. Se tarda nada en encontrar esos hechos que la justifican.

Pero es que las decisiones tampoco se construyen tras alcanzar un consenso sobre cuáles son los hechos. Con lo que se suele contar, de partida, es con unas opiniones, es decir, unas hipótesis, las más de las veces no probadas.

No hay nada malo en empezar con una opinión. Es razonable contar con que la gente con experiencia en una determinada área tenga opinión sobre sus propios asuntos. Dice muy poco de la valía de una persona que ha estado mucho tiempo en un área concreta si no es capaz de formular una opinión.

Debes estimular el que tus colaboradores manifiesten sus opiniones y fomentar que las contrasten con la realidad que observan. Puedes ayudarles con preguntas que les lleven a validar y defender sus hipótesis. Insiste en que los que expresan opiniones asuman también la responsabilidad de definir qué hallazgos objetivos esperan y deben buscar.

La verdadera dificultad está en identificar cuál el criterio relevante a utilizar en la decisión. Y simultáneamente, saber cuál es el indicador adecuado para evaluar el asunto y la decisión. Los que hayas utilizado antes está claro que no sirven ya, que han dejado de ser útiles, pues de otro modo no se te platearía tener que tomar una decisión; bastaría con una corrección.

Encontrar el indicador apropiado, a su vez, exige un juicio que implica un riesgo. Debes tener alternativas entre las que elegir. Sólo si hay alternativas puedes saber lo que te juegas y optar por el más indicado.

 

Para esa decisión que llevas entre manos…:

  • ¿Qué opiniones se han formado?
  • ¿Cuál es el criterio relevante a tener en cuenta para decidir?
  • ¿Qué medida vas a utilizar para evaluar la decisión contra ese criterio?

 

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