Descubridores y colonos...

Los descubridores se describen como pioneros en el desarrollo y comercialización de productos. Los colonos, por el contrario, son más lentos y esperan a que los primeros creen el mercado para entrar. Dicen las estadísticas, que como todos sabemos siempre mienten, que el 47% de los descubridores fracasan, frente al 8% de los colonos; y si los pioneros triunfan, sólo se quedan con el 10% del mercado. Otros estudios apuntan a que quizás capturen más cuota de mercado, pero acaban teniendo menos beneficios y menos probabilidades de sobrevivir. Sorprendentemente, parece que los inconvenientes de ser los primeros son superiores a las ventajas, por lo que, si eres de los que sienten urgencia por meterse en nuevos líos, hay quienes te animan a reflexionar con cuidado sobre la idoneidad de hacerlo en este momento. A los colonos se les suele menospreciar tachándoles de imitadores, aunque algunos defenderán que, en vez de responder a la demanda identificada, prefieren tomarse su tiempo hasta estar en condiciones de ofrecer algo nuevo o revolucionario en su categoría. Quienes tienen propensión a asumir riesgos se sienten empujados a ser los primeros, a tomar decisiones impulsivas, mientras que los más conservadores esperan a que les llegue la oportunidad y blindan sus riesgos antes de lanzarse. Los pioneros están llamados a cometer todo tipo de errores mientras que los colonos los observan y aprenden de ellos sin tener que padecerlos. Los primeros suelen quedarse anclados en sus ofertas iniciales mientras los segundos pueden observar los cambios en el mercado y ajustarse a ellos. Vaya, que parece de tontos perseguir la posición de ser pioneros, según las estadísticas que manejan los colonos, claro. Pero lo cierto es que si todos esperáramos para actuar nunca se produciría nada original. Alguien tendrá que asumir el...

Sin vacaciones

Todos dicen necesitar unas vacaciones, un tiempo de descanso para relajarse y desconectar; pero lo cierto es la mayoría no está en condiciones de poder permitirse una vacación lo suficientemente larga para verdaderamente lograrlo. Y aunque ese descanso pueda proporcionar algún alivio, la verdadera razón para tomarlo debería ser la de reactualizar las propias metas. El simple hecho de obsesionarse con realizar una contribución significativa y dar lo máximo de uno mismo son motivos suficientes para recuperarse y recargar energías, mientras que de muchas vacaciones se regresa con menos fuerzas que cuando se empezaron. Muchos ansían esas vacaciones porque creen que les cambiarán cuando lo que verdaderamente renueva es el compromiso con un propósito superior. Por eso hay quienes no consideran el trabajar como una carga. Corres el peligro de frenar tu progresión si escuchas a quienes te dicen que no trabajes tanto, que descansar sería bueno para ti, que te mereces unas vacaciones. Disfrutar trabajando no te hace imperfecto sino productivo. Quienes te animan a relajarte no persiguen lo mismo que tu. No te disculpes por luchar por tus aspiraciones ni te dejes influir por aquellos que ya se dan por contentos pese a no haber logrado nada....

Te estás ahogando 09Mar

Te estás ahogando

Si eres como la mayoría, seguramente respiras con inspiraciones cortas y superficiales, sin contraer de forma completa el diafragma para llenar los pulmones, y no eres consciente de ello. La capacidad pulmonar se corresponde con la cantidad de aire que los órganos necesitan para funcionar con eficacia y cada vez que respiras de manera superficial, sin que el abdomen se llegue a hinchar, dejas de proporcionar a tu cuerpo todo el oxígeno que necesita. Tu cerebro reclama el 20% del aporte del oxígeno corporal; lo necesita para controlar funciones básicas como respirar, ver, y otras funciones más complejas como pensar y controlar tus emociones. El cerebro dedica el oxígeno primero a las funciones básicas, para mantenerte vivo, y el resto lo utiliza para funciones complejas, las que te mantienen alerta, centrado y calmado. La respiración superficial reduce el oxígeno que llega al cerebro, lo que se acompaña de una menor capacidad de concentración, olvidos, cambios de humor, inquietud, ansiedad pensamientos depresivos y falta de energía. La próxima vez que te encuentres en una situación de estrés o intensamente emocional, céntrate en realizar inspiraciones lentas y profundas, inhalando por la nariz hasta que sobresalga el abdomen, y exhalando de forma suave y completa por la boca. Al exhalar, fuerza la respiración hasta vaciar por completo los pulmones. Con la práctica, esta técnica respiratoria se volverá habitual y podrás realizarla en presencia de otras personas sin que lo noten, lo que te resultará muy útil cuando te encuentres en medio de una situación difícil. Los efectos de una adecuada oxigenación del cerebro se manifiestan de inmediato. Muchos los describen como una sensación de calma, de entrar en un estado de relajación que proporciona gran claridad mental. Esto hace que respirar correctamente sea una técnica tan sencilla...

Autocontrol

Es la capacidad para reconocer las propias emociones y elegir cómo responder. Y va más allá de respirar hondo y tratar de contener el fuerte impulso emocional. El autocontrol se construye a partir del autoconocimiento, que es necesario para responder de forma activa a una emoción cuando se la reconoce. Dado que tu naturaleza te empuja a experimentar las emociones antes de que puedas responder, lo que hace destacar a un buen directivo es el saber reconocerlas y reaccionar a ellas antes de perder el autocontrol. Disponer de un alto grado de autoconocimiento te ayuda a no equivocar el camino y hacer cosas que limiten tu crecimiento. También coopera a no generar frustración entre los que te rodean, evitando provocar resentimientos y antipatías. Si no paras de pensar en tus sentimientos, en el modo en que condicionan tu comportamiento, te convertirás en la víctima de un secuestro emocional. Aunque no seas consciente de ello, las emociones te controlarán, te pasarás el día reaccionando a ellas sin poder elegir qué hacer o qué decir. Por el contrario, cuando desarrollas la capacidad de tomar las riendas de tu carácter antes de que se dispare en la dirección equivocada, puedes controlar situaciones difíciles, reaccionar con habilidad a los cambios, de forma positiva y productiva, y tomar la iniciativa necesaria para alcanzar lo que te propones....

Sin vacilar

La indecisión es la marca distintiva de los directivos inútiles. Los buenos directivos, por el contrario, son conscientes que tomar decisiones sin retraso reafirma su autoridad. Las decisiones claras facilitan a sus colaboradores el conocer lo que deben llevar a cabo. Contestarles con un “si” o un “no” directos, y el responder de inmediato, es particularmente eficaz. Si la respuesta a una petición o sugerencia es un “si” se podrán poner en marcha para implantarla de inmediato. Si la respuesta es un inequívoco “no” se dedicarán a otros asuntos. Como directivo dispones de tres armas: El “Si”, el “No”, y el “No lo sé”. Úsalos, sin vacilar. Siempre puedes cambiar de opinión más tarde. Eso no les importará. Lo que sí les molestará son esos dos agonizantes minutos sin repuesta cuando sólo te preguntaron: ¿Puedo marchar ya…?...

Como si controlaras

Actuar con confianza te lleva a ganar seguridad. Mostrar confianza es importante porque, como todas las emociones, es contagiosa y se difunde entre tus colaboradores. Está demostrado que las convicciones suceden a los comportamientos. El fingir algo hasta que lo logres es una manera de hacer real lo que te propones. El actuar como si mantuvieras el control, aunque no sea cierto inicialmente, desencadena una imagen de seguridad que se extiende entre quienes te rodean y les lleva a desarrollar su verdadero potencial. Algunos directivos han nacido con la capacidad de transmitir confianza, pero no son la mayoría. Se ha de aprender a desarrollarla con formación y experiencia. También aquí son las pequeñas cosas, como el no interrumpir, el delegar asuntos sencillos, las que ayudan a generar confianza y a que ésta se transmita. La confianza incrementa las posibilidades de éxito, pero no es una solución universal. Debes contar con más cosas, como recursos, tecnología, clientes para tus productos y servicios, etc. En cualquier caso, nunca pares de buscar la manera de lograr tus objetivos y todos serán testigos de tu compromiso con tus colaboradores y con tu empresa. Muéstrate siempre abierto y realista respecto a los riesgos que asumes, pero confiado en tu capacidad. Mientras que otros se apoyan sólo en su poder para ejercer el control, tú destaca por tu confianza....

Competencia y benevolencia...

Aunque el camino no sea fácil, los buenos jefes saben hacia qué objetivos dirigirse y qué va a significar avanzar hacia ellos, mientras que los malos nunca parecen enterarse de nada. Como jefe te deberían juzgar por el desempeño de tus colaboradores, pero también por el modo en que se sienten al realizarlo. Has de ser competente y benevolente. Quienes empujan a su gente a producir sin parar a cambio de dinero, aplastando el ánimo, son malos jefes. Se equivocan quienes basan su eficacia en la adopción de unas medidas genéricas que aplican a todos sus colaboradores por igual. Como también se engañan quienes creen ser buenos evaluadores de su propio trabajo y resultados. Se extiende la plaga de quienes se muestran satisfechos y autoexaltados. A mayor incompetencia, mayor distorsión de la evaluación de las propias capacidades y desempeño. Por eso los colegas, colaboradores, superiores y clientes son siempre una fuente de información más fiable. Dicen que el tiempo se inventó para no tener que hacer todo a la vez. Es compatible ser un directivo extremadamente eficaz con comportarse humanamente. Alcanzar los objetivos y actuar con benevolencia son características de los mejores directivos. Y no dedican muchas energías a pensar en lo grandes que son ni a celebrarlo....

Nunca te apetecerá

No eres consciente, pero la mayoría de tus decisiones no las tomas basándote en razones lógicas, ni en la intuición, ni obedecen a los objetivos que persigues o los ideales a los que aspiras. Son tus sentimientos y emociones los que las condicionan. Sientes antes de pensar y sientes antes de actuar. Eres como una máquina movida por las emociones, y casi nunca se encuentran alineadas con lo que verdaderamente te conviene. Está comprobado que optarás por lo que te hace sentir bien o te parece más fácil, en vez de elegir lo que sabes que será mejor para ti en el largo plazo. Sólo cuando seas consciente de que el problema reside en tus sentimientos serás capaz de superarlo. Cada vez que tienes que tomar una decisión, consideras inconscientemente los pros y los contras y te inclinas por aquello que el sentimiento te pide. Es tan instantáneo que apenas lo percibes. De aquí la dificultad de cambiar. Los sentimientos te llevan a decidir antes incluso de que te des cuenta. Pero si sólo actuas así, nunca obtendrás lo que deseas. Debes aprender a separar las emociones que experimentas de las acciones que tomas. Si no lo consigues, no alcanzarás tu verdadero potencial. Si dudas, empezarás a pensar lo que tienes que hacer, analizarás ventajas e inconvenientes, considerarás cómo te sientes respecto a lo que tienes que hacer y decidirás escaparte sin hacerlo. Quizá no puedes controlar cómo te sientes, pero siempre está en tu mano elegir cómo actuar....

Aprende a lidiar

Si quieres acertar como jefe, deberás convencer a tu gente de que tus compromisos y tus actuaciones tienen un gran impacto. Si no logras convencerlos de que estás al mando, tu trabajo se volverá imposible y tu vida será un horror. Tu papel como jefe importa mucho a quienes te siguen y en particular en los pequeños equipos y organizaciones. Sin embargo, no eres todopoderoso. Ellos saben que tus capacidades son limitadas, pero no pueden evitar el considerar tus palabras y tus acciones como los principales impulsores de su desempeño. Quienes están en posiciones de liderazgo reciben más reconocimientos y reproches de los que se merecen porque, independientemente de los hechos, se les atribuye poderes sobrehumanos. Esta disonancia se produce porque es menos agobiante y más satisfactorio emocionalmente considerarles como la principal causa de los resultados que se obtienen, que no entrar en el análisis de una complicada maraña de factores. Es más sencillo y divertido atribuirles la mayor parte de la gloria y de la culpa, aunque la realidad es que su impacto, en la mayoría de los casos, es muy relativo. Sin duda es más significativo en organizaciones jóvenes y pequeñas y en áreas como la rotación de personal o la satisfacción en el trabajo. En cualquier caso, si eres directivo, sé consciente de que tu contribución al éxito o al fracaso de las iniciativas en las que trabajas se verá magnificada y acumularás reconocimientos y críticas. Es tu destino; y ya que no puedes cambiarlo, aprende a lidiar con él....

Coraje

Cada día te trae momentos inciertos y difíciles. Hacerles frente y aprovechar las oportunidades acompañantes requiere un gran coraje. Esas ocasiones te enseñan que no son las grandes decisiones las que cambian la vida sino las pequeñas y cotidianas. El coraje es ese tipo de empujón que te das a ti mismo cuando decides destacar, expresarte, darte a conocer, salir el primero, levatar la mano o hacer todo aquello que te parece difícil, incierto o temible. No estás hecho de una pasta diferente a la de los héroes. El coraje es un patrimonio. Está dentro de cada uno de nosotros. Naciste con él y puedes usar de él siempre que quieras. No es un asunto de confianza, educación, personalidad, profesión o nivel social. Sólo se trata de que sepas encontrarlo cuando lo necesitas. Cuando menos te lo esperes algo se torcerá y se despertarán tus instintos. Sentirás la urgencia de actuar y tus convicciones te señalarán lo que debes hacer. Tus sentimientos jugarán a la contra y se resistirán. Es el momento entonces de dar el empujón. No precisas disponer de todas las respuestas; sólo tienes que lanzarte a la decisión de inmediato. Cuando te exiges en esas circunstancias, aunque no consigas cambiar el mundo, sin duda lograrás algo de igual importancia: te cambiarás a ti mismo....

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