Esa idea tan extendida últimamente del desarrollo de la marca personal, no siempre se expresa de manera acertada. Las personas no se reducen a marcas. No eres un producto que necesita ser empaquetado y presentado de manera atractiva, limpia, nítida… Te describen muchas cosas: tu familia, tu trabajo, tus relaciones, tus intereses… Difícilmente pueden resumirse o integrase en una marca personal. Pero lo que te sobretodo te define es tu voz. Debes centrarte en desarrollar tu propia voz, decidir lo que es importante para ti y estar dispuesto a manifestarla por aquello que consideras verdaderamente importante y valioso. No te quedes en esos elementos vacíos e interesados de una pretendida marca personal que no te sacarán de la medianía. Cultiva esa reputación que nace de tus opiniones, de tu integridad y tu inteligencia, de tus deseos de cambiar el mundo....
Te están observando
En toda organización, las personas prestan especial atención a quienes son capaces de influir en sus resultados. Para poder predecir e incluso condicionar lo que les pueda llegar a ocurrir, se hacen con toda la información posible de quienes les mandan. Si estás en una posición directiva, has de saber que quienes te rodean se fijan en todo lo que haces. Si te levantas de la mesa, observan adónde vas; siempre hay alguien que sabe si estás en el baño. Si ven salir a tu jefe de tu despacho analizan la cara que pones para tratar de adivinar lo que ha podido ocurrir. Lo mismo que cuando pareces mostrarte más amable con unos que con otros. Aprenden a leer en tus gestos cuándo estás disgustado o impaciente. Comentan tus comportamientos y tratan de dar sentido a todas tus acciones. Hay demasiados directivos que se acostumbran a este escrutinio continuado y se expresan y actúan olvidándose de ello. Su posición de poder les lleva a volverse egocéntricos y a ignorar lo que sus colaboradores dicen, hacen o necesitan. Y siendo esto malo, aún se agrava por la evaluación que éstos hacen de las palabras y comportamientos de sus jefes. No caigas en ese error tan común. Cuida tu tono de voz, la forma en que sonríes o miras a la gente, el modo en que los saludas, recuerda sus caras, nombres y fechas señaladas. Estas pequeñas cosas definen tu capacidad de relacionarte con los demás. Tus acciones, incluso las más inocentes y triviales, son analizadas en detalle y determinan el esfuerzo que tus colaboradores dedicarán a su trabajo y a ti mismo....
Elige aprender
Las diferentes convicciones y los conflictos de intereses impiden ver las cosas con los ojos de los demás. Si lo piensas, no ponerse en el lugar de los otros, carece de sentido y no trae nada bueno. Se puede entender que te guste sólo lo que te beneficia y que te desagrade todo lo que te perjudica, pero esto no significa que puedas calificar las cosas de modo absoluto como buenas o malas según el modo en que te afecten. Sería aceptar que tus deseos individuales son más importantes que el bien común. Las personas y las organizaciones son imperfectas, pero capaces de mejorar. Por eso es mejor no esconder los errores, aparentando ser impecables, sino reconocer los defectos y ocuparse de ellos. O aprendes las lecciones que te enseñan de tus errores y perseveras, o te verás abocado al fracaso. La clave está en equivocarse, aprender y mejorar de inmediato. Si aprendes y mejoras de continuo, progresarás. Lo que alcances a ser dependerá del modo en que decidas abordar las cosas y de las relaciones personales que establezcas. Habrás de decidir hasta qué punto pones tus intereses por delante de los ajenos, y lo tendrás que hacer de continuo, pues las circunstancias habituales te obligarán siempre a elegir....
El difícil equilibrio...
Todo directivo tiene que encontrar el equilibrio entre gestionar en exceso o no gestionar apenas. Quienes son excesivamente asertivos pueden dañar sus relaciones con superiores, colegas y colaboradores. Pero quienes no lo son lo suficiente, no empujarán lo necesario a los miembros de su equipo para lograr los objetivos más exigentes. Los que adoptan una actitud intermedia demuestran ser más eficaces y con mejores perspectivas de éxito futuro. Un directivo eficaz sabe que muchas veces es mejor dejar a la gente a su aire, que estar muy encima de ellos o no influye en su desempeño, o lo destruye por completo. Mientras que los directivos extremadamente controladores piensan que sus indicaciones e implacable seguimiento aseguran los resultados. Esos directivos pesados también deterioran el desempeño con sus incesantes e inútiles preguntas que no hacen más que interrumpir el trabajo de la gente. Los colaboradores que se sienten continuamente observados son menos creativos y evitan meter la pata delante de sus jefes, moviéndose sólo dentro de líneas establecidas y seguras. En ciertas ocasiones, la mejor dirección es la que no se ejerce, o la menos intervencionista. Eso no significa que un buen directivo sea el que ignora por completo a sus colaboradores o quien les agobia con su susceptibilidad. Hay veces en que es preciso formar a las personas, mostrar disciplina, comunicar la dirección a seguir, e intervenir de mil maneras. Tu trabajo directivo consiste, la mayor parte del tiempo en no hacer daño, pendiente sólo de intervenir cuando algo se desvíe para corregirlo. Los buenos directivos ocupan su jornada buscando ese punto de equilibrio entre el interferir poco o en exceso, supervisando pero sin agobiar, incordiando cuando sea necesario para sacar lo mejor de su gente pero ganando su respeto y no su desprecio....
El coraje les empuja
Los mejores directivos piensan y actúan como si corrieran una maratón, y no haciendo sprint. Su determinación refleja su perseverancia y pasión por las metas a largo plazo. El coraje implica trabajar con energía los retos, sosteniendo el interés y el esfuerzo a pesar de los estancamientos, adversidades o fracasos. Su ventaja nace de la capacidad de resistencia. Los grandes directivos inculcan ese coraje en sus colaboradores. Son obstinados y pacientes, apremiantes para ir siempre adelante. Crean a su alrededor un sentido de urgencia sin hacer de la vida una continua amenaza a la supervivencia. Les empuja la insistente convicción de que todo lo que ellos y sus colaboradores hacen puede mejorarse si se esfuerzan un poco más, si aplican algo más de creatividad. Tienen ese irritante convencimiento de que no hay nada que esté lo suficientemente bien, de que nunca se deja de aprender y de que jamás te puedes dormir en los laureles....
Malas noticias
Entre las personas, y dentro de las organizaciones, está muy extendida la práctica de ignorar las malas noticias y toda información negativa, sin calibrar suficientemente los costes o las consecuencias de este comportamiento. Transmitir este tipo de mensajes nunca resulta agradable y es una competencia importante que hay que saber desarrollar. Para protegerse del estrés que ocasiona los hay que tratan de comunicarlas de manera confusa, de modo que el receptor evite, distorsione o ignore esas malas noticias. Otras veces el mensajero es el propio directivo, quien decide ignorarlas permitiendo que la organización persista en una actuación equivocada, agravando la situación. Finalmente, la propia cultura organizativa puede haber establecido que es mejor suavizar o incluso ocultar información negativa a los superiores pues resultaría perjudicial para los propios intereses de los comunicantes. Para corregir estas desviaciones es aconsejable: Contar con colaboradores preparados para manejar situaciones de estrés y entrenados en el modo de transmitir malas noticias. Establecer responsables de comunicar el estado de los proyectos para su información sea creíble y aceptada. Designar decisores con capacidad para identificar y asumir riesgos, y tomar medidas correctoras. Estimular la transmisión honesta de la información, evitando penalizar los errores....
Conectando
Todas las personas, incluso las más equilibradas psicológicamente, pasan por momentos en los que se sienten aislados y anhelando conectar con otros individuos. Si te acercas a los demás con la intención sincera de comprenderles y conectar con ellos, te singularizarás respecto al resto del mundo, que no muestra interés o se siente muy ocupado en sus propios asuntos. Carecen de tiempo para perder en la atención a los problemas de los demás. Si te centras en los otros y les ayudas a salir de su aislamiento, si te vuelcas en conocerlos, se te abrirá un mundo de oportunidades. Practica de forma habitual. Busca a un par de personas que no conozcas. Con cada uno de ellos, entabla conversación, escucha con atención, y mira de conectar sinceramente. Trata asuntos más profundos que los de conversaciones habituales....
Cómo te muestras
Tu capacidad para mostrarte honesto y vulnerable, incluso en un entorno impersonal y arriesgado como Internet, te brinda la oportunidad de destacar. Al poner de manifiesto tu voz propia y verdadera, te ayuda a ser singular. Tampoco es práctico celar cuidadosamente tu vida privada en las redes sociales, para evitar que se escape nada personal que pudiera dañar tu imagen. Hacerlo así te hará aparecer irreal, sin familia ni amigos, como si fueras un robot, o peor aún, como si tuvieras algo que ocultar. Para bien o para mal, lo mejor que puedes hacer es mostrarte tal como eres en la vida real. No es posible llevar una doble vida. Si trataras de hacerlo te resultará agotador, improductivo, e ineficaz. Sería como llevar una máscara con la que a nadie logras engañar. Una presencia honesta en las redes sociales te permite mostrarte de manera cabal y te ayuda a ganar credibilidad como profesional. Pero no basta con aparecer de cualquier modo. Hay que usar esos medios de manera correcta, con naturalidad. Actuar así te permitirá dejar de ser anónimo e impersonal para transformarte alguien reconocible y con quien es posible relacionarse....
Cede
No siempre tienes que estar en lo cierto. No quieras tener siempre razón. Estás firmemente convencido de tu posición. Te resulta muy difícil aceptar que no vas a ganar la discusión. Pero insistiendo en ella sólo vas a conseguir que la otra parte se consolide en su postura aún con más determinación. Es más fácil volver a establecer tu punto de vista y rendir después tu juicio para pacificar la situación. Deja que ganen la partida y que sea el tiempo el que les haga recuperar el sentido y volver a tu posición. Si quieres convencer a otros, no intentes cambiar su forma de pensar. Modifica la tuya....
Venir llorado
En los últimos tiempos parece escucharse con más frecuencia esa expresión que anima en distintas circunstancias a “acudir llorado de casa”. Se suele escuchar en entornos profesionales en los que el inicio de la hora laboral parece marcar la separación entre lo que es la vida personal de la profesional. Verse arrollado por las emociones, es un mecanismo de supervivencia. La queja o las lágrimas pueden aflorar, también en el trabajo, como resultado de la indignación o la frustración, pero no por ello deben considerarse como un signo de debilidad o de falta de profesionalidad. Aunque algunos se burlen, actitud propia de abusadores, no está demostrado que sea perjudicial o esté mal visto. Hay abundantes ejemplos de personalidades cuyas manifestaciones públicas de emoción son valoradas como una muestra de su admirable humanidad. Llorar en entornos profesionales es más un signo de frustración que de tristeza, de vencedores que no de derrotados. Puede ayudar a reforzar la camaradería para abordar la situación a la que se enfrenta un compañero. Genera empatía y deseo de ayudar. O incluso ser persuasiva y mover a la acción....