El conocimiento que tienes de ti mismo suele estar condicionado por tus creencias y experiencias, por tus estados de ánimo. Todo ello hace difícil que dispongas de una imagen propia objetiva y con frecuencia existirá una gran disparidad entre cómo te ves y cómo te ven los demás. De esa discordancia puedes aprender mucho. La opinión de amigos, colaboradores, mentores o familiares te ayudará a comprender esa parte de ti que resulta más esquiva. Si te atreves a consultarles, pide ejemplos concretos y situaciones específicas y descubre las coincidencias en sus pareceres. Esa perspectiva te dará pistas acerca del modo en que tu temperamento y actuaciones afectan a los demás. Y ese conocimiento, que pocos alcanzan, es extremadamente valioso....
¿Cómo vas a reaccionar?...
Dicen que hay cuatro opciones para manejar o resolver una situación desagradable: Escapar, hablar, mantenerse e ignorarla. Escapar significa quitarse de en medio. Hablar implica tratar mejorar la situación. Mantenerse supone tener el coraje de convivir con la situación, por difícil que resulte. Ignorarla equivale a encogerse de hombros y reducir todo esfuerzo con el fin de olvidarse de ella. Estas opciones dependen de la capacidad de control que se tenga y del compromiso que se asuma, de si crees que puedes cambiar la situación y te preocupa lograrlo. Si te ves atrapado pero aceptas tu compromiso, te mantendrás, o si no, optarás por ignorarla. Si crees que puedes influir en su cambio pero no tienes compromiso, abandonarás, pero si te importa, tratarás de manifestar tu opinión hablando. En el entorno de trabajo, el sentimiento de control y la capacidad de compromiso dependen sobre todo de tu jefe más inmediato. Si es comprensivo y servicial, tu vinculación con la organización se fortalecerá y creerás en tu capacidad de influir y actuarás en consecuencia. Si no… En esa situación incómoda y desagradable, laboral o personal, ¿cómo vas a reaccionar…?...
Destaca los fallos
Quizás eres de los que piensan que para persuadir a terceros debes destacar tus fortalezas y minimizar tus debilidades. Sin embargo, eso sólo tiene sentido si estás ante una audiencia que te apoya. Cuando tengas que defender una idea novedosa o sugerir la adopción de algunos cambios ante audiencias escépticas, que buscarán fallos en tus argumentos o razones por las que aquello que defiendes no debe funcionar, lo mejor es que tú mismo pongas el acento en los defectos de tu propuesta. Esto se justifica por varias razones: Al actuar así desarmas a tu audiencia que, cuando aprecia que alguien quiere persuadirles de algo, levanta sus defensas. Si manifiestas un optimismo exagerado te calificarán como un vendedor, de algún modo deshonesto, y se mostrarán recelosos o escépticos. Pero si describes lo que no funciona, cambiarán su actitud defensiva por la de resolución de problemas y se convertirán en tus aliados. Otra ventaja es que cambiarán el modo de evaluarte. Presentar tus limitaciones te hará parecer más listo. Verán que no tratas de engañarles y que te adelantas a las dudas que ellos mismos podrían plantear. Una tercera razón es que te hace ganar su confianza, al presentarte de manera honesta y humilde. Hablar con franqueza de los aspectos más débiles te da credibilidad. Finalmente, permites que tu audiencia haga una evaluación más favorable de tu idea por el sesgo introducido en la manera de presentarla. Al facilitarles el trabajo de reconocer algunos problemas, van a tener más difícil dar con otros nuevos y esos que señales no les parecerán tan graves....
Tu estilo
No hay duda de que el modo en que te sientes se refleja en tu apariencia. La expresión de tu cara, tu postura y comportamiento, tu corte de pelo o la ropa que vistes dicen mucho de tu estado de ánimo. Pero hay veces en que el mensaje que transmites puede verse distorsionado. Por ejemplo, cuando te enfrentas a situaciones nuevas, la inseguridad te hace aparecer distante, estirado, o apasionado en exceso. En esas situaciones es importante ser consciente de tu estado de ánimo y saber el modo en que puede llegar a condicionar tu comportamiento. La imagen que proyectes ha de ser la que tu elijas, y no una subordinada al humor con que te encuentres. De ahí la conveniencia de reflexionar y comprender cómo te sientes para decidir el estilo que quieres adoptar....
Reuniones diarias
Que la mayoría de las reuniones sean un desastre no significa que no sean útiles. Si eres capaz de organizarlas bien y sobre algo conveniente, compensa tener reuniones cada día. Si no lo haces así, tus colaboradores pronto se dispersarán en distintas direcciones no deseadas. El resultado serán objetivos que no se alcanzan, pérdida de confianza y abandono de actividades. Cualquiera que sea el ámbito de la organización, las reuniones refuerzan el sentido de pertenencia, quién se es y qué se hace, lo que se espera alcanzar y lo que se debe entregar a los clientes. Además, deberás complementarlas con encuentros diarios con tus colaboradores, formales e informales, para demostrarles que les prestas atención, que sigues su desempeño. Finalmente, habrás de celebrar los éxitos. Si no lo hicieras es que no tienes claras las prioridades. Pensarán que lo que hacen no es importante para ti, la motivación se perderá y el cumplimiento será mediocre. No puedes excusarte en la falta de tiempo. Todo esto se puede hacer de manera muy breve....
¿Nunca hablas de dinero?...
No, porque te han repetido muchas veces que no debes hacerlo, que culturalmente está mal visto. Y sin embargo no paras de pensar en ello por carecer de él o no tener lo suficiente. En mi experiencia, esta política ha servido para amparar situaciones de abusos salariales, que se han aprovechado tanto de la necesidad de algunos como de la conveniencia y el hábito de permanecer callados. Porque de dinero no se habla…, claro. Sin embargo, el dinero es el referente del valor que se proporciona, es lo que permite intercambiar productos y servicios con acierto. Y cuando no se dispone de él en cantidades adecuadas, el sistema, es decir, todos sus elementos, se resienten. Si no ganas suficiente dinero, no proporcionarás un trabajo adecuado a las demandas de los clientes, no cuidarás de los recursos, y paradójicamente, no irás a buscarlo donde podrías encontrarlo. No podrás desarrollarte como persona ni como empresa si no cuentas con el dinero necesario para invertir en aquellas cosas que te permitirán crecer: formación, instrumentos, atención de los clientes… No se trata de recortarlo, como defendía un bobo cercano que no sabía ni quería vender, sino de poner todo el tiempo, el esfuerzo y la creatividad que precises para atraerlo. Tendrás que hablar más dinero. No es lo principal, pero es necesario....
Revisitando
A diario tienes que hacer malabarismos para responder adecuadamente a proyectos, reuniones, llamadas, compromisos, mensajes, tareas, atender a amigos y familiares… Todo eso te requiere mucha atención para poder sacarlo adelante. Mantener ese equilibrio te obliga a centrar tu atención en lo que te rodea, más que en ti mismo o en tu interior. Es fácil por tanto perder de vista lo que es importante para ti, la referencia a tus principios y valores. Si te descuidas, puedes acabar haciendo y diciendo cosas en las que en el fondo no crees, con las que no estás de acuerdo, o desarrollando comportamientos impropios. Es necesario que te detengas periódicamente a comprobar en qué modo tu vida se alinea con tus principios. Analiza si puedes estar satisfecho con lo que dices o el modo en que te comportas. Revisitar periódicamente el modo en que pones en juego tus valores te hará ganar en autoconocimiento. Te ayudará a tomar unas decisiones más apropiadas, de las que puedas estar más orgulloso y satisfecho....
Gilipollas
Al final me he animado a titular con esta palabra tan castellana como expresiva, que define a algunos directivos que se caracterizan por tratar mal a su gente y que opinan que esa es la manera de alcanzar el éxito personal. Creen que su progresión se vería afectada si se comportaran de manera amable y tratasen a sus colaboradores de manera digna. Los jefes gilipollas resultan enormemente costosos para las personas y las organizaciones en modos que muchas veces pasan ocultos. Quienes se comportan de manera grosera, insultante y degradante con los demás, les afectan de manera muy negativa en su desempeño, creatividad, productividad, toma de decisiones, así como en las ganas de ayudar a sus compañeros o de trabajar con intensidad. Ya sé que estás repasando ahora cuántos de estos jefes tienes o has tenido… Pero hay un aspecto más personal que quiero considerar hoy y que tiene que ver con el reconocimiento de la posibilidad de que eso te esté pasando a ti y seas parte del problema. Cuanto más tiempo lleves de directivo, mayor es el riesgo de que te hayas vuelto insensible y desagradable en tu trato con los demás. Todos tenemos la inclinación a caer en el autoengaño y la negación. No somos conscientes de nuestros defectos y, si admitimos alguna deficiencia, subestimamos su gravedad y las posibles consecuencias negativas. Aceptar que en ocasiones nos comportamos como gilipollas requiere derribar defensas bien establecidas. Cuanto mayor sea la distancia entre el modo en que te ves a ti mismo y el modo en que te aprecian los demás, peores serán tus relaciones con ellos. Compensa, por tanto, saber cómo te ven y para eso necesitas contar con personas que te conozcan, que no te doren la píldora. Y tú has...
¿Por qué lo haces?
Es bueno que adquieras el hábito de preguntarte por la razón que subyace en esas emociones inesperadas que te llevan a realizar algo no propio de ti. Es importante reconocer esos sentimientos pues te ayudarán a descubrir la naturaleza de esas cosas que de otro modo te resultarían incomprensibles. Con un poco de práctica, el prestar atención a esas emociones te permitirá identificar su origen y comprender su finalidad. Actuar de este modo te ayudará a mejorar. ¿Puedes recordar alguna ocasión anterior en la que reaccionaras de la misma manera? ¿Con quién estabas? ¿Qué coincidencias observas? ¿Te ocurre también con otras personas? Cuanto mejor conozcas el por qué reaccionas como lo haces, más fácil te será mantener tus emociones bajo control....
Mal humor y buen humor...
Puedes caer en el mal humor cuando nada parece salir como esperabas. En esa situación todo te parece negativo: detestas tu trabajo, estás decepcionado por tus amistades y familiares, nada de lo que haces te satisface… Habrás de admitir que no eres objetivo y recordar que ese estado de ánimo no es permanente. Pasará tan rápido como te lo permitas. No es el momento para que tomes decisiones importantes o de lo contrario te hundirás aún más. Más vale que reflexiones sobre lo que te pasa, pues será la mejor manera de abandonar ese estado. Y cuidado también con la euforia acompañante al buen humor. Puede confundirte al pintar de color de rosa todo aquello a lo que te enfrentas. En esa situación tendrás tendencia a tomar decisiones impulsivas sin considerar suficientemente las consecuencias de tus acciones....