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No tiene arreglo

En los últimos días me han pedido varias veces opinión a raíz de los acontecimientos del sector sanitario. He debido recuperar temporalmente mi antigua condición de médico y la experiencia en gestión sanitaria; con pereza, porque en este país no creo que pueda uno expresarse con mucha libertad en este ámbito.
En mi opinión la situación no tiene remedio. No hay salida posible dadas las características del problema. Hace años que lo vi y de ahí mi alejamiento del sector. Tenemos un sistema de salud que muchos insisten en calificar de los mejores del mundo. Ante esa afirmación, que defienden todos cuantos tienen autoridad para expresarla (políticos y profesionales de la sanidad), poco más puede hacerse. El paciente sólo puede asistir con sorpresa y resignación ante la realidad que él percibe y que habitualmente no se corresponde con aquella valoración.
Algunas razones por las que no tiene arreglo (pocas para no hacer larga en exceso esta nota…):

  • El aseguramiento del riesgo a enfermar y la provisión de los servicios asistenciales son dos cosas de naturaleza distinta que no debieran ser responsabilidad de la misma institución si se quiere gestionar con alguna posibilidad de eficacia y eficiencia económica.
  • La institución que se encarga de ambas actividades, aseguramiento y prestación de servicios, en nuestro país resulta ser de carácter público, por tanto propiedad de todos en general y de nadie en particular. Tampoco una condición adecuada para generar eficiencia.
  • La financiación se realiza con impuestos, lo que hace que la relación entre la demanda de servicios y el impacto sobre los costes sea tan lejana que el usuario no es consciente de lo que verdaderamente le cuesta. Por tanto la demanda de servicios que hará el usuario tenderá a ser infinita.
  • Los prescriptores de los servicios de salud tienen todos los incentivos para encarecer el sistema. Los profesionales de la medicina carecen de razones para ser eficientes, ahorrar en los costes y mirar para que sean ajustados. Más aún, cuanto más ineficientes, más se refuerza su posición y más necesarios aparecen ante la sociedad. Y ellos mismos se benefician de esa situación que lleva a algunos ciudadanos a suscribir un seguro adicional privado, lo que les proporcionará unos ingresos adicionales por un ejercicio privado de la profesión que no es incompatible con el puesto en la sanidad pública.

Poco se puede avanzar en la discusión acerca de nuestro magnífico sistema de salud. Si los políticos no pueden contradecir su calidad, y los profesionales la esgrimen como argumento de autoridad, los pacientes sólo pueden resignarse, esperar a que les atiendan cuando les digan y pagar sus impuestos.
Si el transporte en coche fuera algo que se pagara también con impuestos, el acceso al mismo fuera libre para los ciudadanos y la fabricación y mantenimiento de los coches estuviera en manos de una empresa publica con múltiples centros de trabajo, el caos sería similar al que tenemos en el sistema sanitario. Los coches serian carísimos, el acceder a ellos sería difícil, las reparaciones largas y la insatisfacción general.
Seguro que ni todos los médicos ni todos los pacientes abusan del sistema. Pero es la partida del presupuesto público más elevada, y la expectativa de recortes excita quejas de todos los implicados.
Tal y como lo tenemos, al sistema de salud no le veo arreglo.