¿Clientes genéricos?

Hubo una época en la que se pensaba que en efecto existían. De hecho, todos eran así. No se conocía nada específico de ellos porque en realidad no hacía falta. Eran aquéllos que comprarían unos productos con características y funciones surgidas de una visión del fabricante ajena a las demandas del mercado o las necesidades de los clientes.

La propuesta de valor para ese cliente genérico era el propio producto, y sus atributos se diseñaban de manera independiente del cliente. Todos los productos del mercado o de su categoría estaban llamados a emular el diseño dominante porque reunía las dimensiones que los consumidores esperan al comprarlo. Por definición el diseño dominante tenía un carácter de oferta genérica y estandarizada y nunca personalizada.

Como puede deducirse, al utilizar los verbos en pasado, esta concepción del cliente no parece muy actual. Las tecnologías de la información y la comunicación han contribuido de forma decisiva a que el cliente adopte un papel protagonista y singular, demandante de una propuesta de valor personalizada. Todavía hay empresas que se empeñan sus estrategias en clientes genéricos, y en efecto aún hay mercado para esos productos, pero cada vez son menos significativos.

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