Resistencia

resistenciaHace tiempo que le tengo ganas a la palabra “resiliencia”. No me ocurre sólo con ella. En el ámbito de la empresa y del desarrollo personal o profesional son muchos los términos que, perezosamente, más que traducirse se castellanizan, sin dedicar mucho tiempo ni neuronas a encontrar la palabra adecuada.

No soy lingüista, pero aún así me incomoda tener que adoptar expresiones artificiales y que suenan extrañas en las conversaciones entre profesionales. Mucho más en el ámbito de la docencia, donde se complican innecesariamente las explicaciones cuando se adoptan términos de oscuro significado.

Nadie se extraña del uso de palabras como resistencia, adaptación o recuperación para describir la capacidad de superar con esfuerzo una y otra vez situaciones adversas. Y sin embargo algunos emplean “resiliencia” para tratar de hacer énfasis en el gran valor que representa aquella recuperación.

El caso es que además, la “resiliencia”, en su origen tecnológico, describe la vuelta al estado normal de los sistemas a que los se aplica como espontánea y sin alteraciones.

Cuando nos referimos a personas o instituciones que superan circunstancias difíciles, se ha de reconocer que habitualmente las reacciones no son espontáneas ni automáticas sino que exigen trabajo y sacrifico y de ellas no se suele salir incólume.

Por tanto, resistencia describe incluso mejor la actitud y capacidades de los resistentes, por lo que seguiré resistiéndome al uso de aquella palabra.