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¡Cuánta ceguera…!
Hace unas horas escuchaba a un influyente economista sobre cómo salir de la crisis. Afirmaba que la recuperación de la productividad pasa necesariamente por una reducción de los costes de las empresas, dado que no estamos en condiciones de devaluar la moneda como en otras épocas. Anticipaba que esta reducción habrá de ser de una dimensión muy significativa y que será dura porque demandará importantes sacrificios.
Seguro que carezco de la experiencia y la autoridad académica de quien manifestaba esa opinión. Aun coincidiendo en el diagnóstico no puedo estar de acuerdo en el tratamiento. Las propuestas de reducción de costes, que acaban afectando fundamentalmente a las personas y sus empleos, no pueden ser la solución. Es una sangría que sólo nos debilitará aún más. Recuerdan a las prescripciones médicas de épocas medievales.
¿Nadie ve el otro lado de la ecuación? En vez de reducir costes, subamos los ingresos. ¿Cómo? Pues proporcionando más valor a quienes nos compran, dentro y fuera del país. Demos mucho más de lo que esperan nuestros clientes, más de lo que ofrecen otros países y otras empresas y, sin tocar los precios, nos comprarán muchos más, en más cantidad y más veces. La gente trabajará más, es verdad, y más a gusto, porque tendrán trabajo y porque verán los efectos positivos del mismo.
Y si quienes nunca tuvieron un empleo y quienes lo han perdido se esfuerzan en generar nuevas ideas y ponerlas en marcha, con el apoyo de las empresas que ya producen y de la gente que tiene ingresos, si todos nos hacemos cómplices para poner más productos y servicios en el mercado, al país le damos la vuelta.
Si esperamos a las iniciativas de los políticos y los bancos nos encontraremos con sus brillantes propuestas. Un ejemplo ya anunciado: recortes en el número de operaciones de cataratas. Unas intervenciones sencillas y con un impacto tremendo en la calidad de vida de quienes las sufren. Es inaceptable. Ya en el 2004, Aravind, una organización benéfica del llamado “tercer mundo” operaba centenares de pacientes cada día con unos costes de entre 25$ y 300$ mientras que en los países “avanzados” costaban 3.000$ y padecían listas de espera. Su Misión: Eliminar la ceguera innecesaria. La calidad de sus procesos atrae a la India a millares de pacientes de todo el mundo para operarse. Los pobres nos señalan el camino, una vez más, a los que nos creemos ricos.
¡Cuánta ceguera…!
Cuanta razón Paco!! Siempre es más fácil recortar que crear… pero está claro en que lado de la balanza se encuentra el éxito.
Un abrazo desde Marbella