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Dejar huella
De las incontables relaciones personales y profesionales que pasan por nuestra vida, el recuerdo de algunas sobrevive al paso del tiempo por la huella que han dejado. Me refiero aquí sólo a las positivas, que son las que vale la pena recordar. Las negativas es mejor perdonarlas y olvidar.
Quienes reconocen esa huella duradera la asocian a que la persona:
- Manifestó una preocupación sincera por los asuntos de los demás, tratándolos como propios.
- Ofreció una dedicación extraordinaria hacia esos asuntos.
- Atendió a los problemas verdaderos, los de fondo, no los aparentes o superficiales.
- Se preocupó por obtener resultados y no por dar razones por las que justificar el no obtenerlos.
- Fué más allá de lo debido o de lo cómodo en situaciones difíciles
- Estaba llena de recursos, conocimientos, contactos, y siempre dispuesta a ponerlos a disposición de los demás.
Ninguno somos indispensables, es cierto, y sin embargo en cada empresa o trabajo se recuerda a algunos que dejaron huella. Será que lo que ellos hicieron igual no lo hace cualquiera…
Es seguro que en el futuro estarás en un puesto o tarea distinto al que tienes ahora. Si te planteas dejar una impresión positiva en la organización en la que estás quizás habrías de:
- Proporcionar un valor tangible y mensurable
- Hacer que las personas que te rodean se sientan bien
- Estar disponible siempre que te necesiten.
- Dar algo más de lo esperado o lo obligado.
- Poner en marcha inicativas y ser capaz de completarlas.
La otra opción es hacer sólo lo que dice el “libro” y que nadie se acuerde…
Tu decides.