Prioridades
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Llevo días dando vueltas a un artículo ciertamente sorprendente por el lugar donde aparece y la posición que adopta (Harvard Business Review Blog Network) En él se defiende que la orientación última de las decisiones de los directivos de una empresa ha de ser la viabilidad de la misma. No deben responder ni a los intereses de los accionistas u otros grupos partícipes, ni al de los clientes o la sociedad, ni siquiera a la obtención de beneficios. |
El propio autor reconoce dos objeciones. Una moral, según la cual el directivo se debe a sus empleadores. Pero dado que los accionistas tienen sus pérdidas limitadas por la cantidad aportada a la empresa, les considera sólo como potenciales reclamantes de parte del beneficio de la empresa, más que unos verdaderos propietarios.Otra objeción es pragmática. De hecho los directivos toman decisiones considerando su propio beneficio por delante de la viabilidad de la empresa y del beneficio de otros grupos partícipes.
Yo no creo que exista el derecho a la vida de las instituciones. Y mucho menos que ese pretendido derecho sea ejercido por los directivos y pase por delante de las demandas que sobre la empresa hacen todos los demás grupos implicados. La guía última de la actividad directiva debiera ser el cumplimiento de la Misión. La iniciativas empresariales son el instrumento para alcanzarla y si no lo consigue debiera desaparecer. Es cierto que debe satisfacer las demandas de muchos, pero los valores establecidos en la empresa señalarán las prioridades. También se ha de reconocer que se necesita una mínima eficacia empresarial para poder obtener los recursos que permitan su operación diaria, pero a partir de ahí no debiera tener otro objetivo que la correcta atención de las necesidades de las personas con las que se relaciona: clientes, empleados, proveedores, la sociedad y sus accionistas (para mí con este orden de prioridades). ¿Estás de acuerdo? |
Completamente de acuerdo, en general, con la reflexión que haces Paco. En particular, yo tampoco creo que deba existir un «derecho a la vida» de las instituciones. Me gusta el término. Encierra mucho significado
Estoy de acuerdo con lo que planteas, si bien creo entender la postura del periodista. Porque vendría a ser el equivalente del que tiene una enfermedad y decide crionizarse para ver si en el futuro la ciencia le encuentra una cura a su mal.
Hemos pasado de la maximización del beneficio, a la optimización de recursos y ahora aparace la minimización del daño.
Yo opto por lo segundo, como estrategia a largo plazo.
Abogo por la supervivencia empresarial.
Los principios argumentados por todos parecen verdades y están bien razonadas. Quién y qué debe primar en una conducta empresarial óptima, no debiera de ser una opción cerrada. Cada situación requiere una actitud y lo válido en un momento puede no serlo en otro, como en el actual.
Es cierto que, como argumenta Paco y se nos enseña hoy en día, el objetivo debe centrarse más en la correcta atención de las necesidades de las personas con las que se relaciona: clientes, empleados, proveedores, la sociedad y sus accionistas, y en ese orden.
Pero no es menos cierto lo que señaló Adam Smith: «no es de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero que esperamos nuestra cena, sino de la consideración de su propio interés. Nos dirigimos, no a su humanidad sino a su amor propio, y nunca les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas. Nadie más que un mendigo elige depender principalmente de la benevolencia de sus conciudadanos. »
Si no existe, hablando de valores, unos de supervivencia empresarial, de derecho a la vida, el primer traspié parecería licitar su desaparición. ¿Dónde queda el principio de empresa en funcionamiento, ahora trastocado a todos los niveles por la crisis?
Y hoy que los clientes no están y no por tener las necesidades cubiertas, que los empleados temblamos al ver que nuestras expectativas desaparecen, que los proveedores se repliegan impotentemente, la sociedad se siente invisible y sin voz, los accionistas se dan por vencidos, que el concurso de acreedores se utiliza como vía de cierre empresarial y no como relanzamiento, que es su finalidad y por supuesto, que los sistemas de control y evaluación han fallado a todos los niveles, pero imperdonable el gubernamental… ¿no creéis que es el momento de revisar y modificar la Misión, de revisar y modificar los Valores y por supuesto, las acciones, intentando minimizar los efectos devastadores que la “no” supervivencia empresarial acarreará en todos los grupos partícipes por muy que ello lleve implícito, intereses personales de cierta directiva?.