A la búsqueda de la coherencia (1)

Es fácil reconocer hoy a muchas organizaciones que se han quedado ancladas en sus antiguas identidades y culturas, cuya su naturaleza las hace lentas para adaptarse al cambio. No son capaces de seguir con suficiente rapidez la evolución que experimentan las tecnologías y sus clientes. ¿Tiene remedio?

Quienes se preocupan de encontrar solución a este problema empiezan a prestar una atención especial a un nuevo concepto estratégico que es el de la coherencia. Dados los autores que se empiezan a ocupar de él (Leinwand y Mainardi, Rumelt), me parece que compensa dedicarle alguna atención.

En el contexto de la estrategia empresarial, a la coherencia se le da un significado muy específico: Hace referencia a la determinación y enfoque de la organización en tres elementos críticos:

  • su manera de hacer o de presentarse al mercado,
  • su sistema integrado de competencias distintivas,
  • y su portafolio de productos y servicios.

 

Para lograr una organización excelente y relevante en el mercado por los resultados que alcanza, no basta con mostrar la coherencia en uno o dos de estos elementos. Es preciso que operen los tres elementos de manera sincronizada para que la empresa pueda lograr y mantener una posición destacada.

Hoy voy a considerar el primero de estos elementos.

 

La manera de hacer

Es posible reconocer en las empresas una seña de identidad, el modo particular de crear y capturar valor en el mercado, algo propio de su manera de ser y que le diferencia del resto de las empresas.

Este buen hacer es particularmente concreto como para centrar a la organización en la toma de decisiones adecuadas para implantar su estrategia, y a la vez es lo suficientemente amplio para proporcionarle flexibilidad y capacidad de crecimiento.

Unas veces se caracteriza por la capacidad de innovación, o de producir a bajo coste, o de atraer a los segmentos que buscan un alto valor añadido. Es la combinación acertada de conocimientos que le permite a la organización conjugar con éxito las necesidades de los clientes con sus propias capacidades.

Esta manera de hacer no se elige o se alcanza por azar. Es el resultado de disponer de un conocimiento relevante y preciso de los mercados en los que opera y de aquello que puede desarrollar de manera singular.

¿Pensamos hoy qué puede ser lo que caracterice la manera de hacer de nuestra empresa…?