El cambio de la innovación

En las próximas semanas me propongo tratar más en profundidad en tema de la innovación. O quizás debería decir desde un punto de vista complementario. Suelo tratar los aspectos concretos, tangibles o físicos, de las iniciativas innovadoras de la empresa, pero le he dedicado menos tiempo a lo que tiene que ver propiamente con el cambio que se exige a la organización y como gestionarlo.

En la innovación está la raíz de la supervivencia de las empresas existentes o de las que puedan crearse. Lo he repetido muchas veces; esperar a que las aguas vuelvan a su cauce para seguir haciendo lo mismo, no te va a traer la recuperación de tu trabajo o tu negocio. Lo que te permitirá remontar de nuevo el vuelo será la adopción de innovaciones, siempre y cuando lo hagas de manera más rápida, singular y completa que los demás.

Pero gestionar la innovación no es una tarea sencilla y menos en los tiempos que corren. Hoy te exige la adopción de estrategias flexibles y dinámicas y la capacidad para responder rápidamente a los cambios emergentes o inesperados.

La prueba de que no es fácil es la limitada eficacia del proceso de introducción de innovaciones. La adopción de nuevos productos, la redefinición de los modelos de negocio, las nuevas iniciativas empresariales, suelen fallar con más frecuencia de la esperada o deseada. Y esto se debe a que se le presta más atención a los aspectos técnicos o físicos de la innovación que a la naturaleza del proceso de cambio y su gestión.

No hay innovación sin cambio. Éste se da tanto en la manera es que las cosas físicamente pasan a ser distintas como el convencimiento del uso que se debe hacer de ellas. Las personas han de modificar sus opiniones, sus valores, su visión de las cosas para llegar adoptar esos cambios de comportamiento.

Otro aspecto significativo del cambio que habitualmente se olvida es que las cosas aparecen sustituyen a otras que se destruyen. Lo viejo debe dejar paso a lo nuevo. Es el concepto de destrucción creativa por el que lo innovador se suele acompañar casi siempre de un proceso destructivo.

Y es que un nuevo orden de cosas no suele llegar mediante la modificación de lo que ya existe, sino por la sustitución de lo existente por algo nuevo. Los cambios más significativos son en verdad transformaciones en las que nos deshacemos de viejas opiniones, puntos de vista, recuerdos, identidades, hábitos o compromisos y los reemplazamos por unos nuevos.

¿Estás decidido a emprender este camino regenerador? En próximas notas veremos como llevarlo a cabo con mayores garantías de éxito.