Aunque trabajes en una organización, independientemente de su tamaño, te equivocas si piensas que tu jefe es quien firma la nómina. Mira más bien de responder ante quien paga por los servicios que se prestan.
No es relevante el caso particular que me afecta. Lo importante es que no se puede dejar a unos clientes en la estacada como he visto hacer la semana pasada. En este país lo vemos con demasiada frecuencia. Igual generalizo y no es correcto. Pero no es extraño asistir a situaciones en que se causa en grave perjuicio a unos clientes y nadie parece darse por enterado.
He visto muchas veces que un directivo “a la antigua” no está para hacer cambios. La autoridad que le han conferido es para cumplir con las tareas que otro jefe más alto le ha encargado, no para pensar y salirse de lo que dice el libro. Por el contrario, todo buen profesional tiene, hoy día más que nunca, la capacidad de hacer lo que es correcto, de asumir responsabilidades, de ejercitar su capacidad liderazgo. Y no hacerlo le degrada a él personalmente y acabará destruyendo a su organización.
El éxito de tu empresa pasa porque hayan muchas personas que quieran ser agentes del cambio, que desafíen normas anticuadas o recientes pero elaboradas por dinosaurios funcionarializados. Los clientes lo recompensan. ¿No es tu experiencia diaria? Nada genera más fidelidad que aquél profesional que es capaz de ir más allá que los demás para poder encontrar una respuesta a tu problema cuando el “sistema” no la quiere encontrar.
No te creo si dices que te gusta tu trabajo y te comportas como una máquina inanimada, una pieza más de una enorme burocracia. Abandona la comodidad del anonimato y marca la diferencia.
No importa cuál sea tu puesto ni tu oficio, abandona los convencionalismos, deja la mediocridad. ¡Haz algo extraordinario!
Sé protagonista del cambio. |
Paco, no me esperaba comenzar el domingo así de indignado!!! Pero, efectivamente, después de leer tu blog de hoy, el primer efecto que ha suscitado en mi es el de alinearme inmediatamente con tus «INDIGNADOS» del mundo de la empresa. Ya sé que esta mal y que debo controlarme, pero cuando me encuentro con comportamientos como los que describes no puedo evitar que me hierva la sangre. Me produce tal efecto inmediato de desánimo, de decepción, de injusticia y de impotencia… que tengo que hacer un gran esfuerzo para tratar de sobreponerme. A veces, incluso, soy malevolo y mi actitud (supongo que incorrecta, fría y calculadora) es la de «sentarme a esperar a la puerta de mi casa a ver pasar…» al «directivo a la antigua de turno» afectado, de forma traumática e irremediable, por las consecuencias de sus propias actitudes de ajeneidad e insolidaridad que, al final y contra su pronóstico inicial, le han acabado «salpicando». Y lo malo es que, entonces, NO ME DA PENA de él. En esos momentos sale lo peor de mi… lo reconozco. Pero es que esas actitudes egoistas, irresponsables, insolidarias y mediocres me superan. Si tengo que ser sincero, en esas ocasiones lo que verdaderamente me gustaría es ser por un momento «Don Diego de la Vega (El Zorro)», coger mi capa negra, mi antifaz y mi corcel Tormado, y arreglarlo todo con mi espada. Qué mal!!! Perdón por ello, pero no sé cómo enfrentar correctamente estas situaciones.
Hola Antonio y gracias por tu comentario.
Tu has descrito la indignación de una manera que yo ya no me permito pero con la que coincido.
Ha salido hoy tras dejar pasar un par de días para enfriar la respuesta y que no saliera del estilo de la tuya…:)
La manera en la que he abordado estas situaciones tanto desde fuera como desde dentro de la organización es manteniendo la posición y siendo coherente, lo que te gana la enemistad de los funcionarios. Después siendo exigente en la reclamación de respuestas concretas a las peticiones. He descubierto que los mismos que dicen seguirse por lo que dice el libro, en el fondo no lo conocen bien y que además el libro no tiene todas las respuestas; por tanto las sigo reclamando.
Y por último, lo más difícil: tratar de convertir al funcionario para tu causa, a base de cariño. ¡Convertirle en un revolucionario!
Primero.- ¿Y si nos pusieramos en los zapatos del otro?. ¿Cambiaría nuestra opinión o al menos nos templaría la sangre?.
Segundo.- Es cierto, el cliente parece no contar en una gran mayoría de los casos. Es la razón de ser del sistema sanitario, empresarial, educacional … donde la rentabilidad prima. Si éste es exigente igual a «molestoso» tiene posibilidad de conseguir sus objetivos, lo recoja o no la norma. Si por el contrario es sumiso le hemos perdido como cliente e incluso hemos desaprovechado el efecto positivo que un cliente satisfecho puede derivar en clientes potenciales o en una buena imagen de marca.
Por último.- Me encanta leer: «todo buen profesional tiene, hoy día más que nunca, la capacidad de hacer lo que es correcto, de asumir responsabilidades, de ejercitar su capacidad liderazgo. Y no hacerlo le degrada a él personalmente y acabará destruyendo a su organización.»
Pero añado: «capacidad» si, pero no siempre implica posibilidad.
Y «acabar destruyendo la organización» a no ser que se le «carguen» a él primero!.
Complejo. Mi temor es que todo lo ganado, evolutivamente hablando, estemos empezando a perderlo, viviendo un retroceso social y «globalizado».
Los «protagonistas del cambio» están siendo considerados un mal a erradicar.
Cuánta razón tienes, Conchi.
En efecto hay que ponerse en los zapatos del otro. A mí me ayuda, algo, a no convertirme en “El Zorro” a las primeras de cambio.
Y tu duda sobre quien ganará la batalla es razonable, aunque en mi opinión la respuesta está en la actitud del indignado. Creo que Antonio y yo somos partidarios de defender la posición, aunque eso signifique en la mayoría de los casos abandonar la organización. Pero no hacerlo traería como consecuencia la involución que te temes.
No te preocupes. Desde que el mundo es mundo lo único permanente es el cambio. Por tanto ya sabes quién va a ganar.