La innovación no se ordena

Todos dicen que la buscan pero pocos la conocen o saben cómo alcanzarla. No hay directivo que se precie que no hable de innovación pero la creatividad precedente sigue siendo algo difícil de agarrar.
Esto se debe en buen parte a que se persigue de manera inadecuada. Se piensa más en procesos estructurados y formales, sesiones formativas y reuniones de trabajo, mientras que los estudios existentes confirman que estos sistemas resultan poco eficaces.

Es la interacción entre las personas en condiciones y entornos informales lo que estimula la capacidad de grupos de personas para pensar de manera creativa y novedosa.

Aquí enlazamos de nuevo con el papel de la cultura de esas organizaciones innovadoras de la que hemos hablado en otras ocasiones. Cuando nos cuentan la manera de trabajar de las empresas más creativas nos hablan de reuniones en los pasillos o en la cafetería, o hasta altas hora de la noche, o de sesiones maratonianas de fines de semana sin descansar.

Dejando de lado la anécdota, que en algunos casos roza la leyenda, la realidad es que esas empresas abordan los problemas de manera distinta. Los implicados en ellos los comparten a través de sus redes informales por toda la organización. Esa base de confianza y esa mayor comunicación multiplica la potencialidad de los recursos disponibles para encontrar soluciones. De nuevo, gente capacitada conectada a través de redes profesionales: el tema de más actualidad.

Como puedes imaginar, estos resultados no se alcanzan como consecuencia de las órdenes de los directivos que desean tener una organización innovadora por decreto, sino de la interacción espontánea y habitual entre las personas.

Pero los directivos pueden cooperar con algunas señales significativas. Las empresas que más destacan por su innovación la han incorporado de alguna manera al propósito de su misión. De este modo la convierten en parte integral de aquello que la organización debe llevar a cabo y no en algo complementario. Al hacerlo así desarrollan la capacidad de innovar de forma constante y de desafiar de continuo las reglas de juego de sus mercados.

Para quienes sabéis bien en qué consiste la Declaración de la Misión, lo que se quiere decir en el párrafo anterior es que el objetivo prioritario de la empresa, de sus actividades innovadoras, no es otro que la creación de valor para sus clientes. Ya no se trata de generar más ingresos o de aumentar la rentabilidad. Esas no pueden ser la meta de la innovación, aunque sin duda de ella se derivarán unas mayores ventas y unos resultados que aseguren la viabilidad del negocio.

Por tanto, cambio de mentalidad y de prácticas directivas. Se precisan unos directivos con nuevos valores, con mayor flexibilidad, que permitan que la gente se apasione, que favorezcan las herramientas de comunicación y colaboración, y no que pongan “palos en las ruedas”.

Tu debes ser uno de ellos.