Revisitando los Valores
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Hace tiempo escribí una nota específica sobre la definición de los valores de la empresa. Después de algunas lecturas recientes me parece bueno retomarla y completar hoy algunos aspectos. |
Los valores son un elemento central de la empresa para poner de manifiesto su identidad y generar el compromiso de su personal. De manera explícita o implícita, toda empresa los tiene y no pueden ocultarse. Se manifiestan en la manera de tomar decisiones, en el modo en que se trata a empleados y clientes, en el modo de reaccionar ante las dificultades. El proceso para establecer cuáles son esos valores, difundirlos a la organización y que sean vividos no es sencillo.
Establecimiento de los valores La clave para definir esa lista de valores comienza por descartar ideas preconcebidas sobre los que deberían ser y reconocer las características más valiosas y propias de tu empresa. Esto incluye pensar en las personas e identificar a quienes mejor encarnan lo que la empresa representa. El equipo directivo debe dedicar tiempo a reflexionar y recopilar esos atributos inspiradores que pueden circular entre el personal e incluso ser reconocidos por los clientes, a quienes también se les ha de preguntar. Una vez obtenida esa lista, se trata de seleccionar los principios más esenciales. Su número puede variar pero cuantos menos mejor. No deberían ser más de seis o siete. No es una lista de los valores que deberían ser y que infunda respeto. Sino una relación de los que son en la actualidad, aunque aún no se hayan desarrollado plenamente. Por ejemplo, así los enumeraba una determinada organización:
Se trata de vivir estos valores en las interrelaciones con todos los demás. Son los principios que inspiran la toma de decisiones y que acaban formando parte de la identidad de marca que se comunica.
Inculcarlos en la organización Sirva este ejemplo para ilustrar cómo no hacerlo. Un servicio profesional de recepción de llamadas, había establecido la siguiente lista de valores:
El fundador de esa empresa admitió que había que encontrar la manera de hacerlos realidad o quedarían en sólo palabras. Periódicamente los directivos visitaban las dieciocho sedes de la empresa para reunirse con el personal que trabajaba en ellas y el fundador ofrecía 20€ al primer empleado que fuera capaza de enumerarlos de memoria. Sólo en la última sede que visitaron un joven empleado fue capaz de recitar la lista. El fundador, emocionado, sacó del bolsillo un billete de 100€ y se lo dio como recompensa. Se corrió la voz y ahora todos los empleados se saben de memoria esa lista de valores. No se trata de pagar a la gente para que los aprendan de memoria, sino de asegurar que son compartidos por todos y que son la base habitual que orienta la toma de decisiones.
Vivirlos Lo que afirmas es creíble si tus acciones lo demuestra. Los valores no adquieren vida hasta que no forman parte de todos los actos de la vida diaria de la empresa y son compartidos por los empleados y en la relación con los clientes. El compromiso por llevarlos a la práctica puede resultar costoso en el corto plazo para acaba recompensando.
¿Tienes claros cuáles son estos principios en tu empresa? ¿Nos los cuentas? |
Paco, otro valor, y muy importante, como sugerencia, es la humanidad, entendida como respeto, sensibilidad, compasión, bondad…
Por otro lado, ¿se habla de los no valores o contravalores en alguna ocasión?.
Aludimos siempre a los valores «necesarios para» pero no evidencia que el poseerlos, por educación familiar, formación y/o imposición social, implique ausencia de contravalores.
Hablemos de esas otras características individuales y no físicas, que por su efecto negativo son susceptibles de neutralizar esos valores que se identifican como prioritarios en la organización, la sociedad… Conocerlos e identificarlos sería el primer paso para su corrección y se verían, entonces, reforzados los valores que sugieres.
Desearía que fuéramos capaces de reconocer que éxito no es sinónimo de «buena gente» aunque «no estén reñidos». Tristemente, y muy a menudo, son inversamente proporcionales. Claro que, hoy que se ha medicalizado casi todo. O se tienen valores o se tienen patologías. Y el resultado es que los valores son un pro individual y los contravalores una lacra social. Se me ocurre aquella canción «yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así…»
Hola Conchi:
No estaba seguro de cómo responder a tu comentario.
Se me ocurre que hay que distinguir entre los valores de la empresa y los de las personas. Estas notas últimas sobre los valores tienen que ver con los de la empresa y la necesidad de identificación con ellos de las personas que en la empresa trabajan.
Otra cosa es que una persona concreta tenga más o menos desarrolladas unas determinadas virtudes y valores, y el efecto que su comportamiento, condicionado por la carencia de determinados principios, tiene sobre la empresa o la sociedad en la que vive.
Tus observaciones me sugieren dos conclusiones orientadas a la acción. En lo relativo a la empresa, la necesidad de asegurar la alineación con los valores de la empresa o dejar a los “desalineados” fuera de ella. En lo relativo a la relación personal, tratar de que la amistad con ellas permita pulir defectos, corregir comportamientos y ayudarles a desarrollar virtudes.
Gracias. La verdad, quizás pongo nudos a las palabras. En ocasiones escribimos para nosotros más que para terceros.
Bien, un poco complicado dejar a los desalineados fuera de la empresa cuando éstos forman parte del Consejo y/o de la Dirección. Tristemente existe una gran toxicidad en muchas de las esferas altas de la empresa y por alusiones, de la sociedad.
A tenor de las conclusiones que apuntas orientadas a la acción, por utilizar tu mismo lenguaje, nos queda la autoexclusión de la empresa o de la sociedad por no compartir los valores que identifican sus actos actuales con los que en circunstancias normales estaríamos todos alineados. Estamos perdiendo «las buenas maneras de hacer». Las decisiones empresariales acertadas o no dependen de un mercado cada vez más incierto, de una dictadura llamada «crisis» donde todo vale. Prevalece por encima de todo el «sálvese quien pueda».
Tu lo has dicho…