Desengáñate
Acabo de leer un libro que no puedo recomendar. Pese a que me llegaba con buenas referencias, sus propuestas son muy desaconsejables.
Defiende el autor que nuestras decisiones como clientes o consumidores son el resultado de creencias que se construyen desde la manipulación y el engaño. Y las racionalizamos para sentirnos a gusto con ellas y con nosotros mismos.
Estas ideas aplican también al liderazgo basado en el engaño. Se nos presenta un espejismo cuya anticipada satisfacción empujaría a poner los máximos esfuerzos para alcanzarlo.
Lo mismo se describe respecto a las relaciones entre compañeros de trabajo. Se transmite información incompleta o errónea acerca de la realidad que se comparte con ánimo de confundir.
Pareciera que para relacionarnos con otros, incluso para orientar nuestras propias acciones, necesitamos de trucos, trampas y fraudes. Se construye una apariencia que esconde la verdadera naturaleza de las cosas.
Pero para que la farsa tenga éxito debemos engañarnos primero a nosotros mismos. Es el único modo de que las mentiras resulten convincentes. Y además aceptamos falsamente que estas actitudes conducen a algún resultado positivo.
Los efectos de este engaño individual y colectivo son suficientemente perversos y conocidos. Muchos coinciden que está en la base de la crisis mundial que padecemos. La codicia y la corrupción han destruido personas, organizaciones y países.
Es cierto que cuando leemos en las cajetillas de tabaco los efectos perniciosos del hábito de fumar, no dejamos de fumar sino de leer. Hasta que nos llega el diagnóstico de Carcinoma de Pulmón…
La gravedad de la patología social y de las organizaciones es ya indiscutible. Sólo nos vale recuperar la verdad y rechazar el engaño en vez de perpetuarlo. Nos va la vida en ello.
Aun sabiendo que la mentira es mentira (engaño), tenga la graduación que queramos ponerla, en algún sitio leí que «no hay peor mentira que aquella que va dirigida a quien más se quiere; ésto es, a uno mismo». Me pregunto si somos conscientes de las veces que nos mentimos a lo largo del día. Si lo desconocemos podríamos disculparnos pero si somos conscientes y no cambiamos uf nos merecemos todo lo que nos pase ….
¡Aunque sea bueno!
Tienes mucha razón. Esa es la idea; hay que cambiar esa actitud de engañarse a uno mismo. Y nada bueno se puede derivar de las mentiras…
Gracias
Paco
He leído el comentario que haces del libro y me ha llevado a meditar al respecto durante un par de días. -como bien sabes, tengo mucho tiempo para meditar, demasiado. Y me ha venido a la cabeza el famoso binómio «norma ideal-norma real». Amigo Paco, como docentes, nos vemos siempre atrapados en transmitir la «norma ideal»; los valores, las actitudes, las experiencias, todo aquello que transmitimos a los alumnos. Sin embargo, cuando éstos salen a la calle se dan de bruces con la «norma real» . El autor del libro que comentas, diría que lo ha escrito bajo esa perpectiva. ¿Cuantas veces nos toca contemplar en centros de decisión y organización al más trepa, al más pelota, al más chivato, al más`palmero, al que le rie todas las gracias al jefe? Claro que el jefe es también un mediocre endiosado por un poder del que ha sido investido, siempre rodeado de turiferarios, no por ser el más capaz o el más resolutivo o el más preparado. ¿cuantas organizaciones no habrás contemplado tu bajo esta triste realidad?
Recientemente acaban de descubrir que estamos a la cola en comprensión lectora. Bravo, han descubierto la sopa de ajo !!
Diría que estamos sumidos en un barril de mediocridad, en el cual, los mas capaces y mejor preparados tienen que tomar el avión.
Roger me gustó la reflexión. ¿No crees que si se sigue trabajando sobre la norma ideal, generación tras generación, algún día la norma real y la ideal podrían coincidir?. Ese debería de ser un reto; como el dejar mejores personas en el mundo y no solo con «mayor comprensión lectora».