La causa o el beneficio
Escribo de nuevo sobre la Misión de la empresa, motivado por este artículo de Berger. Me proporciona una ocasión más de agitar las conciencias de empresarios que permanecen indecisos todavía ante el modo de abordar su salida de la crisis.
Es posible encontrar en algunas empresas una declaración explícita de su misión. Más en las grandes que en las Pymes. En ocasiones sólo recogen pronunciamientos banales, lugares comunes, o afirmaciones discutibles que no ayudan a discernir si la empresa está a la altura de su propósito esencial o preponderante.
Todo proceso de cambio o de reinvención pasa por visitar de nuevo la misión y determinar la situación real de la empresa respecto al cumplimiento de sus objetivos últimos. Para averiguarlo es útil plantear algunas preguntas cuya contestación requerirá un serio ejercicio de reflexión. Yo me inclino por estas cuatro:
- ¿Porqué estamos aquí?
Con el tiempo las empresas pierden de vista aquello que en sus comienzos les llevó a establecerse. Volver a los orígenes, recordar el propósito y los valores que movieron a definirlo, tiene un fuerte efecto motivador. - ¿Qué es aquello que más necesitan los demás y que sólo nosotros somos capaces de proporcionar?
Esta pregunta exige con seguridad un esfuerzo grande de imaginación y trabajo. No se trata sólo de apuntar un determinado producto o servicio sino de diseñar una experiencia completa y satisfactoria capaz de generar una confianza a largo plazo. - ¿Qué estamos dispuestos a sacrificar?
Ser consecuente con la misión obliga a decisiones difíciles. A veces se presenta el dilema de ser fiel a los principios o servir a la cuenta de resultados. Muchos todavía no lo entienden, pero los clientes y los propios empleados son hoy muy exigentes y con una gran capacidad para evaluar los comportamientos. Ambos apuestan por aquellas empresas con cuyos valores se identifican y que persiguen unos fines superiores. - ¿Qué importa más que el dinero?
Pregunta más que obligada cuando toda la atención está puesta en los resultados financieros. Pero estos son sólo un resultado secundario que deriva de la capacidad de atender a las necesidades de los clientes y se es capaz de tener impacto en sus vidas. Es preciso abandonar esos indicadores de corto plazo e invertir en los recursos y capacidades que resolverán no sólo los problemas de hoy sino los retos del mañana.
Lo he contado otras veces. Veo todavía a empresarios, académicos y consultores anclados en fórmulas del pasado, más pendientes del producto y los competidores que de los clientes y sus necesidades, más preocupados por la cuenta de resultados que por la ética.
Y así no se sale…