Sin miedo al error

errorQue todos cometemos errores no es algo discutible, como prueba la situación por la que atravesamos. No es una frase para quedar bien. Y todos tenemos que aprender a sobrellevar la vergüenza que nos ocasionan nuestras equivocaciones. Sin duda, considerarse perfecto es la mayor prueba de imperfección.

En estos tiempos veo a muchas personas, empresarios y directivos que se enfrentan a situaciones que exigen asunción de riesgos para salir de la recesión actual. Y sin embargo se resisten a hacerlo por el miedo a equivocarse.

Es muy cómodo no moverse y dejarse arrastrar por la situación. Que vayan mal las cosas y que lo sigan yendo en el futuro puede resultar comprensible, ya que se asume que a todos les va igual de mal.

Pero no es perdonable. No a todos les va mal y aunque así fuera, es inaceptable tener responsabilidades de gobierno y no ejercerlas (pensaba en las organizaciones y no en un determinado país, pero es lo mismo…). Basta con imaginar las consecuencias de ese destino futuro resultante de la inacción.

Y además es una insensatez. No se sufre menos inquietud cuando no se abordan decisiones arriesgadas. Al contrario, la desazón crece al ponderar los efectos de dejar pasar un día más sin decidir y ser conscientes del deterioro acompañante.

Para poder asumir los errores con naturalidad puede ayudarte:

  • Reconocer el error. Cuanto más pronto lo hagas mejor. Siempre costará pero antes te aliviará.
  • Aprender del error. Aunque todos lo dicen creo que es lo que menos se hace. Exige ponerse a ello, dedicar tiempo, tomar notas y releerlas.
  • Salir del error. Has de actuar. Asume que te has equivocado y que volverás a hacerlo, pero quedarse inactivo es masoquismo.

 

Si crees que no has cometido errores es que no has asumido riesgos. Y el miedo a cometerlos no es excusa para no actuar. Quizás puedas alegar para defenderte una escasa tradición cultural y un deficiente sistema educativo. Pero ya no tienes edad para excusarte.

Decide. Arriesga. Siempre es mejor ser el dueño del propio destino que esclavo de las circunstancias.