Libertad o muerte

LibertadPodría ser el lema de una revolución social. Y de algún modo es también el lema de la propia revolución individual, la que enfrentamos ante las grandes decisiones personales.

No hay un secreto escondido que garantice la idoneidad de una decisión. El valor de las decisiones depende del coraje necesario para ejecutarlas. Las grandes decisiones, las que fundamentan la naturaleza de las sociedades o de las personas, se asumen enfrentando riesgos notables que en ocasiones pueden comprometer la libertad o la vida.

Los principios que deben gobernar toda decisión son la convicción y el coraje. Quienes deciden con firmeza y diligencia saben lo que quieren y lo suelen conseguir. Estas características de las decisiones son propias de quienes ejercen responsabilidades de liderazgo, las que justifican su posición.

La indecisión, por el contrario, es propia de personalidades que no han sabido madurar, de quienes carecen de un propósito definido en sus vidas. Quizás pueda afirmase que la infelicidad actual de muchas personas en sus puestos de trabajo es consecuencia de esa falta de propósito definido acerca de qué hacer y cómo elegir el lugar donde llevarlo a cabo.

Definir la propia misión y realizarla siempre requiere coraje y en ocasiones a niveles extraordinarios. De ahí que quienes no están dispuestos a ejercerlo, quienes no quieran pagar el precio exigido vean limitada su libertad e independencia y restringidas sus posibilidades de desarrollo.