Cambio de aires
A lo largo de la carrera profesional se dan ocasiones en las que es preciso cambiar de trayectoria para acceder a nuevas oportunidades de innovar o para encontrar un nuevo sentido al trabajo que realizas.
Este cambio no sólo evita el acomodamiento o el desgaste del directivo sino que empuja a seguir aprendiendo, a buscar nuevos retos y a encontrar nuevas maneras de dejar huella.
Estas son algunas consideraciones que ayudan a reconocer cuándo llega el momento de cambiar de aires y cómo llevarlo a cabo.
- Reconocer cuándo toca hacerlo. No se pueden establecer períodos concretos para realizar ese cambio. Lo importante es saber preguntárselo periódicamente. Si ves que ya funcionas en modo piloto automático o no te sientes implicado en el desarrollo futuro de tu empresa, quizás es el momento de cambiar.
- Activa tu red de contactos. Te beneficiarás de su amplitud y de lo bien que la hayas cultivado en los últimos años. Te podrán orientar acerca de las distintas posibilidades y los campos que te pueden interesar.
- Acepta la incertidumbre. Un cambio radical puede incluir el volver a la universidad o empezar en una responsabilidad inferior en la nueva empresa de un sector diferente. Es normal tener dudas y más cuando las personas más cercanas no entienden que abandones una pretendida seguridad. Tendrás que hacerte fuerte y mostrar confianza en que cambias para mejor.
- Buscar apoyos. No se cambia sin compartir las ideas y contar con la ayuda de otros, en particular cuando los cambios son significativos tanto desde el punto de vista geográfico como del impacto económico. Es normal no tener claro qué pasos dar o cómo vas a acabar. Lo importante es que la nueva dirección te interese de verdad.
- Haz valer tu experiencia. Frente a quienes defienden que cambiar de empresa es descentrarse, pon de relieve la experiencia que se gana con una trayectoria profesional razonablemente diversa y la capacidad para contribuir con soluciones innovadoras.
El verdadero beneficio de este cambio de aires se produce cuando eres tu el que lo elige y no cuando otros lo deciden por ti. Y también cuando las razones que te mueven a hacerlo son tus valores y el deseo de contribuir de modo significativo más que la compensación económica.