No esperes
Las decisiones arriesgadas te ponen nervioso y te descentran. El cuerpo te pide retrasarlas a la espera de nueva información que pueda hacerlas más sencillas.
Habitualmente es una estrategia inadecuada. Nunca tendrás una perfecta información y los costes de tu vacilación no harán sino crecer.
Si te acostumbras de decidir con diligencia sacarás ventaja a la mayoría de indecisos.