En otro lugar de «La Mancha»…

«… de cuyo nombre no puedo olvidarme, unos directivos contaban, siempre en primera persona, las historias de sus hazañas. Las gentes de alrededor se tenían por privilegiados al participar de aquellas grandezas y ser reconocidos como miembros de la familia. Por la trampa de la necesidad y con entusiasmo dudoso, sacrificaban sueldos y promociones con la esperanza de un día, alcanzado el éxito empresarial, recuperarlos con demasía. Pero ese logro no llegaba, y año tras año escuchaban historias repetidas de las antiguas victorias de aquellos con quienes trabajaban.»

Lo que parece un fragmento perdido de un libro de caballerías, me resulta muy conocido. Describe el ambiente que te puedes encontrar en algunas empresas e instituciones, más de las deseables. Se caracteriza por escuchar, en las presentaciones públicas de sus directivos, un mayor uso del «yo» que del «nosotros». Pero lo verdad es que esos «yo», en vez de brillar como estrellas, alumbran lo que una mala linterna y duran lo que unas pilas baratas.

«Mejor sería, amigo Sancho, que esos pretendidos genios cesasen de aburrirnos justificando de continuo su talento e hicieran valer las cualidades de su equipo, al que deberían hacer crecer y en el que habrían de pasar desapercibidos…»

No es misión del directivo aparecer como superior y ganar batallas propias, sino asumir su responsabilidad de conformar un equipo ganador.

Nunca nadie logra nada solo y por méritos propios; ni siquiera en los deportes individuales.