Importa mucho

Importa mucho el ser un buen o mal directivo. Cómo sea el directivo importa a cuantos dependen de él, a todos los que ha de guiar y evaluar, a quienes han de lidiar cada día con sus virtudes, fobias y rarezas. Son la causa de la mayor parte del estrés laboral de sus colaboradores y su manera de influir en ellos marca la diferencia en el desempeño de los equipos y las organizaciones.

Los equipos con buen liderazgo (intelectualmente estimulante, carismático, que fija unas expectativas claras) trabajan mejor, producen de manera más rápida, son más eficiente, diseñan mejores ofertas y las colocan más rápidamente en el mercado. Esos directivos tienen un impacto mucho más positivo en el desempeño y el compromiso de sus colaboradores.

Y los altos directivos son aún más determinantes, pues han de establecer el tono con el que el resto han de comportarse, lo que reverbera en toda la organización, conformando su cultura y el grado de desempeño.

Los directivos conforman el modo en que sus colaboradores emplean su tiempo, si lo disfrutan o se desesperan, si se mantienen saludables o enferman, si sus resultados son buenos o deficientes.

Lamentablemente, abundan los directivos mediocres e incluso pésimos. Asumamos que no tienen la culpa, que no son conscientes de su impacto ni nadie les enseñó cómo debían comportarse.

Habrá que empezar a formarlos…