Puedes perderla

Todo directivo debe disponer de la capacidad para manejar bien los conflictos, y conforme aumentan sus responsabilidades, más necesaria es esa competencia. Es la inteligencia emocional lo que te permite reconocer e interpretar adecuadamente aquello que les ocurre a tus colegas, colaboradores o clientes.

Has de poder distinguir si un colaborador está frustrado, o bien, enfadado. La distinción es importante, pues la frustración aparece cuando alguien se siente incapaz de lograr un objetivo, mientras que el enfado es la respuesta a un trato que se percibe como injusto o equivocado. Sin embargo, la mayoría de directivos no son capaces de establecer la diferencia.

Estudios realizados demuestran que cuanto mayor es la responsabilidad directiva, más disminuye la inteligencia emocional, comenzando ya desde el acceso al puesto de mando intermedio.

La inteligencia emocional es un componente principal de la fortaleza mental. Los directivos que poseen esta capacidad de resistencia pueden gestionar sus emociones de tal modo que las negativas no condicionen ni su comportamiento ni su manera de pensar. Aunque experimenten momentos de mal humor, no actúan sin la reflexión necesaria.

Una circunstancia que puede contribuir a la pérdida de inteligencia emocional es la adicción al trabajo. Si bien muchos hemos crecido con la convicción del valor intrínseco de un trabajo intenso y bien hecho, hemos de reconocer que un estilo de vida basado en valores como el acúmulo de dinero o de éxitos, es una frivolidad. Es fácil que te aleje de otros valores más apreciados como los de la familia o las relaciones de amistad.

Puedes corregir esa posible deficiencia buscando un amigo o familiar cercano y confrontar con él tu disposición a sacrificar el descanso, las vacaciones, la juventud, la salud, la familia o tus principios morales…, por el trabajo que realizas.

Piensa con calma tus respuestas, ya que es posible alcanzar logros significativos sin malvender tu vida.