Desconectando

Considera el esfuerzo mental necesario para procesar la sobrecarga de información a la que estás expuesto: noticias, correos, llamadas, tuits, blogs, foros, comentarios sobre opiniones, etc. Esta tensión se añade a la presión por las cosas que has de acabar.

Concentrar la atención en un asunto requiere bloquear muchos otros. La mente ha de luchar contra múltiples intereses que reclaman su prioridad, tratando de separar lo importante de lo irrelevante. Ese esfuerzo genera fatiga, hasta llegar al agotamiento. Los signos de desgaste mental, como la pérdida de eficacia, la distracción frecuente o la irritabilidad, reflejan la pérdida de glucosa ocasionada por el excesivo ejercicio mental que deja al cerebro sin energías.

El antídoto para esta fatiga es el mismo que para el agotamiento físico: el descanso. ¿Pero cómo hacer descansar un “músculo” mental…? Pues deteniendo esa actividad y relajando la mente en un entorno tranquilo, preferentemente en contacto con la naturaleza. Actuar así restaura la capacidad de atención.

Esa recuperación se produce cuando se abandona la concentración necesaria para evitar las distracciones y se permite a la mente que discurra libremente. Pero esto no ocurre si se pasa a otras actividades más superficiales, como responder correos, embarcarse en videojuegos, o navegar por Internet.

Conviene desconectar periódicamente para recuperar la concentración y el autocontrol. Éste es sólo el primer paso. Hay que volcarse en otras actividades que no vuelvan a reclamar capacidad de atención, como conducir o caminar por la calle en medio de una multitud. Se trata más bien de pasear por un parque o entrar en contacto con la naturaleza, desplazando la atención hacia algo relajante y evitando caer en las preocupaciones a las que espontáneamente conduce una mente ociosa.