Lecciones de artillería para innovar (1)

La relación entre innovación y la viabilidad de una empresa es un tema de indudable interés. El libro de Collins trata de este asunto y da algunas orientaciones de gran utilidad que  paso a comentar.
En cada sector es posible reconocer un determinado nivel mínimo de innovación exigible a las empresas que quieran permanecer en él. No alcanzarlo las hace inviables y desaparecen. Pero una vez superado ese umbral, no parece que el éxito de la empresa sea directamente proporcionar a su capacidad de innovación.

Especialmente en entornos muy cambiantes y turbulentos, ser el más innovador no parece importar demasiado. Para tener éxito y convertirse en una empresa destacada se precisa además de una combinación acertada de creatividad y disciplina.

La innovación, sin disciplina, suele conducir al desastre. Se observa una tendencia desde los grupos de I+D a prometer más de lo que son capaces de entregar lo que tiene un coste prohibitivo para la empresa.

Lo que hace grande a una empresa es una combinación de una creatividad intensa con una disciplina incansable. Y cuando se unen la capacidad de innovación y una excelencia en las operaciones se multiplica el valor de la creatividad.

Por tanto, si como consecuencia de un entorno incierto e inestable las empresas se obsesionan con la innovación por sí misma, pueden incurrir en apuestas equivocadas  que les conduzcan a sonados fracasos o dejen a la empresa en una posición muy frágil. Pero a la vez, si la empresa se queda parada y no hace nada significativo o nuevo, corre el riesgo de desaparecer.

La solución a este dilema pasa para Collins por un símil del arma de artillería, consistente en “disparar primero balas de fusil, para disparar después la bala del cañón”. Con seguridad el ejemplo es políticamente incorrecto y técnicamente inexacto, pero sirve para transmitir la idea.

Se trata primero de disparar con bala de fusil o arma corta como “guión de puntería”.  ¿Y qué es una bala? Viene a ser una prueba empírica dirigida a aprender aquello que puede funcionar y que cumple con estos tres criterios:

  1. Tiene bajo coste. Hay que reconocer que dicho coste es relativo, ya que es razonable pensar que el coste debe ser proporcional al tamaño de la empresa.
  2. Es de bajo riesgo. Aquí bajo riesgo no significa una alta probabilidad de éxito, sino que las consecuencias son mínimas si “la bala” no acierta a dar “en el blanco”.
  3. El compromiso es pequeño. La distracción respecto a los recursos o los objetivos de la empresa es menor.

 

La experiencia adquirida al disparar diversos proyectiles ligeros contra distintos objetivos, nos proporciona información para calibrar la precisión y corregir el tiro. Esto es, nos ayuda a identificar el blanco más interesante, la innovación más prometedora, y disparar ahora con toda la potencia de la bala de cañón.

Pero de momento hagamos un ¡alto el fuego…! y recuperemos la paz hasta mañana.